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El árbol venerado en el Sahel Las mujeres, clave de la economía doméstica en Benín, conocen bien los beneficios del karité, un árbol muy respetado; uno de los pilares de la alimentación de las comunidades rurales del Sahel. Tanto la recolección de sus frutos como el ciclo de producción y comercialización en los mercados locales es tarea exclusiva de ellas Una niña muestra un canasto con frutos del karité recién recolectados. Antes las hijas no asistían a clase para ayudar a sus madres durante los cuatro meses de temporada de la cosecha. Una mujer pone a cocer los frutos del karité para obtener la grasa, muy rica en nutrientes y vitaminas que usan para consumo doméstico o para su venta en el mercado. Una vez hervidos los frutos, se ponen a secar para extraer las semillas y llevarlas a la cooperativa. A lo largo de los años se han puesto en marcha diversas cooperativas en Benín formadas, gestionadas y controladas únicamente por mujeres. Nueces de karité secando al sol. Su consumo en alimentación se estima en unos 10 kilos por persona y año en África Occidental, según la FAO. Esta nuez posee, además, un beneficio esencial para las mujeres de la zona ya que repercute en su situación económica. El potencial comercial en origen es elevado, un verdadero estímulo para que, en Benín, docenas de proyectos se centren en formar esta cadena femenina y que estas actividades informales se desarrollen hasta transformarse en verdaderas empresas locales. Mila Nodar, junto a otros miembros de la Fundación Solidaridad con Benín, conoce una de las cooperativas inauguradas unas semanas antes en el pueblo de Bembereké. Con la Misión Interdiocesana de Fo-Bouré y las Dominicas de la Anunciata de intermediarios, han logrado poner en marcha ocho cooperativas en la comarca de Sinandé, al norte del país. Una joven muestra la nuez ya preparada para molerla una vez secada al sol. El principal problema al que se enfrentan las mujeres en Benín es el acceso a la financiación para poder crear una empresa propia y la falta de recursos y formación adecuados para mejorar sus aptitudes. Asiba muestra un puñado de nuez de karité recién molida. De ahí saldrá una crema espesa con apariencia de chocolate. La pulpa se come, con la almendra se hace mantequilla utilizada para cocinar los alimentos, la fabricación de cosméticos, jabón e incluso como sustituto del chocolate. Una joven espera su turno para continuar moliendo el karité en la cooperativa de Fo-Bouré. La llegada de las cooperativas trajo consigo el uso de nuevas máquinas que permiten multiplicar la producción y los beneficios. Mujeres de una misma familia muelen la semilla o nuez del karité. Además del ingreso de la mujer en la sociedad como motor económico, este tipo de proyectos "beneficia a las niñas que antes no iban a la escuela para quedarse cuidando la casa mientras su madre estaba en plena temporada de cosecha o yendo bien de madrugada a recolectar", añade Nodar. Asiba muestra la manteca del karité recién terminada con su color marfil característico. La dejarán secar y estará lista para su consumo y venta. Es altamente demandada para productos cosméticos por sus extraordinarias propiedades protectoras y regeneradoras de la piel. Una joven de etnia peul ante uno de los árboles de karité a las afueras de Fo-Bouré. Varias organizaciones españolas, como Solidaridad con Benín, Manos Unidas, Mensajeros de la Paz, han puesto en marcha en los últimos años diversas cooperativas formadas, gestionadas y controladas únicamente por mujeres.