Letizia resurrecta
Lo de Jesús depende de las creencias de cada uno, pero la que seguro que va a resucitar para el ojo público el Domingo de Ídem es su Majestad doña Letizia
A ver, listos, ¿a que no sabéis lo que es un cíngulo? Tanto sofisma, tanta sapiencia y tanto sopapo a mi persona humana en vuestros comentarios, para nada. Se llamó cíngulo a la soga con que a Cristo le ataron a la columna para flagelarlo según el Nuevo Testamento. El mismo yugo que me tiene a mí amarrada a esta picota todos los sábados del año, sean santos o los de la Semana Fantástica de El Corte Inglés, que casi me da más coraje. Por eso, entre todos los mártires del santoral, que anda que no hay pringados, elijo de patrón al Cristo de la Columna. La Virgen de las Lágrimas y los Favores también me iba al pelo por razones que no vienen al caso. Pero lo de virgen, pese a mi actual estado de carencia de varón con uve, no sería del todo riguroso, y a mí a estricta no me gana nadie, no sea que me demande Pitingo. Así que heme aquí, haciendo penitencia. Apretándome el cíngulo al sitio conocido como cintura entre quienes la tienen, mientras vosotros os ponéis morados a torrijas como si se fuera a acabar el mundo el domingo, cuando es precisamente todo lo contrario.
Lo de Jesús de Nazaret depende de las creencias de cada uno, líbreme Jobs de parecer impía, pero la que seguro que va a resucitar para el ojo público el Domingo de Ídem es Su Majestad doña Letizia, desaparecida del radar desde la suspensión obligada del viaje real a Francia por la tragedia de Los Alpes. A su consorte, Felipe VI, sí que le vimos el Lunes Santo junto a su homóloga Susana I de San Telmo, los dos tan devotos y tan maqueados como dos capillitas más en las procesiones de Sevilla. Ella, Letizia, digo, tuvo sin embargo el detallazo de sacrificarse y perderse tamaño planazo quizá, especulo, para no robar plano a la anfitriona. Y digo que especulo porque, aunque es evidente que Susana no repara en esas cosas y detesta chupar cámara, ya se sabe que cuando se juntan dos soberanas en la misma foto siempre hay una que perde por goleada, como bien sabe Letizia de España cuando coincide en el mismo hemisferio con Máxima de los Países Bajos.
Que conste que veo santamente que la Reina tenga agenda propia. Que quiera conservar el misterio. Que esté de vacaciones privadas en algún idílico paraje y que llegue el domingo a Palma a bordo del Mystère de Estado, valga la redundancia, con el tiempo justo de oír misa y posar para la foto con cara de aquí estoy yo porque he venido a la fuerza. Que nos enseñe a las niñas de seis en seis meses y así creamos que crecen más que las adhesiones a Albert Rivera, perdón, Ciudadanos desde su pelotazo en las andaluzas (y los andaluces). No obstante, como sé que lee todo lo que de Ella se publica, le mando un recado de excolega vieja. Vale que ha reflotado la imagen de la monarquía desde que ascendió al trono de Sus Majestades sus suegros. Vale que esté siempre impecable, impresionante e impertérrita. Pero no me negará que es bueno ser reina. Y quizá le vendría bien un pelín más de cintura, y eso que la tiene de avispa. Porque cada una tiene su cíngulo. Y su columna a cuestas. Aunque sea de oro.
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