Del Grande: "La inmigración es el mayor movimiento de desobediencia civil"
Gabriele del Grande (Lucca, Italia, 1982) es periodista y fundador, desde 2006, del blog Fortress Europe, un observatorio de la inmigración en el que publicó las escalofriantes cifras de muertos y desaparecidos a causa de las políticas migratorias de la Unión Europea: 19.144 muertos entre 1988 y 2013.
Con un billete de ida, inició ese mismo 2006 un viaje al que hoy en día no ha puesto fin por todas las fronteras europeas para documentar las historias de aquellas personas que buscan llegar al viejo continente para lograr un futuro mejor. Fruto de esa experiencia publicó Mamadou va a morir y Quemar la frontera,dos obras fundamentales para comprender el alcance del exterminio de migrantes en el Mediterráneo. Ha narrado las primaveras árabes de Egipto y Túnez y las guerras de Libia y Siria, país sobre el que escribe ahora un libro.
En 2007 seguiste las rutas que hacen miles de inmigrantes hacia Europa y te entrevistaste con las familias de los desaparecidos. ¿Durante cuánto tiempo viajaste, y qué rutas hiciste?
Dejé Italia en diciembre de 2006 con un billete de ida a Casablanca (Marruecos). Regresé a Roma tres meses más tarde, después de haber viajado por el Mediterráneo y África oriental en busca de las historias de aquellos que intentan cruzar el mar para llegar a Europa. Durante los últimos siete años he recorrido todo el Mediterráneo para cubrir la actualidad en las fronteras con la Unión Europea, las primaveras árabes y las guerras de Libia y Siria. Con el tiempo, he cambiado mi forma de trabajar: por ejemplo, he aprendido árabe para familiarizarme mejor con la historia y las culturas de los lugares que visito.
¿Qué te llevó a iniciar un viaje tan largo?
No sé que me llevó a comenzar el primer viaje, pero sé lo que me devolvió esa experiencia. Cuando empecé, no tenía ni idea de que había encontrado mi camino. Era el año 2006 y en la prensa casi no se publicaban historias sobre las odiseas a las que se enfrentan estos viajeros en el mar y en el desierto del Sáhara. En ese momento acababa de lanzar Fortress Europe, pero solo publicaba resúmenes de prensa y recopilaciones de datos sobre las muertes que se producían a las puertas de Europa. No tenía ni idea del lado humano de este asunto, y tampoco tenía a nadie que respaldara mi proyecto. Esta fue la razón por la que hice el viaje por carretera, tan cerca de la gente. Fue más una investigación antropológica que periodística. Creo que esa experiencia marcó al chico de 24 años que yo era entonces. Y, hasta ahora, no he dejado de investigar.
¿Qué encontraste por el camino?
Creía que encontraría mucho dolor y sangre, y lo encontré. Pero lo más fuerte que hallé no fue desánimo sino esperanza o, más bien, el espíritu de rebelión y el poder de los sueños, que a veces se convierten en más reales que la propia realidad y te llevan a hacer cualquier cosa con tal de alcanzarlos. Fue una gran lección para mi, me ayudó mucho a cambiar mi perspectiva. Dejé Italia esperando encontrarme víctimas de una injusticia y acabé conociendo a mis héroes, a gente que estaba desobedeciendo una ley injusta para cambiar su destino. Hoy, miro el fenómeno de la inmigración a través del Mediterráneo como el mayor movimiento de desobediencia civil a las leyes europeas.
Un subsahariano se lava en una tienda improvisada en Oujda. /SAMUEL SÁNCHEZ (EL PAÍS)
¿Descubriste algo que no supieras?
Lo que más me impresionó fue conocer a los padres de personas que habían desaparecido en el mar. Conocí a jóvenes viajeros, me contagiaron su esperanza, su energía, su resistencia y sus sueños, pero cuando conocí a los padres de aquellos que habían muerto, fue muy doloroso. Ahora que soy padre, entiendo lo que significa perder a un hijo, es como si murieras tú mismo.
Entre otras rutas, hiciste la que lleva hasta la frontera sur española. ¿Qué recuerdos tienes de esa experiencia?
Recuerdo la desilusión de los deportados desde las islas Canarias que conocí en Saint Louise, en Senegal. Recuerdo el enfado de los que detuvieron ilegalmente en Nouadhibou, Mauritania, en una especie de prisión fundada por el gobierno español. Recuerdo las historias de violencia y de torturas que me contaron en Oujda, en la frontera entre Marruecos y Argelia. Recuerdo la imagen de esa valla de seis metros en Melilla y Ceuta, la perfecta metáfora de la paranoia de la Unión Europea.
"La UE debería tener el mismo coraje que demostró con Europa del Este"
En 2008 denunciabas insistentemente la política migratoria de Italia. Ya había catástrofes como la de Lampedusa, igual que ahora. ¿Han cambiado en algo esas políticas desde entonces, para bien o para mal?
Ha habido un gran cambio desde esa época, diría que una revolución. Antes de 2007, si intentabas hablar de la libertad de movimientos, la gente pensaba que estabas bromeando. Después, la UE adoptó la libertad de movimiento como base para elaborar sus políticas migratorias con los países de Europa del Este. Desde entonces, docenas de millones de personas de los nuevos Estados miembros del Este y también ciudadanos de los Balcanes tienen derecho a moverse libremente por Europa. No necesitan visados y pueden viajar fácilmente con un simple pasaporte. No siguió ninguna invasión a esa valiente reforma, pero nadie se dio cuenta de los beneficios de esa política de puertas abiertas.
El problema es que, al mismo tiempo, la UE no cambió nada en sus fronteras del sur, y todavía usan la misma lógica: más barcos de guerra, más patrulleras, más helicópteros, más prisiones construidas al otro lado del mar… Toda la frontera está siendo militarizada. Y no baja el número de llegadas. La única consecuencia visible es el aumento de las muertes a lo largo de estas rutas, que se están haciendo más largas y más peligrosas para esquivar a las patrullas marítima. La UE debería tener el mismo coraje que demostró con Europa del Este, es decir: dotar de un mecanismo legal a quienes quieren llegar a Europa. No son millones de personas, solo unos cuantos de miles cada año. Tienen que darles la posibilidad de obtener un visado en las embajadas extranjeras y así no habrá más muertes en la frontera. Cualquier otra solución es inútil.
El aeropuerto de Lampedusa convertido en una morgue. / FOTO: REUTERS
Denunciaste también el hermetismo de los CIE en Italia. En España tampoco dejan entrar a los periodistas. ¿Por qué ese secretismo?
La situación en Italia cambió en 2011 tras una campaña de nueve meses liderada por un grupo de periodistas que pedía el derecho de la prensa a entrar en estos campos de deportación. Finalmente, el ministro de Interior reconoció ese derecho. Dos años después, el principal problema es que los periodistas no están interesados en entrar en los CIE. La puerta está abierta pero los medios más importantes no encuentran nada noticioso en la existencia de estos centros. Es como si la detención administrativa durante 18 meses a gente que no ha cometido ningún delito, aparte de que les haya expirado el visado, se viera absolutamente normal. Lo que me da más miedo es ver cómo se normaliza la represión.
¿Cuáles son los aspectos más urgentes que la UE debe abordar en materia de migraciones, en tu opinión?
La UE debe simplificar los procedimientos para conceder visados en los países Schengen para dar a quienes desean viajar a Europa la oportunidad de hacerlo de una manera segura. Mientras el acceso a los visados sea un privilegio de las élites y no un derecho para quienes quieran viajar, no dejaremos de contar muertes en el mar. Debería ser el mercado de trabajo el que determinara cuántos trabajadores entran y cuándos salen.
Caza al hombre. Aviones de Frontex buscando migrantes en la frontera.
