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Dívar tiene hoy su última palabra

Se celebra el pleno en el que el presidente del Supremo y del Poder Judicial dijo que anunciaría una decisión "rotunda y contundente" que todos los vocales interpretaron como su dimisión

El vicepresidente del Poder Judicial, Fernando de Rosa, llega a la sede del Poder Judicial para asistir al pleno.
El vicepresidente del Poder Judicial, Fernando de Rosa, llega a la sede del Poder Judicial para asistir al pleno. ULY MARTÍN

La consigna casi unánime entre los vocales del Consejo General del Poder Judicial es que hoy es el día D de Carlos Dívar, su última palabra, el fin de su ciclo como máxima autoridad judicial del Estado tras el escándalo de sus viajes caribeños. Será cuando se conozca la decisión "rotunda y contundente" que anunció en el pleno del pasado sábado. Y también el comienzo, en palabras de algunos vocales, de una etapa de “regeneración y transparencia” que destierre el viejo hábito de cargar gastos a las arcas del Poder Judicial sin necesidad de justificar cómo, en qué y con quién se ha producido el desembolso de dinero público en un órgano (el que gobierna a los más de 4.500 jueces españoles) que maneja 74 millones de euros de presupuesto. Con Dívar se irá, señalan fuentes del Consejo, la práctica de cargar viajes a las arcas del Poder Judicial sin que exista constancia oficial de los mismos, y la de los fines de semana caribeños. Esos que Dívar, en algunas ocasiones, estiró de jueves a martes.

En calma tensa afrontan los vocales del Poder Judicial el pleno de hoy.  Ayer se sondearon entre ellos y aparentemente no había deserciones en la idea de que la presidencia de Dívar hoy pasará a ser historia. Si finalmente se va, sería el primer presidente del Tribunal Supremo y del Poder Judicial que deja el cargo forzado por los mismos que le eligieron. A sus 70 años, a Dívar solo le queda la jubilación. Sin excepción, todos los consejeros interpretan que sus palabras en el pleno del pasado sábado, las que pronunció tras mirar a su alrededor y solo ver soledad (“voy a adoptar una medida rotunda y contundente”) estrangulan cualquier margen de maniobra.

Desde que estalló el escándalo de sus 32 viajes en larguísimos fines de semana a Marbella y otros destinos se ha aferrado numantinamente al cargo. Hijo y nieto de juez, en su mente se instaló la idea de que dimisión es asunción de culpa. Y a esto se agarró durante la primera fase del escándalo de sus viajes. El respiro de alivió que sintió al cotejar que la Fiscalía General del Estado archivaba la denuncia por malversación que le interpuso, el pasado 8 de mayo, el vocal progresista José Manuel Gómez Benítez se disipó pronto. Entonces, se sintió medio arropado cuando vio que solo cinco vocales pedían su dimisión y que, paradójicamente, otros siete se la exigían Gómez Benítez por haber actuado este por libre. Sin consulta previa al pleno.

Dívar se encerró en sí mismo y se olvidó de la calle, donde su caso crecía en medio de la indignación. Y que, lejos de mitigarse, se agigantaba con nuevas revelaciones de EL PAÍS que elevaban los primeros 12 viajes por importe de casi 13.000 euros hasta 32, y por un total de 28.000 euros

Tras el archivo de los 12 viajes en la Fiscalía General, el asunto llegó al Tribunal Supremo. Su propio tribunal le dio carpetazo al asunto. Por once votos contra cuatro, el Supremo no vio reproche penal en su conducta. Fue cuando Dívar se presentó ante la prensa y se mantuvo en sus trece; es decir, en el “carácter reservado” de sus viajes y en que no tenía obligación de dar explicaciones detalladas del motivo y con quién o quiénes había compartido los manteles de sus más de 40 cenas y/o almuerzos en restaurantes de lujo endosados al Consejo durante esos dilatados fines de semana. En cambio, en la calle, en las asociaciones judiciales e incluso en el PSOE, el clamor era que, al menos, sí concurría un reproche ético.Y que debía irse.

Dívar siguió sin dar explicaciones y arrecieron todavía más los gritos de dimisión. Cuatro vocales (Inmaculada Montalbán, Carles Cruz, Margarita Robles y Félix Azón) y un quinto, Gómez Benítez, forzaron un pleno extraordinario 72 horas después, el del pasado sábado. Y estos cinco, partidarios de su marcha, se convirtieron en muchos más en el pleno. De sus bocas, delante de él, salió el sentir generalizado de que la situación “era insostenible”. Dívar volvió a mirar entonces a su alrededor y se sintió aun más solo. Y con la tenaza de que los mismos que le sugerían su salida, por las buenas, podían forzar una votación y destituirle. Ese era una de los puntos del orden del día. Con doce, mayoría de tres quintos, hubiera bastado.

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Acorralado y delante de todos, Dívar soltó su famosa frase premonitoria: “En los próximos días adoptaré una medida rotunda y contundente”. Y por “responsabilidad institucional” pidió a los consejeros que le dejasen varios días para estar presente en los actos del bicentenario, que empezaban el lunes y a los que el Rey iba a asistir. Se fue del pleno y los vocales, unánimemente, accedieron a su petición: dejarle uno días más y que dimitiera. El pasado lunes Dívar solo pudo hacerse la foto con el príncipe Felipe (don Juan Carlos cambió su agenda y viajó a Arabia Saudí a dar el pésame por la muerte del príncipe heredero). La inasistencia ayer de Dívar a los actos de la Constitución de Cádiz de 1812 tras la fría foto del lunes sin el Rey, agita la convicción de que hoy es el día D de Dívar. El de sus últimas palabras como primera autoridad judicial del Estado.

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