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Tentaciones
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Seis cosas que hay que hacer (y seis que hay que evitar) en una ceremonia de los Goya

Tiramos de hemeroteca para repasar lo que queremos que se repita y lo que deberíamos desterrar definitivamente de la gala

Enrique Alpañés

Poco importa que no hayas visto las películas nominadas (no te preocupes, casi nadie lo ha hecho). Poco importa que no sepas nada de moda, o que prefieras dedicar la noche del sábado a otros menesteres. Vas a acabar viendo la ceremonia de los Goya, o al menos hablando de ella. Así que pongamos las cartas sobre la mesa, ¿qué es lo que quieres ver? ¿Qué es lo que todos deberíamos esperar de una ceremonia como esta? Como llevamos unas cuantas ediciones a la espalda (29 ni más ni menos) tenemos ya un cierto bagaje y podemos establecer lo que está in y lo que está out en “la gran fiesta del cine español” (esta expresión, por ejemplo). Resumiendo, en la perfecta gala de los Goya...

Hay que Intentar

Reverenciar a Penélope Cruz. No solo es la musa de Almodóvar, es la musa de los Goya. Da igual que la de Alcobendas esté o no nominada, da igual que acierte con su modelito o que parezca vestida por su peor enemigo -sí, ahora parece inconcebible, pero la hemeroteca existe y es cruel-. Los flashes en la alfombra roja son siempre para ella, con razón, y las bromas del presentador de turno también.

Penélope Cruz gana el Goya a Mejor Actriz Protagonista en 2007

Confiar en tu diseñador de cabecera. En esto la maestra es Blanca Suárez, siempre fiel a Elie Saab y Zuhair Murad. Quizá un poco demasiado fiel. A este paso no es difícil imaginarse a la actriz dentro de 20 años con un diseño bien de pedrería y transparencias. Fidelidad, sí, pero sin pasarse. Una cosa es confiar y otra encargarle tu vestuario de aquí a las próximas 20 temporadas, algo que solo pueden permitirse gente como Mark Zuckerberg o Pitufina.

Disfrutar de la velada. O aparentarlo. Esto es la fiesta del cine. Y se retransmite. En directo. Eso significa que va a haber unas cuantas cámaras y es muy probable que pillen a alguien en un renuncio, así que los invitados deben sonreír y aplaudir histéricamente como haría un adolescente en un concierto de Justin Bieber (una adolescente que no sea Justin Bieber, es justo esa la actitud que hay que evitar). El año pasado la actriz Sandra Martín no siguió este consejo y su GIF forma parte ya de la antología histórica de los Goya. Su lánguido aplauso parecía más digno de Maria Antonieta que de una actriz en la fiesta del cine.

Saber combinar no solo tu outfit sino el de tu pareja. Las celebrities lo saben bien: los perros y los acompañantes son, en según qué eventos sociales, el mejor de los complementos. Está claro que una persona no es lo mismo que un perro -ni que un bolso, según qué bolso- pero la moda no entiende de moral y un acompañante bien conjuntado puede asegurarte un montón de atención. En esto los reyes indiscutibles de la noche suelen ser la actriz Macarena Gómez y su marido Aldo Comas. Visón para él, encaje para ella, gafas de sol, peinados imposibles... Su combinación a veces gana y otras pierde, pero siempre da un puntito de originalidad a una alfombra que no destaca por ser muy arriesgada.

Posar de forma natural. Los contorsionismos de ciertas actrices delante de las cámaras -no miramos a nadie, Elsa Pataky- son un tanto sonrojantes. Se plantan delante de las cámaras y ejecutan posiciones imposibles sin perder la sonrisa, como gimnastas bielorrusas de elasticidad sobrehumana. Se comenta entre los asiduos de la gala que más de una vez los fotógrafos han dudado entre disparar sus cámaras o sacar unas enormes cartulinas con su votación. Y es que una cosa es posar y otra emular a Nadia Comaneci.

Premios Goya 2008.Alfombra y mini resumen del 2007.

