Cómo combatir el machismo haciendo 'trap' y 'reggaeton'
Una nueva generación de chicas jóvenes está llegando en la música española a terrenos en los que reinaban los hombres. No forman parte de ninguna escena conjunta pero tienen mucho en común: no se consideran feministas, triunfaron gracias a Internet y han crecido en pleno extrarradio
"Lo que me atrae del trap es la forma de contar las cosas, todo muy crudo y provocador, vacilando constantemente, hablando de cosas feas: de putas, de droga y de dinero. Es muy punki, da igual todo". La que habla es Zowie (23 años), una chica nacida en París que ha pasado por Granada, Marsella, Londres y, ahora, Barcelona. Para ella, esta variante sureña y electrónica del rap es "una forma de sentirme poderosa, aún no teniendo nada". A través de amigos comenzó a hacer sus propios temas. "Un día, de guasa, aproveché un mini estudio que nos habíamos montado en casa y grabé Raxeta". Ella revindica con orgullo ese término, adaptación de la palabra inglesa ratchet, que surgió para denominar despectivamente a las chicas de barrio que visten de manera llamativa. "Para mí, una ratchet es alguien como yo, una chica de barrio, humilde, que lleva ropa barata e imitaciones de marcas de lujo, y de forma algo provocativa". Además de a sus amigos de Pxxr Gvng —su pareja es su líder, Yung Beef—, ella destaca a otras chicas dentro de la escena actual, como la ahora inencontrable Somadamantina ("en el trap es la mejor de España sin duda, y creo que pronto volverá") o a sus amigas Tomasa del Real o Ms Nina, a las que define como "las mamis del reggaetón".
Esta última es Jorgelina Andrea Torres, argentina de 25 años que, a los 14, llegó con su familia a Motril (Granada). "Al principio fue duro, no conocía a nadie, pero mis padres querían para mí una vida mejor", recuerda. Comenzó a expresarse a través de collages digitales que colgaba en Tumblr —y hoy vende en la galería Espacio Ananas— impregnados de la estética con la que había crecido ("de chica veía mucho MTV. Madonna, Britney… todo eso"), pero la música le ganó terreno. También arrancó con pocas ambiciones, con una canción "medio de broma", Pesao, sobre los comentarios de ciertos chicos en la red. "Solo quería hacer una cosa divertida. Pensé: 'Para qué voy a hacer trap, hablando de calle y de drogas, si yo no he vivido eso en mi vida". Por eso se decidió por ritmos más cercanos al reggaetón, para hacer "música para bailar", que compagina con sus collages y su trabajo de camarera los fines de semana.
Nina habla de Tomasa del Real como, "la primera mujer que conocí que hiciese reggaetón". Esta chilena de 29 años cree que ese estilo "se ha convertido en el pop de Latinoamérica. Habla de otras cosas, más reales, más cercanas a la vida cotidiana, en vez de cosas tipo Disney. Quizás hoy buscamos más sinceridad que adornos y más evasión que sufrimiento". A pesar de vivir en Iquique, donde abrió un estudio de tatuaje hace unos años, tiene una relación fluida y colabora con músicos españoles afines. "Hace poco llegué a Chanel, que es buenísima, y Bad Gyal también", cuenta.
Se refiere a las más jóvenes de esta generación de chicas. De padres argelinos, Tania Chanel ha vivido en Jerez y Mallorca y, a sus 16 años, es una de las últimas revelaciones de la escena trap, gracias a canciones como Manita de Fátima o La corona es mía, en la que su voz bañada en autotune canta "Letizia que se joda, yo tengo la corona". "Ahora veo que han salido muchas tías, y eso mola. Antes solo había tíos", afirma. Si ella es una de las recién llegadas, la catalana Bad Gyal no lo es menos. A sus 19 años, comenzó a cantar sus propios temas hace poco más de seis meses. "De pequeña me flipaba Destiny’s Child y Sean Paul", recuerda, y de ahí profundizó en estilos como el dancehall o el trap. En el estudio de sus amigos Pawn Gang grabó su primera canción el pasado octubre. "Quería probar mi voz con el autotune, me hacía gracia. Nos hicimos un tema así, de risas, y vimos que molaba la cosa". A eso le siguieron más, y una versión del Work de Rihanna que acabó por disparar su popularidad online,sin que haya dejado todavía su trabajo en una panadería. Como sus colegas de Pawn Gang, utiliza el catalán dentro del sonido del trap —"pero no es nada comprometido políticamente ni reivindicativo", aclara—, aunque últimamente lo combina con castellano.
Casi todas ellas se conocen, en la vida real o a través de Internet. Muchas han colaborado entre sí o son amigas, y se referencian mutuamente a pesar de que no practiquen exactamente los mismos géneros. Pero todas coinciden en un mismo mensaje: ya era hora de que surgieran más chicas dentro de estilos que parecían, en las formas y en sus protagonistas, manejados exclusivamente por hombres.
"Una princesa, no una guarra"
"El reggaetón también puede ser machista, porque a veces ponen a las mujeres en situaciones vejatorias"
En los últimos meses, varios conciertos de trap se han cancelado tras presiones de grupos feministas. Es uno de los grandes estigmas del género, en bastantes ocasiones ganado a pulso: en su representación visceral del sexo, las mujeres a menudo son cosificadas, cuando no humilladas. "El reggaetón también puede ser machista, porque a veces ponen a las mujeres en situaciones vejatorias", concede Ms Nina. "Pero ahora hay más chicas", añade esperanzada. ¿Cómo se enfrentan ellas a esta situación? Para algunas, como Bad Gyal, supone un conflicto, pero también una oportunidad de cambiar las cosas. "Estos estilos no son nuestros. Nos los hemos apropiado de otra cultura", asume. "Tienen cosas muy buenas, pero también malas. Yo intento que en mi música no pase eso, y dar un mensaje distinto. Nunca voy a permitir que se me pise, o que un hombre piense que es más que yo".
Ninguna de ellas se define abiertamente como feminista, pese a que gran parte de su mensaje lo sea. "La igualdad entre hombre y mujer es lo que más quiero, y me jode que no sea así", continúa Bad Gyal, "pero ahora mismo no me gusta decir 'sí, soy feminista', porque a saber qué va a entender la gente con eso". Lo que sí tienen claro es la actitud machista con la que se han encontrado, y que es evidente en los comentarios de sus vídeos en YouTube, su principal canal de difusión. "Cuando empecé, había gente que me decía '¿qué hace saliendo de la cocina?' o 'ahora las tías hacen trap, ¿de qué van?'. Pero ahora, como hay más chicas, te dicen menos cosas", cuenta Chanel. Tienen claro que, por el hecho de ser mujeres, muchos hombres las consideran un blanco fácil. Otras veces, los ataques no están basados en que practiquen estilos que algunos consideran masculinos, sino con el contenido sexual de algunas letras o en la manera en la que visten o muestran su cuerpo. "A mí todos los días me llegan comentarios que dicen que por qué enseño el culo", cuenta Ms Nina, cuya canción Chupa chupa contiene la frase "soy una princesa y no una guarra". "Es mucho más fácil criticar a una tía que a un tío", continúa. "Un chico puede decir cualquier cosa... ¿y por qué yo no?".
Pero, al igual que la palabra feminismo les ha sido sesgada por el entorno hasta no querer hacerla propia, ellas también han hecho lo mismo con otros términos. Nina cuenta como hizo unas pegatinas con la palabra "puta", habitual en muchas letras de trap hecho por chicas desprendido de todo su significado negativo. "Es una palabra que he escuchado tantas veces… Siempre que voy por la calle la veo en alguna pintada. Pero, para mí, no es despectiva: puta es como una tía que tiene los modales de un hombre. Es una palabra con mucho poder", asegura. "La Zowie tiene un tema que se llama Puta con ese juego, y es brutal", explica Bad Gyal. "Podemos hacer con las palabras lo que nos dé la gana. Si me dices puta, yo estoy por encima y te giro la palabra. Yo tengo el poder, decido yo". Al igual que ha sucedido con nigger en el rap estadounidense, han desposeído a un insulto de su poder para reutilizarlo con orgullo. "Cuando uso la palabra 'puta', me refiero a una chica, o a un chico", aclara Zowie. Algo similar explica Chanel: "Si yo digo 'tengo a mis putas detrás' quiero decir que soy la que manda. Para mí, significa 'chicas', simplemente". "Es una palabra que salió de la oscuridad a estar sin miedo rondando entre nosotros", dice Tomasa. Que quede claro: putas somos todos.
El triunfo no es silencioso
"La mayoría de los artistas que hacen trap eran o son pobres, y no tienen acceso a oportunidades. Cuando vacilamos de dinero es para enseñar al mundo que tú también puedes tenerlo"
Si el machismo ha sido siempre uno de los males más señalados dentro de géneros como el trap o el reggaetón, otra crítica habitual apunta a su pulsión consumista. En algunas de sus canciones abundan los nombres de marcas, y en la imagen de sus intérpretes es habitual que se haga alarde de ropa de lujo, joyas o, directamente, fajos de billetes. "La fascinación por el dinero y el lujo es fruto de las desigualdades de la sociedad", explica Zowie. "La mayoría de los artistas que hacen trap eran o son pobres, y no tienen acceso a oportunidades. Cuando vacilamos de dinero es para enseñar al mundo que tú también puedes tenerlo, aún siendo marginado por el sistema". "Para mí supone un dilema", confiesa Bad Gyal.
"Yo soy súper friqui de las marcas, me encantan las cosas caras. Yo puedo hacer un tema y decir que quiero esto y lo otro, y que lo voy a conseguir yo sola, y hay gente que puede entender que es un discurso supercapitalista o superficial, pero es una cosa importante para mí, para sentirme yo". Quizás, entonces, el problema no sea de la música en sí, sino de la sociedad que ha propiciado que existan brechas tan profundas. "El trap y el reggaetón vienen de la calle. Haces música sobre lo que te pasa, que, por lo general, no es tan lindo", resume Tomasa. "Es aspiracional. Poder salir de la realidad en la que estás y tener plata para dejar de preocuparte por sobrevivir. Las marcas, los logotipos y el oro son el trofeo que consigues cuando lo logras. No es un triunfo silencioso; es un triunfo que quieres compartir y celebrar con el mundo".
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