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Candidatos despolitizados

La participación de los líderes en programas de entretenimientose ha disparado, una novedad en la política española

Íñigo Domínguez
Pedro Sánchez en el programa de Bertín Osborne.
Pedro Sánchez en el programa de Bertín Osborne.

Si llega un día en que veamos a los candidatos a presidente en una lucha en el barro a cuatro —esta vez sí—, con camisetas mojadas, nos preguntaremos cómo hemos llegado a eso. No ha empezado la campaña y se ha disparado la participación de los líderes en programas de entretenimiento, una novedad en la política española. Esta semana será como un circo multipistas con Soraya Sáenz de Santamaría en globo y Pablo Iglesias con María Teresa Campos. ¿Hasta dónde llegarán? Dependerá de su sentido de la moderación, y ahí está el problema, porque quieren ganar como sea. Y pasa por caer simpático. Aquí no se manejan ideas, sino sensaciones. Organice usted la Segunda Transición para esto, al final la haremos en parapente o jugando a los bolos. 

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"Forma parte de un proceso común a todas las democracias occidentales. Es una dinámica de personalización de la política. Nos interesan cada vez más los candidatos y los partidos y las ideologías están en segundo plano", tranquiliza el politólogo Pablo Simón, de Politikon. Es verdad que en EE UU el paso por los late shows para hacer un poco el tonto ya es ritual. Berlusconi llama a la tele desde hace años para reñir a los locutores.

Feliz coincidencia

Es una feliz coincidencia de intereses de medios y partidos, aúna entretenimiento, negocio y captación de votos. La visita de Sánchez a la casa de Bertín fue líder de audiencia con una media de 3,7 millones espectadores. Y 8,3 millones lo vieron en algún momento, bastantes más de los votantes del PSOE en las últimas generales. "Es infoteinment, un híbrido de información y entretenimiento. Los medios ofrecen formatos y los políticos entran porque ven ventanas de oportunidad", resume David Redoli, de la Asociación de Comunicación Política. Cree que no es una banalización mientras exista otro nivel de debate y la política no se reduzca solo a eso. En España, los expertos apuntan que el fenómeno está potenciado por el gran interés en política de los últimos años y porque hay dos partidos nuevos en los que la promoción del líder es fundamental. "Además, se produce un contagio, porque si lo hiciera solo Pedro Sánchez se quedaría ahí, pero ahora hay muchos actores", apunta Simón.

Lo curioso es que, de ideas, poquito. Ninguno va a Saber y ganar. En el momento del triunfo de la política, tras décadas de apatía, resulta que triunfa la despolitización de los candidatos. Y da miedo saber en qué se queda un político si lo despolitizas. No estamos hablando del paro o del terror yihadista sino del pimpón de Sánchez o la colleja de Rajoy. Entre los candidatos el único que se ha negado a entrar en el juego es Alberto Garzón, de Izquierda Unida. "Es verdad que nosotros no bailamos, cantamos o saltamos en prime time. Pero tenemos algo mucho más peligroso: propuestas de izquierdas", tuiteó este jueves.

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La nueva era nació en la tele, en La Tuerka, pero con los juegos florales empezó Sánchez, con su llamada a Jorge Javier Vázquez para hablar del toro de la Vega y su aparición en El Hormiguero. Se rieron de él, pero al final todos detrás. El PP asumió que había que bajar a la arena cuando mandó a la vicepresidenta a bailar con Pablo Motos. Se abrió la veda a ver quién hacía la tontería más grande. El doble juego en el caso popular es claro: su lema electoral en el plano oficial es "España en serio". Como se despisten el asunto se pasa de vueltas y emerge el candidato Osborne, que les roba las escenas. La clave es creérselo, porque si no se les nota que van obligados. "Pedro cree mucho en esto. Siempre nos dice que hay que romper la barrera de la comunicación", aseguran fuentes socialistas, satisfechas del resultado. "La cámara ve todo, es muy difícil engañarla al cien por cien, te muestra como eres. Es arriesgado. Pero Pedro es así, como se le vio con Bertín", aseguran.

"Es la señal de algo sistémico: los partidos tienen poco margen de maniobra, en un contexto de crisis, y se pone el énfasis en los líderes porque es en lo que se distinguen", comenta Pablo Simón. Por otro lado, es un arma formidable para atraer indecisos, así la gente se aclara las ideas. Aunque si algo se echa en falta en la tele no es precisamente la naturalidad. Se agradecería más que la gente no se mostrara como es. Quizá cuando lleguen los debates, se acabará el recreo y volverán todos a mostrarse como no son.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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