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Los niños de las olas El surf ha marcado un cambio de vida para un grupo de jóvenes de Tierra Bomba, Colombia. La Fundación Amigos del Mar, además de ofrecerles formación en deportes acuáticos, beneficia a más de 160 menores con programa de reintegración escolar, talleres artísticos y clases de inglés, entre otras actividades Dos jóvenes deportistas náuticos caminan por las calles de Tierra Bomba. Esta isla de 9.000 habitantes carece de acueducto, alcantarillado, gas, cobertura total del servicio de energía eléctrica, calles pavimentadas, oportunidades laborales, hospitales equipados y escuelas de buen nivel académico. También es víctima de de narcotráfico, prostitución, intolerancia y reclutamiento de jóvenes para los grupos armados ilegales. Muchos de los niños nativos engrosan la lista de los casi 10.600 que están fuera del sistema educativo en Cartagena. A pesar de ser una de las ciudades más importantes, tiene 55 procesos por corrupción abiertos en la Fiscalía, muchos de los cuales atañen a los recursos destinados a la infancia. Vista al mar Caribe desde los acantilados de Tierra Bomba. Aunque Cartagena de Indias es más conocida por las paradisiacas playas de la isla de Barú e islas del Rosario, Tierra Bomba representa una opción cercana y económica para los turistas. Uno de los mayores destinos turísticos del lugar es Playa Linda, debido a su arena clara, el agua verdeazulada y los acantilados. El Castillo San Luis de Bocachica es otro de los atractivos turísticos de la Isla de Tierra Bomba. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, las fortificaciones construidas por el Imperio Español durante la Colonia defendieron la ciudad de los ingleses y franceses, así como al pueblo americano de los españoles. Para integrarse al mercado turístico, los hombres de la isla hacen viajes en lanchas y las mujeres cocinan platos típicos. Algunos jóvenes en una sala de billar, uno de los pocos sitios de recreación en la isla. Aquí, como en muchas de las casas, la fiesta está centrada en los 'picós' o equipos de sonidos similares a los 'sound systems' de la cultura popular de Jamaica, donde suenan canciones de highlife, soukous, mbquanga, juju, dancehall, soca y reggae, entre otros géneros. Sin embargo, el estilo más sonado es la champeta, una música cartagenera que integra ritmos africanos, antillanos y afrocaribeños. El presidente de Amigos del Mar, Pedro Salazar (a la derecha), entrena a los niños de Tierra Bomba en el surf de remo o Stand Up Paddleboarding (SUP). A finales de 2017, fue galardonado con el Premio Acord al Forjador de Deportistas por la Gobernación de Bolivar y los periodistas deportivos. Los niños de la Fundación se recrean durante el entrenamiento. Los fines de semana, los muchachos cruzan en lancha hasta la exclusiva zona de El Laguito, frente a la organización promotora de deportes náuticos Colombia SUP, de Camilo Mármol, quien también les facilita sus recursos. Un niño de la Fundación, después del entrenamiento, recoge la basura flotante que ha sido arrojada por turistas. Además de clases de deportes e inglés, los muchachos de la ONG reciben formación ecológica. Ya son reconocidas las jornadas de limpieza de playas que realizan con los voluntarios tanto en la isla como en las playas más concurridas de Cartagena. La voluntaria danesa Anna Amalia Jepsen observa los resultados de un taller artístico. "Muchos jóvenes daneses, de unos 18 años, con ganas de tener una experiencia internacional y hacer trabajo social se van tres semanas a El Salvador, luego vienen aquí. Ya han venido 22 en los últimos tres años”, cuenta la voluntaria, quien planea apadrinar a algunos de los niños. En los talleres artísticos, niños y adolescentes aprenden a realizar manualidades con materiales reciclados que luego venden, por ejemplo, al Hotel Hyatt, que las entrega a sus huéspedes. Un grupo de niños juega en la Fundación Amigos del Mar, uno de los pocos escenarios recreativos que hay en la isla. Esta ONG beneficia a más de 160 niños con talleres artísticos, tutorías, programas de sensibilización para el reciclaje, clases de inglés por voluntarios extranjeros y locales, etcétera. 