Los BRICS alzan la voz
Las potencias económicas lanzan un nuevo banco que implica además un desafío político
Los presidentes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (conocidos como los BRICS) acaban de poner en marcha un nuevo banco de desarrollo, con el objetivo de financiar sus proyectos de infraestructuras, y un fondo de reservas con el que hacer frente a una posible crisis de balanza de pagos. Las potencias emergentes quieren demostrar con estos dos proyectos que son algo más que un acrónimo y que actúan como un grupo coordinado en defensa de sus intereses.
Para los BRICS, la nueva entidad es además un instrumento que les permite ejercer un papel político. Rusia acaba de ser expulsada del G8 a raíz del conflicto con Ucrania y quiere demostrar al mundo que sigue siendo una potencia global con influencia, ni más ni menos que en el continente americano. Para China es una excelente vía para financiar la expansión de sus empresas en África y Latinoamérica, casi tanto como la posibilidad de acceder a financiación para India, Brasil o Sudáfrica, ahora que sus economías están necesitadas de un cierto estímulo.
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Pero, independientemente de todos los anuncios y declaraciones de intenciones, el eventual éxito del nuevo banco de desarrollo aún está por definir. Las tensiones entre los mismos BRICS para constituir el proyecto han sido más que evidentes, con el fin de evitar que China cobrara un papel excesivamente dominante en la estructura financiera del nuevo organismo. A pesar de estos esfuerzos, la sede del nuevo banco estará en Shangai y, aunque todos los países han hecho una aportación igual al capital inicial del banco, la fortaleza financiera de China se ha impuesto en la constitución del fondo de reservas; futuras ampliaciones de capital consolidarán, sin duda, esa posición
Además, la puesta en marcha de estas instituciones tampoco es sencilla. La necesidad de imponer criterios de gobernanza fiables tiene que ser compatible con la agilidad en la asignación de recursos y una condicionalidad razonable para que sea útil a los intereses de estos países, que tampoco se caracterizan por su tradición democrática ni su firmeza frente a la corrupción.
Con el banco, los BRICS quieren hacer valer su nueva posición económica global frente a unas instituciones multilaterales que les ignoran y cuyo poder está copado por Estados Unidos y Europa. El Fondo Monetario Internacional (FMI) puso en marcha hace años una primera reforma de su sistema de cuotas —que a estas alturas ya habría quedado obsoleta—, pero los cambios están bloqueados desde entonces en el Congreso de EE UU, y eso ha acabado teniendo consecuencias para la geopolítica mundial. Ahora que se cumplen 70 años de aquella reunión de Bretton Woods que puso en marcha esos organismos ha llegado seguramente la hora de reinventar las instituciones, sus objetivos, el reparto de poder en los mismos y los modelos de asignación de recursos para que se adapten también a la nueva realidad emergente.
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