Crees que la UE es menos interesante para las personas que están pensando en emigrar desde que la crisis pega tan fuerte?
"Todos los horrores de esta guerra [de Siria] son ciertos"
Te has centrado mucho en los últimos tiempos en estudiar o seguir la guerra en Siria. ¿Sientes un especial interés por este conflicto? ¿Por qué?
Estuve en Egipto y Túnez en 2011 durante las revueltas contra ambos regímenes. Y estuve en Libia antes y durante la intervención de la OTAN. Por eso sentí la necesidad de ir también a Siria. Regresé cinco veces el año pasado a las regiones de Aleppo e Idlib que están bajo el control del Ejército de Siria Libre. Esta guerra es crucial para decidir el futuro de la región entera y el equilibrio de poderes entre los estados del Golfo e Irán,pero también para el futuro de los sirios. En más de un año, vi la evolución del conflicto con todas sus contradicciones. Vi como una protesta masiva no violenta se convirtió en una rebelión armada, y cómo una guerra por la liberación se convirtió en una guerra civil, cada vez más sectaria y fanática.
Esta guerra ha estropeado todo, y por eso mi objetivo principal es hablar del sufrimiento del pueblo sirio por culpa de la guerra. Y es por eso que siempre he tratado de moverme sin ninguna protección militar, evitando empotrarme y haciendo todo lo posible para viajar con la gente común y con activistas civiles. Son aquellos que solían organizar las manifestaciones, los que estaban en contra de la guerra y los que hoy se sienten derrotados por partida doble: por el régimen y por la oposición.
Un hombre lleva un bebé superviviente a un ataque aéreo en Damasco. /BASSAM KHABIEH (REUTERS)
Como testigo, ¿qué puedes contar en base a tu experiencia?
Puedo decir que todos los horrores de esta guerra son ciertos. No sé por qué, pero cada vez la opinión pública europea duda más sobre la autenticidad de las noticias que llegan a diario sobre las masacres de civiles en Siria. Es muy triste ver cómo la posición política de algunos es tan fuerte para negar la realidad de lo que está ocurriendo. Siria es un país destruido, y debemos sentirnos avergonzados por la indiferencia con la que lo estamos mirando. Son nuestros vecinos en el Mediterráneo, compartimos una historia común, pero no somos capaces de darles un poco de ayuda.
"El periodismo está perdiendo contacto con la realidad"
¿Qué papel están jugando los medios de comunicación a la hora de abordar la inmigración, y qué papel deberían jugar? ¿Qué debería cambiar?
La prensa juega un papel muy importante a la hora de construir opinión pública, y lo está jugando muy mal. No es por culpa de los periodistas en sí, sino por la organización del trabajo. Si quieres profundizar en tus investigaciones y reportajes necesitas tiempo para estudiar y dinero para viajar. Muchos colegas tienen la preparación adecuada para hacerlo, pero los editores no invierten en sus trabajos. Los editores quieren cantidad y no calidad, quieren escándalos en vez de complejidad. La consecuencia es que cada vez se usan más y más periodistas para hacer trabajo de oficina, copiando y pegando noticias de agencias de prensa. Mientras, el trabajo de campo se reduce y recae en periodistas freelance jóvenes y, a menudo, explotados.
El periodismo no tiene un problema específico con el asunto de la inmigración, sino muchos problemas porque estamos perdiendo contacto con la realidad. Si recuperamos ese contacto apostando por la calidad y no la cantidad, tendremos todos los ingredientes necesarios para contar la realidad de la inmigración.
Y el ciudadano europeo preocupado por este fenómeno. ¿Hay algo que pueda hacer?
Quien quiera saber algo sobre el fenómeno de la inmigración se puede poner en contacto muy fácilmente con cualquier migrante de su ciudad. Europa es una tierra de inmigración, y no hay retorno posible. En cualquier ciudad se puede experimentar esta nueva realidad. Después, será el momento de elegir en qué lado queremos estar.
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