¿Agua limpia para todos?
Un reto central para avanzar más allá del Objetivo de Desarrollo del Milenio sigue siendo el proporcionar agua y saneamiento a los asentamientos informales o suburbios
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) fueron acordados y adquiridos en el año 2000 por los países de las Naciones Unidas como una hoja de ruta para mejorar la calidad de vida de la población en los países empobrecidos. El ambicioso objetivo de reducir a la mitad, en 2015, la población sin acceso a agua potable se cumplió 5 años antes de lo previsto, siendo uno de los objetivos que primero se alcanzó. A pesar de este progreso, 2,5 billones de personas todavía no tienen acceso a servicios de saneamiento como, por ejemplo, letrinas.
Un reto central para avanzar más allá del Objetivo de Desarrollo del Milenio sigue siendo el proporcionar agua y saneamiento a los asentamientos informales o suburbios. Si no se pone remedio, la situación solo puede empeorar en el futuro, ya que se espera un aumento de la población en áreas urbanas y una expansión de las ciudades en el territorio. Las soluciones técnicas para abastecer de agua y saneamiento a la periferia de las ciudades son complejas. Sin embargo, si los costes técnicos son considerados una barrera, los municipios deberían integrar los costes de la contaminación, las enfermedades y las pérdidas de turismo asociados a la falta de estos servicios básicos.
En otro orden de problemas encontramos los países desarrollados, donde el saneamiento y el acceso al agua potable están resueltos en gran medida. Sin embargo, el agua es igualmente un bien escaso, intensamente utilizado por la agricultura, la industria y los usos domésticos. Es justamente el uso intensivo del agua lo que principalmente origina los contaminantes. Las masas de agua en Europa contienen pesticidas y nitratos provenientes de la agricultura, medicamentos como antibióticos utilizados en la ganadería, ingredientes de productos de consumo como por protectores solares, medicamentos de uso hospitalario o doméstico, compuestos perfluorados, entre muchos otros. En este contexto, la gestión integral del agua –incluyendo las plantas de tratamiento de aguas residuales, así como el tratamiento en las plantas potabilizadoras– es una necesidad. Aun así, se detectan trazas de algunos de estos contaminantes en la red de distribución. Concentraciones muy bajas, que no serían preocupantes si no fuese porque pueden existir multitud de contaminantes a tales concentraciones, y porque se desconoce si pueden aparecer sinergias y posibles efectos por la exposición crónica a cócteles de compuestos.
En definitiva, la satisfacción de alcanzar objetivos de acceso al agua limpia es motivo de celebración. Pero no deberíamos perder de vista el contexto cambiante, los nuevos retos que comprometen este derecho universal, y el papel que cada uno de nosotros puede jugar para contribuir a un uso racional del agua.
Cristina Villanueva es investigadora del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), de ISGlobal.
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