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Corrupción
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Corrupto confeso a la alcaldía

Esencialmente Colombia tiene dos grandes enemigos: el narcotráfico y la corrupción

Captura de video donde Luis Enrique Guzmán Chams conversa con la periodista María Jimena Duzán.
Captura de video donde Luis Enrique Guzmán Chams conversa con la periodista María Jimena Duzán.

El narcotráfico, ya lo hemos dicho en este espacio de opinión, es la fuente de todos (o casi todos) los males que nos aquejan en términos de seguridad. La interminable lista de homicidios, masacres, amenazas, paros armados, bloqueos viales, descuartizamientos, enfrentamientos entre mafias, corrupción en la política y en las fuerzas armadas, tiene su motor en un mercado ilegal que no solo nos hace daño aquí, sino que nos ha puesto a todos los colombianos a cargar con el estigma de mercaderes de la cocaína a donde quiera que vayamos.

Por su parte, la corrupción, que sin duda tiene algunas raíces en el narcotráfico, también se reproduce de otra manera y se ve en otros escenarios. Desde el constante intercambio de favores burocráticos entre los gobiernos de turno y políticos de todos los pelambres, pasando por la compra y venta de fallos judiciales, hasta los desagradables casos de pago de coimas para conseguir multimillonarios contratos públicos y torcer licitaciones.

No es gratuito que la más reciente campaña presidencial haya tenido como uno de sus ejes rectores la lucha contra la corrupción. Nunca los candidatos a la presidencia habían hablado con tanto ahínco sobre ese problema. Nunca se habían lanzado tantas ideas para tratar de ponerle fin a ese enemigo que ha desangrado a Colombia de una manera distinta a la forma en que lo ha hecho nuestra interminable guerra.

De ahí que resulte sorprendente que un confeso (sí, CONFESO) corrupto ahora esté aspirando a convertirse en alcalde de una de las ciudades más importantes del país: Barranquilla.

Enrique Guzmán Chams saltó a la fama hace dos años cuando salió a denunciar ante la Fiscalía y la Procuraduría el que habría sido un esquema de corrupción para garantizar que un reconocido contratista de Barranquilla, Carlos Vengal, se quedara con el multimillonario proyecto para la construcción del Megatanque de agua que iba a garantizar la prestación del servicio de acueducto para el sur de la capital del Atlántico y que hoy, ocho años después, funciona a medias.

Es innegable que el valor civil de denunciar la corrupción es algo de aplaudir, pero lo que no podemos perder de vista es que el señor Guzmán Chams giró los dineros de las coimas en el año 2015 (el monto de la mordida ascendía a 2.300 millones de pesos) y esperó cinco años para denunciar el torcido porque el consorcio al que apalancó financieramente le estaba incumpliendo en el pago de las acreencias. Así que honesto, lo que se dice honesto, no es que sea el señor.

Ahora el candidato se presenta a sí mismo como el hombre que le va a hacer frente al modelo económico que ha dominado a Barranquilla por dos décadas. Se dice que tendrá el respaldo del Pacto Histórico y que la suya será la voz de los inconformes con la dinastía de los Char. Es más, sus amigos dicen que él será el verdadero candidato popular.

Vuelvo al comienzo: históricamente Colombia tiene un gran enemigo que es la corrupción y resulta por lo menos cándido pensar que el cambio llegue con un corrupto confeso. Por más que busque blanquear su perfil el señor Guzmán Chams cohonestó con el mal que desangra a Colombia.

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