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Tentaciones
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Sin filtro

Sobreviví a la 'ruta Sabinera' por el metro de Madrid

Así fue la acción promocional que estrenó las canciones del nuevo disco de Joaquín Sabina en el subsuelo madrileño, haciendo sonar una canción en cada estación. Una buena gymkana

Con un poco de imaginación y bastante tiempo libre, la Ruta Sabinera, una excursión subterránea que organizaron ayer por los rincones de metro Madrid para escuchar en exclusiva el nuevo disco de Joaquín Sabina, Lo negaré todo, no pintaba mal. No soy fan. Mi única aproximación con el artista fue casual. Recuerdo aquella cinta de un señor con medias de rejilla al lado de los casetes de Xuxa y que, a pesar de desconcertarme, mi yo infantil elegía siempre Ilari lari le. Tampoco me he hecho fan después de esta gymkana, pero admito que la ruta sabinera es una buena radiografía humana.

La excursión arrancaba en Chamartin pero, como me lo disfrazaron de gran hazaña, me lo tomé como tal. Empeñada en vivir mi propia aventura, me dirigí a Callao y sin sombrero, donde sonaría Lágrimas de Mármol, canción que representaba muy bien lo que yo sentía. Vamos, lo que sentiría cualquier millennial condenada a los subsuelos y al ostracismo en una tarde primaveral. Al montar en la línea 5 pensé que alguien había organizado un boicot. Dos adolescentes con un altavoz reproducían para todo el vagón Despacito, de Daddy Yankee. Algunos pasajeros la cantaban y otros movían ligeramente la cabeza, no sé si al ritmo de la canción o por el vaivén del metro. Pero nada más lejos de la realidad, parece que el loro de los noventa se ha reinventado y ahora lo que mola es ir con un altavoz pegado al móvil.

Como en Callao no conseguí encontrar el punto sabinero me dirigí a Moncloa. Totalmente ajenos al ritmo de Lo niego todo, la gente seguía su destino. Quizás el metro, con tanta prisa y tanto bullicio no era el mejor sitio para presentar un disco. Unos chicos discutían qué presentadores de televisión llevaban peluquín (nombres que por cierto no reproduciremos al no contrastarlos) y otros hablaban de sus clases y de quién se encargaba de la cachimba del fin de semana.

Panorama en la estación de Nuevos Ministerios
Panorama en la estación de Nuevos Ministerios

La escena más tierna de la ruta se podría vivir en Nuevos Ministerios. Una pareja de adolescentes, ella con chaqueta de flecos y él con cazadora vaquera, se abrazaban al ritmo de Sin pena ni gloria. Al terminar el tema, el pobre sucedáneo de Sabina que tenían allí tocando la guitarra durante horas levantó el bombín en señal de agradecimiento. Mientras, unas señoras discutían por los turnos de la noche.

Más desconcertados estaban los viajeros del trayecto de Plaza Castilla que se encontraron la siguiente estampa: dos altavoces gigantes, escoltados por dos hombres de igual tamaño, y la voz ronca del cantante. Todos se miraban de reojo. Unos observaban el hueco en busca de algo, en busca de un holograma al menos, (creo que en ese momento el pseudo Sabina estaba descansando). Los de seguridad los miraban también desconfiados por si alguien se atrevía a llevarse el equipo. El ambiente era tan tenso que por un momento creí que me habían robado la cartera. ¿Qué estoy haciendo aquí? era la canción del momento y yo me pregunté lo mismo.

Panorama del trayecto que une Moncloa con Argüelles
Panorama del trayecto que une Moncloa con Argüelles

Después de dos horas de idas y venidas, recordé que tenía una vida y que había quedado. Lo bueno, es que pude utilizar la excusa de que llegaría en breves, que ya estaba en el metro. Elegí mi última parada, Argüelles. O eso creo, porque me sentía muy desorientada. Allí una cantante también con sombrero reproducía Postdata. A su paso, una señora algo confusa intentó dejarle una moneda. Frente a la cantante, un grupo de chicos y chicas, no más de veinte años, escuchaban emocionados, la canción en bucle.

- ¿Vosotros no preferís el trap?

- Claro, también escuchamos trap

- Pero estas son canciones para hacer el amor.

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