Shimonoseki, el pueblo que hizo reclamo turístico a un pez letal
Desde tiempos inmemoriales los pueblos han bregado para encontrar un producto gastronómico que les definiera e hiciera las veces de reclamo turístico. Tenemos muchos ejemplos patrios:las corbatas de Unquera, las mantecadas de Astorga o los miguelitos de La Roda. Lo que no podía imaginarme es que en Shimonoseki, una ciudad de Japón, eligieran como referencia culinaria al pez globo, que si lo preparas de forma errónea... ¡es más letal que la cicuta!
El pez globo es un simpático habitante de los arrecifes al que todos los buceadores le tenemos simpatía por su cara de buenazo y porque no huye cuando te acercas. Si le tocas mucho las narices se hincha como un globo y despliega una panoplia de espinas venenosas; razón por la cual sus vecinos del barrio suelen dejarle tranquilo.
Pero el pez globo no solo es un malasombra bajo el agua. En su hígado, sus glándulas genitales y partes de la piel contiene un poderoso veneno, la tetrodotoxina, que si te la comes...¡ríete tú del cianuro! Un mísero pez globo tiene veneno dentro como para acabar con los comensales de medio banquete de bodas.
Y diréis: bueno, si es tan letal, nadie osará comerlo, ¿no? Ya. En un mundo en el que hemos inventado el puenting y el balconing, ¿cómo no va haber alguien suficientemente chalado como para flirtear con la muerte por ingesta de pez globo?
En Japón, sin ir más lejos, el pez globo es un delicatessen. Un manjar estilo ruleta rusa. Los muy cachondos le llaman taki fugu, que (Wikipedia, dixit) significa algo así como “buena suerte” (la que hay que tener para que no te de un yuyu en el primer bocado, imagino)
El fugu solo pueden cortarlo y prepararlo cocineros titulados para tal menester. Aún así todos los años hay alguna muerte causada por errores de inexpertos a la hora de llevarlo a la cazuela (imagino la escena: “Deja, deja, que éste lo preparo yo vuelta y vuelta”)
Supongo que como el resto de productos ya estaban pillados por otras localidades (al menos las mantecadas, los miguelitos, las corbatas, la crema catalana y la tarta de Santiago) en Shimonoseki, uno de los principales puertos pesqueros de Japón, situado en el extremo sur de la isla de Honsu, la más grande del archipiélago, adoptaron el fugu como producto estrella. La imagen del pez globo aparece en toda la cartelería oficial, es el logo de la ciudad, está en estatuas, encima de las cabinas telefónicas o en los autobuses municipales ¿Os imagináis un pueblo del Pirineo que adoptara la amanita phalloides como reclamo turístico?; bueno pues esto es algo parecido.
Shimonoseki no es precisamente un pueblo con encanto (es más, no tiene ninguno) pero llegan turistas a mansalva para comer en su famoso mercado de pescado. Buena parte de la lonja está ocupada por docenas de quioscos donde se vende sushi y pescados de todo tipo para consumir allí mismo o en los bancos del paseo marítimo que queda junto a la fachada.
Ni que decir tiene que el producto estrella es el fugu, preparado en sashimi muy fino (como un carpaccio) o en nigiri.
Como uno lleva a rajatabla eso de allá donde fueras, haz lo que vieras (y porque el resto de mis acompañantes también lo hicieron y no quería quedar en evidencia) me compré un par de nigiris de fugu y me dispuse a probarlo. ¡Qué remedio! Si hay que morir, mejor que sea consumiendo productos locales.
En la foto de abajo podéis ver el momento sublime en el que me despido de este mundo cruel antes de metérmelo en la boca.
Obviamente, si estoy escribiendo esto es que el cocinero que evisceró mi taki fugu sabía lo que se hacía (¡gracias, colega!). Pero ¿queréis saber mi opinión?
El fugu no sabe a nada. Te pone las pilas por aquello de que igual palmas... pero sin sabor. No me explico el porqué de su fama ni por qué los japoneses corren el riesgo que entraña.
¡Donde estén unas buena kokotxas de merluza!... que además, el único susto que te pueden dar es el precio.
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