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Huir de la guerra y vivir bajo un árbol Las organizaciones humanitarias que trabajan en Mingkaman se esfuerzan para cubrir las necesidades más básicas de los refugiados agua, comida y techo. Pero el es enorme en el último mes, han llegado 1.000 personas nuevas cada día A principios de enero, Matha Nyandit llegó con sus seis hijos (entre 1 y 16 años) al campo de desplazados de Mingkaman en Sudán del Sur, huyendo de los sangrientos enfrentamientos en Bor, una de las ciudades que se disputan los defensores del Gobierno y los rebeldes desde diciembre pasado. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Mingkaman es el mayor campo de desplazados de Sudán del sur, acoge hoy a casi 100.000 personas que como Martha llegan en busca de seguridad y alimentos. Cada día entra gente nueva. Llevan encima lo poco consiguieron rescatar de su casa durante la huida: un saco de semillas, ropa, utensilios de cocina, dinero... PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) El Programa Mundial de Alimentos (PMA) está proporcionado ayuda alimentaria a más de 500.000 personas en todo el país. En Mingkaman, cada familia recibe sorgo, lentejas, aceite y sal para alimentarse durante un mes. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Las personas desplazadas hacen cola para recibir su ración de comida. Las ONG alertan que la distribución de ayuda se complica en medio de la guerra y con el inicio de la temporada de lluvias, que bloqueará el 60% de los accesos por carretera. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Martha ha perdido a su marido y tiene que criar sola a sus seis hijos. Hace lo imposible para que los pequeños coman dos veces al día, una vez por la mañana y otra por la tarde. Pero a veces no le llega y ella renuncia a una de las comidas. Según la ONU, 7 de los 10 millones de habitantes del país africano sufrirán inseguridad alimentaria a finales de este año si no se actúa a tiempo. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Las familias recién llegadas a Mingkaman se ayudan mucho entre sí. “Cuando se me termina la comida, acudo a mis vecinas y les pido que nos den algo para sobrevivir”, relata Martha que también ha recibido ropa para ella y sus hijos. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Las personas que llegan a Mingkaman se instalan en refugios de lona esparcidos bajo los árboles, a lo largo del río Nilo. Ahora que ha empezado la temporada de lluvias, las agencias humanitarias trabajan para trasladar aquellas viviendas que están más cerca del río para que no queden inundadas. Si no se controla este tema, las inundaciones podrían causar un brote de cólera. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Las viviendas se construyen con palos que luego se cubren con lonas. Es importante tener un buen techo para evitar que entre el agua cuando llueve. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Las mujeres tienen que moler el sorgo que reciben del Programa Mundial de Alimentos para que los más pequeños puedan comérselo. Algunas no se llevaron el mortero cuando huyeron de sus casas y tienen que esperar a que las otras terminen para poder cocinar. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Martha duerme con sus hijos debajo de un árbol y no tiene ni siquiera un plástico con el que cubrirse porque cuando llegó al campo de Mingkaman ya habían repartido todas las tiendas. “No tengo alternativa. Si vuelvo a mi casa me matarán. Aquí al menos estamos seguros”, concluye. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) La llegada de las lluvias preocupa a los nuevos habitantes de Mingkaman, especialmente a las familias que como Martha no tienen una tienda. “Cuando llueve nos tenemos que ir a otro lugar. Además, el suelo queda mojado y es difícil dormir en estas condiciones”. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN) Antes, Martha tenía dos casas que había construido junto con mi marido, cabras y vacas con las que podían mantenerse. Ahora depende de la ayuda humanitaria que, aparte de alimentos y techo, garantiza agua potable para que la gente no beba del río. PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN)