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Señas de identidad Tejedoras de varios grupos indígenas se han unido en EnRedArte, una iniciativa en el Cauca (Colombia) donde crean piezas con diseños y símbolos de sus comunidades y generan, literalmente, independencia económica, autoestima, ciudadanía y mercado... María Jacinta Cuchillo Tunubalá es lideresa indígena en Silvia (departamento del Cauca). A sus 39 años, es parte fundamental de EnRedArte, la red de tejedoras de La Casa del Agua (Agencia para el Desarrollo Económico Local) de cinco municipios de la zona. Ella controla la calidad de los productos que elaboran las artesanas y el ritmo de entrega. Jacinta cuenta que ella creció y vivió durante años como "mestiza", pero un buen día de finales de los noventa decidió recorrer el camino inverso hacia sus orígenes étnicos. Ahora vive según las tradiciones de la cultura misak y hasta enseña a los guambianos más jóvenes a recuperar su historia y tradiciones. Cada día, antes de las tareas, desayuna la típica agua de panela en la cocina de su casa (en la imagen). Gabriel Pecot Desde la casa de Jacinta, en Las Tapias, se oye el rumor del agua del río Piendamó. En su jardín, en la misma orilla, pastan dos ovejas que le dan buena lana, necesaria para los bolsos y mochilas que elabora. Tras ordenar y recoger su casa de mujer sola con hijo y marido migrado (algo común en la zona), prepara el desayuno tradicional con agua de panela (extraída de la caña de azúcar, se vende en bloques tamaño ladrillo) y tortitas de trigo para su hijo, Payan Santiago. Cuando éste se marcha al colegio del resguardo, ella se calza su indumentaria misak y desciende hacia Silvia. Hoy, martes, es día grande. Día de mercado. Gabriel Pecot La mayor parte de las mujeres misak participan en la elaboración de artesanías, tanto para generarse un sustento económico como para reivindicar y visibilidad su concepto de la vida. La Casa del Agua las acompaña en el proceso e impulsa su actividad. Las mayores enseñan a las más jóvenes. Convertida en una de las artesanas más talentosas y reconocidas de su comunidad, Jacinta Cuchillo descarga en sus creaciones lo que denomina la "cosmovisión" de su etnia, la misak. "Yo quisiera estar tejiendo siempre, me siento bien. Plasmo ahí lo que quiero y lo que soy, mi historia, mi territorio". Gabriel Pecot El día de mercado, los martes, es un día grande para los silvianos, uno de los eventos que marcan el ritmo de la vida tanto del resguardo misak como de la ciudad misma. Desde primera hora de la madrugada, mujeres y hombres bajan desde las laderas de las montañas tanto para comprar como para vender alimentos de las "zonas calientes". El bullicio dura hasta la tarde. Para muchos, el mercado representa romper el aislamiento, tomar contacto con la comunidad. Las distancias en esta zona de Colombia, de carreteras precarias y en zigzag eterno, cuentan. Gabriel Pecot Jacinta conversa con una tendera de su misma etnia mientras realiza la compra en el mercado. Su indumentaria representa unión e identidad misak. Jacinta se mueve entre los puestos saludando a unos y otros con afecto, entre verduras, frutas exóticas y patatas —montones de patatas— bien diversas: “Se pueden cultivar hasta 4.000 metros de altura, hay hasta nueve variedades aquí”. El mercado huele a tierra, a producto fresco recién arrancado, y está bien ordenado, con carteles señalizadores en lo alto: aquí las frutas, aquí la carne, aquí la ropa... Es lugar social, para ver y dejarse ver. Las últimas novedades familiares, la política (muy reñida entre los seis grupos de población locales) y los chismes circulan como las monedas. Jacinta es bien popular. Es artesana de la Casa del Agua, el edificio cercano. Y esa no es una casa cualquiera. Gabriel Pecot Un grupo de misak recoge leña en el parque de la orilla de La Casa del Agua, antigua finca situada junto al río Piandamó, propiedad de un narcotraficante famoso que la bautizó El Paraíso. Hoy es centro municipal, lugar de encuentro de las diferentes etnias de la región y un dinamizador local imprescindible en lo económico, lo cultural y lo turístico de la zona, con apoyo de la AECID española y la fundación CODESPA. Por poseer un paisaje excepcional a este lugar lo llaman "la Suiza de América", durante muchos años fue zona de recreo y veraneo. La violencia rompió el atractivo y la ciudad está empeñada en recuperar la calma y la paz y el desarrollo. Gabriel Pecot Jacinta recorre los aproximadamente dos kilometros que separan su casa en Las Tapias del centro de Silvia, que posee seis resguardos indígenas legalmente constituidos. Cada etnia posee su propia organización social y se encarga de velar y tomar decisiones para el desarrollo y bienestar de la misma comunidad. Las tejedoras de EnRedArte pertenecen a cinco grupos distintos y cada cual vuelca en sus creaciones los símbolos de su cultura y su identidad. Jacinta es fiscal de la red. Lo que significa que ella controla la calidad del trabajo antes de que estén listos para la venta. Gabriel Pecot Maria Jacinta Cuchillo Tunubalá (derecha) conversa con las mujeres de etnia nasa que pertenecen a EnRedArte y viven en la zona de Jambaló, un resguardo que, señala un cartel en la carretera de tierra, existe como tal desde el siglo XVIII. Muchas caminan kilómetros para juntarse con el resto de tejedoras. Pero hoy, sentadas junto al río en la Vereda de la Marquesa, todas aseguran que la caminata compensa la experiencia: tejer les ayuda a ser conscientes de su fuerza, sus derechos, su condición. A través de su labor, reivindican su forma de ver el universo. Y además les permite generar ingresos para su sustento y el de sus familias. Cuando el dinero llega, se ríen, es cuando los maridos las entienden. Gabriel Pecot Sandra Patricia Salazar, mestiza, de 39 años, en su casa junto a una de sus hijas. Su marido es nasa. Y es fiscal del Cabildo indígena. Lo que quiere decir que está obligado a trabajar para la comunidad. Ella es la portavoz de EnRedArte y cuenta que en el proyecto de mujeres tejedoras de La Casa del Agua participan cinco municipios no sólo Silvia, también Corinto, Jambaló, Toribio y Caldono. “Pertenecer a la red significa recuperar la identidad de cada comunidad, de los afro, los mestizos, los misak, los nasa… Nos reunimos, compartimos historias, trabajamos con productos naturales como lana de oveja, algodón o fique”. En las manos enseña una de sus creaciones. Su maestra fue Jacinta. "Ella me enseño a expresar". Gabriel Pecot Una niña de etnia misak aprende a tejer durante un taller en la Casa del Agua. Desde temprana edad, se les enseña esta labor que les permitirá ganarse un sustento. Con ayuda de este programa financiado por CODESPA y la Cooperación Española, las mujeres están aprendiendo a plasmar su creatividad y sus inquietudes, a valorar mejor su trabajo, a venderlo a un precio justo que lo haga rentable para ellas y no para los intermediarios, y hasta a exponerlo en ferias a la mirada internacional. Gabriel Pecot El resguardo indígena de Guambia tiene hasta universidad propia. Jacinta Cuchillo Tunubalá, en el centro, también enseña. En la imagen imparte una clase sobre la cosmovisión de su etnia a alumnos misak en el centro del resguardo comunitario, con el museo al fondo. Aunque hoy hay afán por recuperar las tradiciones y proteger la herencia indígena y son muchos los jóvenes que se interesan por sus orígenes y cultura, muchos más son los que abandonan los territorios en busca de mejor vida en la ciudad. Gabriel Pecot