Hungría ante la crisis de refugiados
En los últimos tiempos muchas veces se hace un paralelismo inaceptable y falso entre la situación de la crisis migratoria actual y la de los refugiados húngaros del 1956, cuyo sexagésimo aniversario celebramos este año. La crisis migratoria actual es, sin duda, el mayor reto al que la Unión Europea tiene que enfrentarse. Ante todo, tenemos que subrayar que Hungría desde el primer momento abogó por cumplir con las obligaciones europeas, como la defensa de las fronteras exteriores y por acoger a los verdaderos refugiados que llegan de forma legal. Si todos los Estados miembros hubieran actuado así, no se necesitaría restringir la zona Schengen. En cuanto a los paralelismos entre el flujo migratorio de 1956 y la crisis actual, primero hay que recordar que los húngaros, hartos del régimen autoritario y comunista que fue impuesto sobre ellos por las tropas soviéticas después de la Segunda Guerra Mundial, querían vivir en libertad y decidir sobre su propio futuro. Por esto se revelaron contra la opresión soviética. Pero la libertad solo les duró dos semanas ya que luego fueron derrocados por los tanques soviéticos y por el silencio de Occidente. Durante las represalias que siguieron a la derrota de la revolución, 26.521 personas fueron condenadas sin ningún tipo de garantía judicial por su participación en ella, de las cuales, 229 fueron ejecutadas. Trece mil personas fueron trasladadas a campos de trabajo y trescientas mil fueron puestas bajo vigilancia policial y secreta del régimen comunista. En esta atmósfera tan dura, 211.000 personas decidieron huir del país, para evitar la muerte o la cárcel. Aquí cabe citar a Richard Nixon, en aquel tiempo vicepresidente de EE UU, que al visitar un campamento de refugiados húngaros en Austria en el noviembre de 1956, pronunció lo siguiente: "El número de aventureros y de los que abandonaron Hungría por razones puramente económicas es relativamente pequeño". También hay que mencionar que la mayor diferencia que existe del flujo de refugiados de aquel entonces y el flujo migratorio de hoy, es que los húngaros que huyeron de las represalias, en todo momento respetaron las normas de los países que les acogieron, a pesar de que muchos de ellos tenían que esperar incluso años en campos de acogida cerrados en Austria, el primer país seguro hasta que otros países iban aceptándoles, según cuotas internacionales. No exigieron elegir ellos su destino, no protestaron contra el hecho de ser registrados, no quisieron dictar ellos las reglas. Por tanto, los que hacen estos paralelismos falsos perjudican duramente la memoria de aquellos que lucharon por la libertad en medio de una opresión soviética que dividió a Europa en un mundo libre y un mundo reprimido.— Eniko Gyori, embajadora de Hungría en España.
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