10 fotosLa muralla del NorteCalais es la última frontera de la inmigración en el norte de Francia. Allí acampan miles de personas en pos de una vida digna Bruselas - 16 feb 2015 - 11:13CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceCerca de 500 inmigrantes duermen dentro del mismo pueblo. Este grupo de personas de origen sirio encuentran techo en la puerta de una iglesia, la cual solo abre sus puertas en ocasiones puntuales, como bautizos o bodas. Al estar prohibido el uso de tiendas de campaña en el interior del municipio, la única protección contra el frío con la que cuentan son las mantas facilitadas por los voluntarios de organizaciones como Salam, Secours Catholique, Médicos del Mundo o incluso por particulares.TERESA SÁNCHEZ RAVINALas pésimas condiciones de salubridad, especialmente en invierno, cuando la lluvia, el viento y el frío no perdonan, hacen las condiciones de vida insoportables. Las autoridades de Calais cuentan con un solo centro de noche con capacidad para 500 personas (un tercio de lo prometido inicialmente), pero solo abre cuando la temperatura alcanza los cinco grados bajo cero. Además, debe ser desalojado durante el día. Está previsto que abra otro centro de noche en marzo de 2015, con capacidad para 100 mujeres y niños, insuficiente para los más de 200 que hay actualmente y que se encuentran, en su mayoría, repartidos entre una casa abandonada de Calais, asistida por las ONG locales, y una casa de acogida con capacidad para 40 personas, gestionada por la organización Solid’R.Solo la solidaridad entre los inmigrantes y la ayuda de los voluntarios y particulares hace posible su supervivencia. Este grupo de jóvenes de origen afgano se calienta alrededor del fuego alimentado por una madera que muchas veces está demasiado húmeda para mantenerse. A pesar de ello, cualquier persona es siempre bienvenida y acogida con una charla interesante, con té y con galletas, proporcionados previamente por alguna de las ONG que por las mañanas se acercan a los campamentos para distribuirlos.La relación creada entre los emigrantes y los voluntarios, con el paso del tiempo, se hace estrecha. Ellos, lejos de sus países, familia y amigos, agradecen no solo la ayuda material, sino también el acercamiento personal. Es por ello que los voluntarios dedican parte de su tiempo a hablar con ellos, algo que resulta enriquecedor para ambas partes.Para algunos, la religión es tan importante que han llegado a crear espacios meticulosamente cuidados para su práctica. Es el caso de esta iglesia ortodoxa construida por eritreos dentro de una de las tiendas de campaña que facilitan las ONG y a partir de objetos que traen de su país. El cuidado con el que fue montada está lejos de confort que ofrecen aquellas en las que duermen.Cada día, tres asalariados junto con los voluntarios de Salam preparan, a partir de diferentes donaciones de supermercados o particulares, la comida del día. El local, que también es una donación particular, sirve como almacén, cocina y alojamiento para los voluntarios que vienen a pasar unos días. La mayoría de los voluntarios son jubilados procedentes de Calais o de sus alrededores, pero también se puede ver a estudiantes de ciencias políticas o asistencia social, trabajadores que deciden pasar unos días para conocer de cerca la situación o asociaciones como la de Mujeres Musulmanas de Calais que vienen a echar una mano una vez al mes. En el menú, seleccionado a partir de las reservas existentes, siempre se respeta que no haya carne de cerdo.La única comida que es distribuida al día por los voluntarios de Salam y de Secours Populaire comienza a las cinco de la tarde, en el mismo sitio cada día. Aunque se estima que hay cerca de 3.000 inmigrantes establecidos temporalmente en Calais, a la comida acuden solamente una media de 600 personas. Algunos tienen su tienda demasiado lejos del lugar de reparto, a las afueras de la ciudad, otros encuentran humillante hacer la cola para comer y prefieren sobrevivir con lo que cocinan ellos mismos a partir de las distribuciones que algunas ONG reparten en los campamentos.Karim es una de las personas que hacen la cola para obtener comida. Viene de Pakistán. Consiguió una beca para estudiar Ciencias Políticas en Londres. Su inglés es impecable. Una vez finalizado los estudios, tuvo que volver a su país. Ahora intenta regresar a Reino Unido para continuar la vida que allí dejó. El idioma, los lazos familiares, las ventajas frente a otros países para los demandantes de asilo o la esperanza de encontrar un trabajo bien pagado son las principales razones que llevan a estas personas a cruzar el Canal. Para él, como para el resto, Calais es sólo un lugar de paso más. Sin embargo, el problema al que se enfrentan es, de nuevo, el de las fronteras. Al no contar con papeles en regla, el único medio que tienen para llegar a Reino Unido, país miembro de la UE, pero no del espacio sin fronteras Schengen, es entrando de manera clandestina en los camiones que atraviesan el canal. Acceden a ellos por medios cada vez más peligrosos. Como consecuencia de ello, solo en 2014 se produjeron 15 muertes.Rahman es de Darfur. Llevaba más de seis meses intentando entrar en Reino Unido hasta que, fatigado, decidió hace la demanda de asilo en Francia. Hasta que le den una respuesta, debe seguir durmiendo en la “jungla” debido a la falta de plazas en los centros de acogida. Esto es una desventaja frente a los demandantes de asilo en Reino Unido ya que, en este último, desde el momento en que se hace la demanda, dejan de ser considerados como “ilegales” y el gobierno les proporciona un techo y dinero. Además, se estima que el tiempo de espera en Francia para obtener una respuesta a la demanda de asilo es de una media de 12 meses frente a los seis de Reino Unido. Para los inmigrantes es frecuente que a lo largo del periplo desde su país de origen, en guerra, conflicto armado o bajo una dictadura, hasta Calais, sufran el abuso físico o material de los traficantes de personas, la discriminación racial y la violencia policial, llevando esto último a una reciente denuncia internacional por parte de la organización Human Rights Watch.Este grafiti puede encontrarse en diferentes muros de Calais. La opinión de los vecinos frente al aumento de la población migrante está dividida. La mayoría, acostumbrados, viven de espaldas a esta realidad, algunos ofrecen asistencia puntual en modo de comida, mantas o incluso para cargar la batería de los móviles tan preciados por ellos. Sin embargo, existe de manera creciente un sentimiento de rechazo e incluso movimientos de extrema derecha que llevan a cabo acciones violentas o manifestaciones en su contra, sentimiento que fue aprovechado por la presidenta del Frente Nacional, Marie Le Pen, en su visita oficial al pueblo, en octubre del pasado año.