Donde parece que la vida no puede abrirse paso, existen unos espacios donde ésta bulle con toda su intensidad: son los jardines de mujeres, terrenos agrícolas divididos en huertos de unos 25 metros cuadrados que pertenecen a las casadas de la aldea. En la imagen, una madre saca agua del pozo en el jardín de Kolonia, una localidad de unos 700 habitantes perteneciente a la comuna de Djedougou.Lola HierroMariam Coulibaly (a la derecha) y una vecina muestran a cámara a sus nietos en el jardín de Kolonia. Los niños son los principales beneficiados de una de las ventajas de estos huertos: que son una vía para diversificar la alimentación de las familias en una zona donde la malnutrición, y muy especialmente la infantil, es un enemigo al que se combate a diario. En Malí afecta a un tercio de los menores de dos años según el Programa Mundial de Alimentos.Lola HierroNo habría vergel en medio del desierto de no ser por la mejora del acceso al agua en los huertos. En el de Kolonia existe un pozo cisterna que se llena gracias a una bomba eléctrica, por lo que las mujeres no tienen que hacer esfuerzos para hacer que el agua suba.Lola HierroEl pozo de Kolonia funciona gracias a un panel solar que las señoras limpian a menudo con paños. Comienza a funcionar en cuanto sale el sol, sobre las seis de la mañana, y ya generan energía para accionar la bomba y llenar el depósito, de unos ocho mil litros.Lola HierroLas mujeres son las únicas propietarias de los huertos; todo lo que producen y venden es para ellas,. El beneficio no equivale ni de lejos a un sueldo completo pero sí les supone un dinero extra que ahorran para velar por la salud de sus hijos. Si uno enferma, ella tiene dinero para pagar al médico. En la imagen, unas mujeres riegan sus cultivos en el jardín de Fiankala, en la localidad de Beleko.Lola HierroLos niños mayores son una ayuda muy importante para sus madres y abuelas: comparten con sus madres la pesada labor de regar los cultivos y cuidan de los más pequeños, como esta niña del jardín de Kolonia, que lleva a su hermana menor a la espalda.Lola HierroDocenas de mujeres trabajan en el huerto de Kolonia. Ellas son quienes solicitaron a los líderes comunitarios un permiso para tener un pedazo de tierra en el que plantar alimentos. El proyecto fue financiado por la Ong Osalde.Lola Hierro“A mí el jardín me ha ayudado mucho para hacerme cargo de pequeñas necesidades, sobre todo para cuidar de la salud de los niños”. Son palabras de Mariam Coulibaly (a la izquierda), de 50 años, con 10 hijos, tres nietos y la responsabilidad de alimentar cada día a 16 personas.Lola HierroLechugas, tomates, chalotas, berenjenas, ajos... Todos los productos que se cultivan en los jardines de mujeres son vendidos cada sábado en el mercado de Beleko, al que acuden miles de personas de diversos puntos de la región.Lola HierroA la sombra de un mango, Jacqueline (a la izquierda, con un barreño sobre la cabeza) pela ajos y presencia una reunión con varias propietarias del huerto en la que se habla de la dificultad de alimentar a familias enteras con los recursos disponibles. Todas las mujeres han conocido de cerca las consecuencias del hambre.Lola HierroLas ajadas manos de Jacqueline enseñan un tomate y una berenjena de su huerta. Las legumbres y la fruta han diversificado la alimentación de los niños, pero siguen sin tener acceso a muchos alimentos adecuados para su crecimiento de un niño. La malnutrición persiste.Lola HierroEl centro de salud de Beleko abre cada miércoles a las ocho de la mañana una consulta específica para trata la desnutrición infantil. En la imagen, la enfermera, obstetra y coordinadora del programa Madame Khadida Dembele y un enfermero pesan al pequeño paciente Bakary Coulibaly.Lola HierroBakary Coulbaly, de 23 meses, pesa 10 kilos. Fue llevado por primera vez el 29 de diciembre de 2015 con malnutrición severa y 'kwashiorkor', una enfermedad que se da cuando se sufre una carencia de proteínas y otros micronutrientes. Su peso entonces era de 8,3 kilos.Lola HierroHoy Bakary se ve muy recuperado. La cinta que mide el perímetro de su brazo señala que ha salido de la zona de peligro: si midiera menos de 11 centímetros significaría que padece malnutrición severa aguda, pero da 14. Se ha recuperado gracias al Plumpy Nut, el complemento terapéutico que salva millones de vidas en los países más pobres: 500 kilocalorías a base de cacahuetes, vitaminas y minerales.Lola HierroEl agua contaminada transmite enfermedades de transmisión hídrica que ponen en peligro incluso la vida de los niños. Desde que en Beleko hay pozos, Madame Dembele ha notado una reducción de casos pero no sabe precisar en qué medida. Un repaso al libro de decesos de 2014 y 2015 revela tan solo tres muertes por diarrea, y tres por una combinación de diarrea, anemia y paludismo. “Pero hay que tener en cuenta que muchos se mueren en sus pueblos, no llegan al centro de salud”, advierte la enfermera.Lola HierroA mediodía, media docena de menores han sido medidos, pesados y diagnosticados por la enfermera, que cierra la consulta tras examinar al último paciente. A todos les receta Plumpy Nut y una dieta variada. No todas las madres, por desgracia, pueden permitirse dar a sus hijos nada más allá del to, que es una masa hecha a base de harina de mijo o maíz cocida durante horas.Lola HierroUnas niñas de Beleko juegan en la fuente instalada en el centro de su aldea. En ese círculo vicioso de carencias, los jardines de mujeres no son una solución infalible, pero estos y la mejora de otras infraestructuras como la mejora de la calidad del agua gracias a puntos de acceso limpios pueden acabar salvando más de una vida.Lola Hierro