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La mujer que lloró por 180 hijos Gloria Iglesias, azafata de Iberia, abrió hace 15 años una casa para rehabilitar a toxicómanos. Ahora son ingenieros desahuciados los que llaman a su puerta Gloria decidió montar su propia casa de acogida para toxicómanos al volver del tren de Lourdes y ver que muchos de sus compañeros de viaje iban a dormir esa misma noche en el suelo y a morir solos más pronto que tarde. Desde entonces les dedica las 24 horas del día. "Soy la madre de todo el que entra por la puerta", dice. El proyecto ha ido evolucionando en sus 15 años de existencia. "Esto empezó siendo una casa para drogodependientes, pero se ha convertido en una casa para gente sin techo. Para gente normal que pierde el trabajo, y luego la casa... Ahora tengo un ingeniero al que desahuciaron viviendo conmigo". Bernardo Pérez Diego se gastó su primer sueldo en drogas de diseño y cocaína. Tenía 17 años y se enganchó. Con 38 entró en la casa de Gloria hace 20 meses, decidido a cambiar. "He hecho sufrir mucho a mi familia... Me vi muy solo. Aquí he encontrado estabilidad". Cree, como casi todos sus actuales compañeros de piso, que de no haber dejado las drogas ahora estaría "muerto o preso". Y está convencido de que no volverá a atrás. "Quiero encontrar una pareja, un trabajo, tirar hacia adelante..." Bernardo Pérez Llevaba mucho tiempo en la calle cuando llegó a la ONG de Gloria. Bebía demasiado, pero desde ese día no volvió a dar positivo en ninguno de los dos test de alcoholemia que se hacen a diario en la casa. "El que no ha salido es porque no ha querido". Lo dice muy seguro, porque en los ocho años que lleva viviendo con Gloria ha visto pasar a muchos chicos, drogadictos, alcohólicos... que han logrado rehabilitarse. Después, no todos se marchan. "Unos nos quedamos porque en la vida normal no nos sentimos fuertes. Aquí te sientes seguro. Porque se pasan unos controles y porque está ella. No creo que me vaya ya nunca". BERNARDO PÉREZ Se bebía "hasta el agua de los floreros". No tenía trabajo y acabó en la calle. Gloria le acogió en su casa hace 12 años. "Si no la hubiese encontrado, ahora estaría muerto o en la cárcel", dice, convencido. "Si me ve beber, me asesina... Con lo que le ha costado sacarme". Cuando le preguntan dónde se imagina dentro de 10 años, responde rápido: "Aquí. Esta es mi familia. Para mí, Gloria es mi hermana, mi amiga, mi confidente, todo". BERNARDO PÉREZ Rey Martínez, cubano, trabajador social, acompaña a Gloria desde que abrió la casa de acogida para toxicómanos. Al principio no tenía papeles y le costó años conseguir la nacionalidad española. Hoy, dice Gloria, "es una persona imprescindible en la casa". En la imagen posa en uno de los dos locales en los que la ONG vende muebles restaurados por ellos mismos. Si quiere comprar alguno o deshacerse de algo que tiene en casa puede llamar al 628 88 13 66. BERNARDO PÉREZ "Estaba enganchado a todas las drogas, pero principalmente a la heroína", recuerda. Empezó a consumir a los 16 años y su hermano murió de sobredosis. "Toda mi juventud no la he tenido. Estuve ocho años perdido". Cuando conoció a Gloria, hace 12 años, ya había dejado la heroína, pero estaba hecho polvo. Vivió mucho tiempo en la casa pegado a una máquina de diálisis. En las navidades de 2013 le hicieron un trasplante de riñón y ahora, con 49 años, vuelve a tener "ilusión". "Voy a intentar hacer todas las cosas que no he hecho. Me habría gustado formar mi propia familia. Creo que aún estoy a tiempo". BERNARDO PÉREZ Hace 15 años le dieron una semana de vida. Antonio fue a la casa de Gloria Iglesias a morir. Tenía sida, tuberculosis, pesaba 40 kilos y aún no había cumplido los 35. Pero ella se empeñó en que saliera adelante, y por no decepcionar a aquella mujer que insistía tanto en que viviera, Antonio vivió. Antes de conocerla, había robado todos los BMW que tuvo a la vista —"Eran mi perdición", dice— y había pasado por casi todas las cárceles de España. Gloria le consiguió trabajo como vigilante nocturno en un garaje de coches de lujo. Antonio quiso darse la vuelta ante la enorme tentación, pero ella se lo impidió. "Yo confío en ti', me dijo. Era la primera vez en mi vida que alguien me decía eso", recuerda. Hoy tiene un contrato indefinido en ese mismo parking y se ha sacado el graduado escolar. Cuando empezó a estudiar, apenas sabía leer y escribir y llamaba "balnearias" a las Baleares. Lleva 15 años limpio. BERNARDO PÉREZ Cuando les preguntan si tienen familia, la mayoría de los que viven en Proyecto Gloria señalan a su alrededor: "Esta es mi familia", repiten. Los 180 "hijos" que esta azafata de Iberia ha acogido en su casa la han hecho sufrir mucho, sobre todo, con las recaídas, pero también le llevaron una vez a la tuna para que le cantase y la presentaron por sorpresa al premio de Voluntaria del Año con una carta que entre otras cosas decía: "Pero ella sigue estrujándonos, aun sabiendo que somos piedras". Y lo ganó. BERNARDO PÉREZ