45 están apadrinados bajo el programa de reintegración escolar. "Quiero ser abogada", dice Dania Moncaris, de 12 años. Es tal vez la mejor competidora femenina del país en su modalidad: primer puesto en 2K y 4K en el 3er Campeonato Nacional de SUP/ Paddleboard 2017. Al tiempo, rema contra la corriente en un sistema educativo con muchas falencias: Cartagena está en el puesto 59 entre las 95 entidades territoriales en materia de educación. Según los resultados de las Pruebas Saber en 2015, más de la mitad de los estudiantes de quinto de la zona rural de Cartagena tenía nivel deficiente de lectoescritura, mientras solo el 15 % de los estudiantes de los colegios privados presentaba el mismo problema. Leimer, quien destaca en el SUP, exhibe siete medallas y un trofeo obtenidos en las competiciones. Nació prematuro y tuvo problemas de desnutrición, tanto que olía a carne descompuesta. Su apodo "Muerto Vivo", es un testimonio de su lucha por sobrevivir. Su mamá recuerda que vendió sus joyas de oro para salvarle la vida: “Yo vendía ollas, sábanas, toallas. Andaba pidiendo limosna en el pueblo”. Aclara que, en aquella época, no existían las leyes en torno a la salud que hay ahora: “Era a punta de dinero". En el patio de su casa, que colinda con el mar Caribe, Leimer prepara su arpón antes de iniciar la pesca a pulmón. Sumergido en el fondo marino, el joven deportista pesca ejemplares de pargo, barracuda, robalo, sierra, ronco, rubia, pulpo, langosta, entre otras especies marinas. Luego los vende a un señor que se encarga de revenderlos en el Mercado de Bazurto, central mayorista que abastece a los comensales cartageneros. Su actividad de pescador a pulmón se refleja en la resistencia física que demuestra en las competiciones. Frente la exclusiva zona hotelera de Bocagrande, Castillogrande y El Laguito, Leimer recuerda que el patio de su casa se extendía varios metros donde hoy solo hay agua. Cartagena, que ha albergado récords de corrupción a escala nacional en los últimos años, ha tenido administraciones que no reparan los espolones que protegen la isla, por lo que muchos han perdido su hogar a orillas del mar. Daiver (15 años) surfea las olas del mar Caribe. El niño que inspiró a Pedro Salazar debido a que no estaba en la escuela y presentaba un aspecto descuidado es el mejor de la Fundación en la modalidad. En la carrera de Downwind Santa Marta 2017, su mejor posición fue el segundo lugar en categoría Open de SUP. Dos jóvenes deportistas de la Fundación Amigos del Mar en carrera de SUP. “Más allá de lo deportivo, lo que me gusta es la forma en que la Fundación ha hecho que los muchachos sigan vinculados al colegio, mejoren sus notas, reciclen y aprendan otros idiomas, etcétera”, afirma el presidente de la Federación Colombiana de Surf, Andrés Porras. Los voluntarios de Amigos del Mar, procedentes de diversas partes del mundo, residen en Tierra Bomba, donde se impregnan de la cultura local. Aprovechando que muchos de los niños querían aprender a surfear y volar en una tabla de kitesurf, Pedro Salazar les propuso, hace más de un lustro, el trato de que, si ellos permitían que su ONG les ayudara a matricularse en la escuela y a realizar las tareas y obtenían buenas calificaciones, les daría clases de deportes náuticos sin costo alguno. Así fue como nació la Fundación. La voluntaria suiza Laura Rietschi, gerente de Marketing y Comunicaciones de la Fundación, pinta una nueva aula de clases. "A pesar de que te toma mucha fuerza trabajar con niños, te regala el doble al ver cómo cambian su destino", admite. Haider José Córdoba (15 años) ayuda a armar el equipo de kitesurf de su maestro. El joven era de los más tímidos al entrar a la Fundación Amigos del Mar, pero puntual y cumplido. Hoy colabora interactuando con turistas que llegan a El Laguito a alquilar equipos náuticos. Armando Sierra, cofundador de Amigos del Mar, enseña un truco de kitesurf a Haider. Sierra es, además, creador del movimiento kitesurf en Colombia y ha obtenido primeros puestos en el país y en Latinoamérica en diferentes modalidades del surf. "Nunca me he considerado el número uno de Colombia. Yo simplemente soy afortunado, porque Dios me puso a vivir frente al mar, pude ser pionero en el ‘kitesurf’ y estoy siendo parte de una evolución. No veo la vida como ganar y perder, sino como una oportunidad de dejar un legado de motivación para los nuevos deportistas”. Haider observa desde un espolón a los kitesurfistas durante su práctica. La disciplina lo ha hecho uno de los tres jóvenes de la Fundación que muestran un potencial en esta modalidad.