Ser breve en los discursos. En 2013, el senador republicano Ted Cruz dió un discurso de 22 horas para alargar la aprobación de la reforma sanitaria de Obama y eventualmente frenarla. Esta técnica, que se conoce con el nombre de “filibusterismo”, es muy habitual en la política estadounidense. Y en las galas de los premios Goya. El año pasado la retransmisión rozó las cuatro horas, una duración solo apta para sonámbulos, fanáticos del cine y familiares de los premiados. Basta.

Hay que evitar

Nominar a todo actor extranjero que se digne a hacer una película española. Viggo Mortensen, Ewan McGregor, Naomi Watts, Nicole Kidman, Rachel Weisz, Ryan Reynolds… Hasta hace poco, cualquier actor de Hollywood que se dignara a participar en una producción española tenía garantizada una nominación al Goya. Otra cosa es que lo consiguiera, pues las candidaturas estaban más encaminadas a conseguir su presencia que a concederle el premio. Aún así muy pocos han sido los que han recalado en la gala a pesar de su nominación. Este año Emma Watson y Ethan Hawke han roto la tradición (que continúan no obstante Tim Robbins y Juliette Binoche) y ni siquiera están nominados. Ellos sabían que se iban a quedar sin premio. Nosotros, que nos íbamos a quedar sin su presencia.

Viggo Mortensen y Ariadna Gil Goyas

Los comentarios racistas. Aquí no tenemos un movimiento tipo #GoyasSoWhite, denunciando el racismo de las nominaciones, pero tenemos unos comentaristas que harían parecer a los miembros de la Academia de los Oscars una panda de hippies fanáticos de la multiculturalidad. En 2014 Jesús María Montes-Fernández, el experto en moda que escogió TVE para comentar la gala, hizo el siguiente comentario: “Volvemos a ver a Juana Acosta, racial, colombiana pero guapísima, parece española, ¿no?”. Sin comentarios.

Las alfombras verdes. No somos diseñadores de interiores y nos dan un poco igual las tendencias cromáticas del 2016 (por cierto, el rosa cuarzo va a arrasar esta temporada). Pero si algo sabemos es que la alfombra roja tiene que ser roja. No parece demasiado complicado de entender. Afortunadamente, la cordura se impuso en 2012 y la moqueta verde del pasado -patrocinador obligaba- se guardó en un desván. Esperamos que para siempre.

Pasarse de sexy. Paz Vega ya lo había mostrado todo en el cine con Lucía y el sexo, así que en 2002 apareció con un diseño de Hannibal Laguna que bien podrían hacer las veces de picardías. Su vestido dio mucho que hablar, pero eso parece haber importado poco a la intérprete sevillana, que desde entonces ha hecho de su falta de pudor (y en ocasiones de gusto) un estilo propio. Cada uno es libre de vestir lo que quiera, faltaría más, pero hay situaciones, ocasiones y momentos, y la gala que celebra el glamour de la industria cinematográfica española no parece el mejor lugar para enseñar las bragas.

Leer mal el sobre del ganador. Son solo un par de nombres y apellidos - o un solo nombre y a voz en grito si optas por el estilo penelopista- pero hay que mirarlos bien. Uno de los momentos más bochornosos de la historia de la gala nos lo regaló hace un par de años Adriana Ugarte al leer mal el nombre del ganador a mejor canción. El error fue enmendado mientras los falsos ganadores ya estaban celebrando entre abrazos un premio que nunca llegó. Mal.

Los números musicales. No te lo perdonaré jamás Resines. Jamás. El día que Antonio Resines perpetró el número musical más bochornoso de la historia de los Goya (y mira que el listón estaba alto) Cayetana Álvarez de Toledo debería tener el móvil apagado o fuera de cobertura, porque si no habría publicado un tuit muy similar al que encabeza este apartado. El Langui había compuesto la canción que rapeaba Resines, pero suponemos que sobre el papel era algo más que balbuceos y jadeos esparcidos por golpes de aire. La cara del rapero, presente en el escenario en ese momento, lo decía todo: “tierra tragale”.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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