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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Banco BRICS

Los cinco países explicitan un cuestionamiento del poder occidental: representan el 40% de la población

Emilio Ontiveros

Coincidiendo con el 70º aniversario de los acuerdos de Bretton Woods, comentado aquí hace un par de semanas, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) han anunciado la creación de instituciones que en cierto modo replican las nacidas en julio de 1944. Un banco, destinado a la financiación de inversiones en infraestructuras y proyectos orientados al desarrollo sostenible en países en desarrollo, y un fondo para atender necesidades de reservas internacionales en periodos de crisis. Ambos destinados a contribuir a “un orden mundial más justo”, con recursos que alcanzarán los 100.000 millones de dólares cado uno en cinco años. Las funciones del primero se asimilarían a las del Banco Mundial y las del segundo, aunque en menor medida, a las del FMI.

Con independencia de la viabilidad de ambos proyectos, es difícil pasar por alto las intenciones de ese grupo de países, cuya primera cumbre tuvo lugar en 2009, dos años antes de que se incorporara Sudáfrica. Ahora, en la celebrada en Fortaleza, se ha escenificado un distanciamiento no solo de las dos instituciones multilaterales más importantes, sino también la asunción de posiciones geopolíticas diferenciadas de las potencias occidentales. Han cuestionado los criterios y condicionalidad con que las dos instituciones con sede en Washington prestan apoyo a las economías menos desarrolladas y el dominio que EEUU y la UE mantienen en sus órganos de Gobierno. Además, esos cinco países han mantenido posiciones comunes en algunos conflictos internacionales, como la abstención en la votación en la ONU que condenó la anexión de Crimea a Rusia.

China será el próximo año la mayor economía del mundo y ya es el país con el mayor volumen de reservas internacionales
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Fue la iniciativa de Obama, al inicio de la crisis económica, la que concedió al G20 un mayor protagonismo en la coordinación de políticas económicas, admitiendo la pérdida de significación del G8, y la influencia explícita de economías como la china o la india. Ahora los BRICS han dejado de ser aquel acrónimo acuñado en 2001 por un banco de inversión para facilitar los nacientes flujos de capitales hacia aquellos destinos más rentables. Han explicitado un cuestionamiento del poder occidental que los números habían anticipado hace años: los cinco representan el 40% de la población mundial y el 25% del PIB correspondiente; han generado la mitad del crecimiento global en la pasada década. China será el próximo año la mayor economía del mundo y ya es el país con el mayor volumen de reservas internacionales, con más de cuatro billones de dólares. No sorprende, por tanto, que sea el principal suministrador de fondos a las instituciones creadas.

Es un hecho que los BRICS no pueden prescindir de su integración global, de sus vínculos con las principales economías occidentales. Pero están reclamando la concreción institucional de mayor poder, desde luego en las dos instituciones de Bretton Woods ahora replicadas. Parece haber llegado el momento de que Europa y Estados Unidos tomen buena nota de ello si no quieren reeditar bloques que fragmenten la integración global. 

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