14 fotosCon sus propias vocesLa odisea diaria de estos niños, obligados por los marabús a pedir limosna en las calles de Dakar. Un testimonio narrado por ellos mismos e ilustrado por DaudLusmore DaudaDakar - 15 abr 2017 - 10:16CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceCientos de niños talibés (estudiantes de escuelas coránicas), emprenden a diario su periplo por las calles de Dakar (Senegal) en busca de limosna. Es imposible no verlos, caminando con su cruz, masticando su hambre entre el caótico ajetreo de la ciudad. Una estampa tan repetida y cotidiana que termina siendo ignorada. La mayoría procede de comunidades rurales de la región de Kolda, al sur del país. Comparten el destino de haber dejado atrás sus hogares y su infancia al ser entregados por sus familiares a una 'daara' (escuela coránica), o cedidos a un 'marabú' (o 'morabito'), directores de estos centros, con el propósito de que reciban una educación religiosa y aprendan el Corán. Una vez en la ciudad, subsisten en precarias condiciones y son obligados a mendigar para financiarse, teóricamente, los gastos de manutención. Conviven con otros niños talibés, forjando entre ellos una especie de alianza. Hablan constantemente en plural usando el término "nosotros", reafirmando así su lugar dentro del grupo, donde se encuentran más a salvo y comparten las desdichas de una infancia rota. Sufren el desamparo, el anhelo de sus familias y los golpes de una vida que no eligieron. Detener los ojos ante los de estos niños no resulta fácil. Son miradas cansadas que no logran expresar ni tristeza, ni alegría y, en muchos casos, evocan el abismo. Niños sin infancia, sin amor maternal, sin un simple balón, sin escuela, sin hogar y sin comida suficiente. Son víctimas de un fenómeno permanente, consecuencia de un sistema religioso, educativo y económico muy arraigado. Un problema complejo que la caridad y la ayuda de los buenos corazones no resuelven. Que demanda soluciones políticas y medios contundentes para aplicar el cumplimiento de los derechos y la protección de los menores. Los talibés no sólo comparten las penas, también la pasión por el fútbol. Y todos, un sueño: “Ser el mejor jugador del mundo”. A la espera de tal quimera, ganan batallas al desaliento escribiendo sus nombres en la espalda de sus camisetas, emulando a jugadores multimillonarios. Mientras sobre el asfalto ardiente, tatúan a diario la huella de sus pies descalzos. Estos son algunos de sus testimonios, sus miedos e incertidumbres. Pero también sus sueños. (*) Para salvaguardar la identidad de los menores, en este reportaje no aparecen nombres reales (**) Artículo publicado con ayuda de la UN Foundation."Nuestros padres nos entregaron al marabú para recibir una buena educación. Cuando llegamos a la ciudad, él nos dio solo un poco de comida, porque no tiene suficiente para alimentar a todos sus talibés. Entonces, nos obligó a ir en busca de dinero y comida. Así que nos vamos a la calle a mendigar desde la mañana hasta la noche para conseguir dinero, esa es la voluntad de nuestro morabito. De mayor, quiero ser un buen estudiante”.“Nos levantamos a las seis de la mañana y salimos en busca de dinero. Necesitamos reunir unos 600 francos (un euro) al día. No logramos siempre esa cantidad y nos riñen acusándonos de pasar el tiempo jugando en la calle. También conseguimos arroz, azúcar y otras cosas para alimentarnos, pero el dinero que recogemos es para el morabito. Cuando regresamos al final del día y no hemos conseguido suficiente, tenemos miedo a las represalias; nos golpean en la cabeza y en la espalda. Algún día seré campeón de lucha tradicional y de karate”."Cuando mi padre me entregó al marabú, estuve mucho tiempo enfadado. Después, me hice amigo de otros talibés y fui olvidándome de mi familia. Al principio fue difícil, pero ahora estoy acostumbrado a vivir de esta manera. Ya sé cómo comportarme para evitar los abusos que suceden aquí en la 'daara'. Ahora, mis compañeros son como mi familia. Sueño con tener un balón y ropa deportiva. Quiero ser un buen jugador de fútbol”.