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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

México reformista

Pese a las resistencias, la agenda del presidente Peña Nieto comienza a cobrar velocidad

Las ambiciosas reformas que impulsa el presidente Peña Nieto —nueve meses en el cargo— con el fin de relanzar el potencial de México cobran velocidad de crucero, pese a las inevitables resistencias populares y políticas en un país acostumbrado al inmovilismo. La última, la fiscal, desvelada el domingo, busca el dinero necesario para instaurar conquistas como la seguridad social universal y el seguro de desempleo. Más tibia de lo esperado, pese a subir impuestos a quienes más ingresan y gravar con un 10% las ganancias bursátiles, su previsión de incluir el IVA en las matrículas escolares ha causado tal revuelo que ha obligado al Gobierno a dar marcha atrás.

Otra reforma, la educativa, promulgada finalmente esta semana, mantiene a los maestros en pie de guerra desde hace meses. La actitud irreductible de los docentes —choques con la policía, acampada masiva en el centro de la capital— no invalida la justeza del planteamiento gubernamental. La modernización de México no es posible mientras los puestos de trabajo en el magisterio sean ocasionalmente hereditarios u objeto de compraventa o su titularidad decidida por unos sindicatos corruptos, para los que constituye anatema, por ejemplo, la evaluación regular de los profesores.

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El proyecto reformista es tan alentador como necesario. Pero pese al marco de estabilidad política que supone el Pacto por México (firmado en diciembre por los tres partidos principales para impulsar rápidamente cambios esenciales), el presidente peca de optimismo cuando afirma que en cuatro meses habrá puesto los pilares de su plan. Un plan que abarca no solo los ámbitos educativo o fiscal, sino también las telecomunicaciones o la energía. Pemex, el monopolio petrolero, que se quiere abrir a la inversión privada, es en este terreno la gran asignatura pendiente, además de auténtico tabú para el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Las divisiones en el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), de Peña Nieto, regresado al poder tras 12 años de travesía del desierto, obligan a la cautela al líder mexicano. Junto con el Partido Acción Nacional, su aliado conservador, suma los dos tercios necesarios para imponer las reformas en el Parlamento. Pero sería un grave error recurrir a la simple aritmética para intentar cambiar el perfil económico y social de un país como México e ignorar al PRD y la capacidad de López Obrador para impulsar la protesta social.

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