_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿‘Quo vadis’ Europa?

De poco sirve que el BCE siga inyectando dinero en los circuitos financieros hasta 2017, si este dinero luego no llega a “la economía terrenal”

En los últimos meses la Unión Europea ha pasado a ocupar un segundo plano en el panorama político español. En lugar de aprovechar el viento de cola en la economía española, provocado por factores externos como el bajo precio del petróleo o las políticas de inyección de liquidez del BCE y la relajación de los recortes, para proponer un plan de modernización económica y elevar las condiciones de vida de la población, Rajoy ha jugado a corto plazo de forma electoralista, tirando con pólvora del rey concediendo ventajas fiscales a los que más ganan, al mismo tiempo que duplicaba el déficit de la Seguridad Social. Declara que “el presupuesto de 2016 ya está aprobado”, haciendo oídos sordos a los dardos lanzados por distintos mandatarios europeos que coinciden en un mismo punto: esos presupuestos son puro humo y para cumplir con el objetivo de déficit, España deberá volver a retomar la senda de los ajustes y los recortes, entre 5.000 y 9.000 millones de euros. La austeridad ha generado en Europa una espiral de endeudamiento, nuevos recortes, dinámicas de desigualdad y, finalmente, un mayor volumen de deuda en relación a un PIB en horas bajas. Las contrarreformas laborales, que precarizan las condiciones de trabajo, provocan inseguridad entre la mayoría de la gente y hacen descender el peso total de los salarios sobre el PIB.

Sin embargo, los presidentes del Eurogrupo y de la Comisión Europea exigiendo nuevos ajustes inflexiblemente desvelan una autoridad en horas bajas. Portugal y su nuevo Gobierno de izquierdas ni siquiera ha enviado aún los presupuestos de 2016 a Bruselas, la Francia de Hollande establece que su gasto militar no se incluirá en el cómputo del déficit, Renzi avisa a Juncker de que Italia no se arruga y de su importancia estratégica, Alemania mira para otro lado cuando se le pide invertir en aumentar la demanda interna y evitar el abultado superávit comercial del 8% y Polonia se aproxima aún más hacia el autoritarismo político.

España precisa de redistribuir renta, subir el salario mínimo y fortalecer la negociación colectiva
Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El problema de esta ausencia de reconocimiento de auctoritas europea estriba en la dirección que pueda llegar a tomar en un futuro cercano: si nos dirigimos hacia un repliegue nacional egoísta o hacia la posibilidad de fundar una Europa asentada sobre fundamentos democráticos, eso sí, que se construyen y se asaltan mejor, como decía Gramsci, desde la ricognizione del terreno nacional. No habrá una integración fiscal, ni un diseño europeo democrático, construido desde otra instancia que la nacional, al menos, en un primer momento.

De poco sirve que el BCE siga inyectando dinero en los circuitos financieros hasta 2017, si este dinero luego no llega a “la economía terrenal” y acaba depositada y congelada en Fráncfort, porque sus intermediarios, los grandes bancos, no hacen llegar el crédito a familias y pymes. El FMI, la OCDE y Draghi empiezan a apostar tímidamente por promover una política fiscal expansiva que acompañe a la bajada en el precio del dinero. España precisa de redistribuir renta, subir el salario mínimo y fortalecer la negociación colectiva, aplicar una reforma fiscal e impulsar un nuevo acuerdo europeo basado en unas condiciones mínimas dignas de vida para la mayoría.

Europa debe dejar de ser aquello que las élites ordoliberales alemanas entendían como una comunidad de estabilidad presupuestaria, y avanzar a dar pasos para convertirse en una comunidad basada en eso mismo que indica la palabra, el común de sus habitantes. España puede ayudar a impulsar dicho cambio. Cualquier presidente que busque apostar por cambiar España debe tener una agenda europea clara, pues no hay política social posible, si no se revierten los recortes y se derogan las dos últimas contrareformas laborales. Es condición sine qua non poner fin a la austeridad para cambiar nuestro país y Europa. El resto es ilusión. El retorno de Europa como signo y como realidad política se impone.

Jorge Moruno y Rodrigo Amírola son, respectivamente, responsable de Discurso y coordinador de la Secretaría Política en Podemos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_