“Antes, cuando estábamos recién llegados a la ciudad, nos gustaba mucho explorar las calles de Dakar. Pero ahora tenemos muchas obligaciones con el morabito y hay todo tipo de problemas y peligros. No estamos bien, y sufrimos maltratos en la daara. Nos obligan a caminar durante todo el día para mendigar. Tengo miedo de hablar más por las represalias. Me gustaría volver a mi pueblo con mi familia”.“Muchos de mis compañeros talibés quieren volver a su pueblo con sus padres. Pero yo no, ahora me gusta estar aquí en la ciudad, hay mucha animación en las calles y muchos restaurantes donde la gente nos da dinero y comida. Esto es muy diferente de nuestro pueblo, donde no hay nada de todas estas cosas. A veces, sueño que estoy en un bonito restaurante comiendo arroz con carne y pescado”.“Existen muchos peligros en la ciudad, sobre todo, durante la noche. Tenemos miedo de la policía que nos persigue para arrestarnos. Algunos compañeros talibés fueron atrapados por la policía y nunca más regresaron. Cuando duermo, a veces sueño que estoy tratando de hablar con mi madre y con mi padre, pero ellos no me responden. Algún día me gustaría poder ser un niño normal, ir a la escuela y no ser perseguido por agentes”.“Ninguno de nosotros hemos vuelto a ver a nuestros padres ni hermanos, ni a las personas que conocemos en el pueblo. Antes de llegar a Dakar, hemos tenido una buena vida y la echamos de menos. Si pudiera pedir algo, si alguien nos escuchara, solicitaría al Gobierno que ayude a los talibés a tener suficiente comida y una buena escuela. Sueño siempre con el fútbol porque es un deporte que puede dar un montón de dinero".“A veces sueño con mis hermanos y con mi pueblo natal. Otras, sueño que me persiguen unos atracadores y nos roban todo el dinero que hemos conseguido mendigando en la calle. Después, nuestro marabú nos pega una paliza porque no traemos nada de dinero. Pero mi sueño preferido, es cuando estoy jugando fútbol con los mejores y al acabar el partido yo soy elegido el mejor del mundo”.“Cuando termina el día, estamos agotados. Por eso nos gusta mucho la noche, porque es cuando podemos descansar. Dormimos todos juntos en el suelo sobre esterillas, no tenemos mantas o ropa de abrigo y pasamos frío. Cuando nos levantamos por la mañana, empezamos a caminar muy deprisa para quitarnos el frio del cuerpo. Y esperamos que salga el sol para calentarnos un poco. Quiero dejar esta vida, estoy cansado. ¿Por qué no puedo tener una vida normal?”“Hay personas que viven cerca de la casa del 'morabito' y nos traen comida preparada. Esos días podemos comer algo por la mañana temprano antes de salir a pedir limosna. Pero la mayoría de nuestros alimentos lo encontramos en la calle o buscando en la basura. A veces estamos enfermos y nos duele el vientre por comer cosas en mal estado. También tenemos heridas en los pies y en las piernas que nos duelen al caminar. Me gustaría ser un gran jugador de fútbol en un equipo de Europa”.“Me acuerdo de un mal sueño. El marabú me ordenó mendigar en las calles. Fui y volví tarde sin traer nada de dinero. Me agarró y me golpeó mucho. Mientras soñaba, grité. Un compañero talibé me despertó para preguntarme lo que me pasaba y por qué estaba gritando. Mi deseo es jugar al fútbol siempre, es el momento en el que estamos más contentos”.“Nuestros padres saben que estamos mendigando en las calles, saben que no estamos bien, pero no pueden hacer nada. Para nosotros ya es demasiado tarde para empezar a estudiar en una escuela, pero podemos hacer otras cosas como trabajar. Pedimos al Gobierno que haga algo para que tengamos un futuro, que nos enseñen un oficio, que nos ayuden a lograr un buen trabajo en proyectos agrícolas, para tener una vida mejor. Sueño con ganar dinero para ayudar a mis padres”.“Si pudiéramos elegir, nos gustaría mucho ir a la escuela para aprender a leer y escribir en francés. Y en los ratos libres estudiar el Corán. Es lo que hacen los niños normales. A veces, pienso en lo que queremos para el futuro, y nos gustaría llegar a ser personas normales con una casa, un coche y casarnos con mujeres hermosas. Queremos ser felices, porque somos jóvenes y el futuro está delante de nosotros".