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Juan y Juana

Ella es del pequeño pueblo de Jaén donde él veraneaba, pero se conocieron en el país más poblado del mundo: Facebook

Vídeo: KIKE PARA. L. ALMODÓVAR / N. JUNQUERA
Natalia Junquera

Ella era del mismo pueblo donde él pasaba todos los veranos, Siles (Jaén, 2.360 habitantes); uno de esos sitios donde la gente se saluda por la calle y se tropieza en los mismos bares, tiendas y plazas. Pero no se conocieron allí, sino en el país más poblado del mundo, Facebook. Él le envió a ella una solicitud de amistad, porque por algo había que empezar, y ella, sorprendida, hizo lo que hacen las parejas 2.0: le investigó por Internet — “Ahí encuentras mucha información sobre una persona”—. Así descubrió que una de las amigas de él era prima suya; que uno de sus primos era amigo de él y que habían pasado la adolescencia en pandillas contrarias, porque en este pueblo donde ella vivía y él veraneaba había dos peñas irreconciliables: Los Punkis y Los Pijos.

El proceso de investigación se prolongó dos meses. Invirtieron todos los medios disponibles y la última tecnología del mercado: Facebook, WhatsApp, Facetime, Skype... Se convirtió en tema favorito de conversación el intentar adivinar en qué fiestas, bares y conciertos habían coincidido —“¿Tú fuiste al de Celtas Cortos? ¿Y al de Seguridad Social?”. “No, creo que ese día no me dejaron salir mis padres...”—; qué amigos tenían en común, cuántas veces se habían mirado sin verse, en cuántas ocasiones habían estado a punto de que alguien les presentara y les gastara alguna broma con sus nombres: “Este es Juan, esta es Juana...”

Y cumplidos los dos meses de chateo, Juan Ruiz y Juana Tauste, ambos de 33 años, decidieron quedar frente a frente. Para entonces ya se habían contado casi todo. Él, que vive en Valencia, con sus padres; que es técnico de sonido y fotógrafo, pero con la crisis se había quedado en paro; que hacía dos años había dejado una relación de 12 con hipoteca incluida; que después había estado casi seis meses perdido en Argentina; que tiene un grupo de rock que se llamaba Desconcierto. Ella, que es auxiliar de enfermería en la unidad de ictus del hospital La Paz de Madrid; que llevaba cinco años separada del padre de su hija, Alejandra, de 8; que le gusta cantar flamenco y que había pasado el primer casting de Operación Triunfo —al segundo no se presentó—.

Para su primer encuentro eligieron Siles, naturalmente. Juan llevó a un amigo al que había aleccionado para que abandonara discretamente la escena en cuanto percibiera “feeling” — les dejó solos poco después de aparcar el coche—. Era 28 de febrero. Hubo fuego, chimenea. “Fue perfecto”, recuerda Juan.

Como tantas parejas que se conocen por Internet viven a la distancia de sus IP, en este caso, 391 kilómetros

Desde entonces, hace casi seis meses, están juntos (cuando pueden). Como tantas parejas que se conocen por Internet, viven a la distancia de sus IP [el domicilio numérico del ordenador], en este caso, 391 kilómetros. “Hablamos horas y horas por teléfono”, confiesa ella. “Lo llevamos bastante bien: entre semana cada uno a sus obligaciones y el fin de semana, a disfrutarnos”, añade él.

Juan encontró trabajo (de teleoperador) poco después de conocer a Juana, pero para que la nómina no se esfumara en cuatro AVE a la capital utiliza BlaBlaCar (la red que conecta a conductores con pasajeros) para viajar a Madrid los sábados que ella no va a verle. “No perdonamos una”, dicen.

Duermen en distintas comunidades autónomas, pero juran que se despiertan juntos todos los días (por WhatsAapp). También están en esa fase de la relación en que cuando se les pregunta por qué motivo tuvieron su última bronca, uno de ellos dice: “Fue por mi culpa”, y el otro: “Ni me acordaba”.

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Por la misma vía por la que se conocieron anunciaron al mundo que estaban juntos. “Esa es la única desventaja de Facebook, que la gente opina”, bromea Juan. Les llenaron de likes (Me gusta) en cuanto comunicaron la noticia, pero también recibieron mensajes de amigos que habían conocido a sus parejas por la vía clásica y les hicieron saber de su escepticismo sobre el futuro de las relaciones que empiezan frente a un ordenador.

No son tímidos. Comparten con sus 2.462 amigos de la red social (según el último recuento) las fotografías de cada viaje, paseo o concierto —cada beso sería imposible: no hay disco duro que aguante tanta información—. No obstante, Juan advierte a los internautas de los riesgos de lanzarse a Facebook a por una novia: “Te puedes llevar muchos chascos. Hay que conocerse mucho antes de iniciar una relación. Si después de la [solicitud de] amistad surge un amor, perfecto, pero hay que tener cuidado”.

“Cuanto más la conozco más me gusta”, dice él, mientras ella se derrite. Desde aquel 28 de febrero solo han descubierto una discrepancia. “A Juana le gustan los toros y yo soy antitaurino”. Arrepentido, matiza enseguida: “Bueno, le gustan los toros, pero no que maltraten al animal y le claven varas... Nos gustan las mismas cosas: el rock, el flamenco...”.

En un parque madrileño, entre padres aburridos y niños que se tiran a gritos por un tobogán, no hay quien los despegue. Aprovechan cualquier excusa —una arruga en la camisa, un pelo sobre la cara...— para robar una caricia. Son incapaces de dejar de sonreír. Que les dure mucho.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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