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Vacaciones de baja intensidad

Mariano Rajoy vuelve a Galicia en verano y se refugia en una casa rural

Mariano Rajoy, durante un paseo veraniego con Ana Pastor y Alberto Núñez Feijóo, el año pasado.
Mariano Rajoy, durante un paseo veraniego con Ana Pastor y Alberto Núñez Feijóo, el año pasado.CARLOS PUGA

Las vacaciones de Mariano Rajoy han perdido intensidad. Los veranos en Sanxenxo, los paseos por la playa, los puros disfrutados en la terraza del club náutico y las tardes de toros en Pontevedra, estampas que se repetían en sus tiempos de líder de la oposición se esfumaron con su llegada a la presidencia del Gobierno. Este año, su asueto tendrá por base una casa rural de altos muros en Ribadumia, en la comarca de O Salnés.

A la residencia veraniega, llamada A Casa de Alicia, se llega por un caminito asfaltado en Besomaño, un lugar salteado de viñas y casas. Se trata de un chalé de reciente construcción con tres habitaciones, salón, cocina, patio interior, piscina y hórreo, cuyo alquiler sale por 270 euros diarios. El recinto lo adquirió el padre de Alicia Cores, empresario local, como legado para sus hijas, según expresa ella misma al teléfono, motivo por el que los dormitorios están bautizados con sus respectivos nombres. “Lo tenemos desde hace como mínimo ocho años. Había una pequeña casa en ruinas y malas hierbas. La casa nueva tiene dos años”, apunta con cierto recelo tras insistir en que no puede “confirmar ni desmentir nada” sobre la visita del mandatario. A unos metros del lugar, un vecino con botas de faena confirma que la semana pasada hubo cierto movimiento de las fuerzas de seguridad por la zona. “Apareció uno con un croquis, pero de momento está todo tranquilo”.

La casa rural de Ribadumia que acoge a Rajoy en agosto.
La casa rural de Ribadumia que acoge a Rajoy en agosto.LALO R. VILLAR

Porque la tranquilidad es la clave. Aparte de las mayores medidas de seguridad que exige el cargo, el revuelo político y la crisis no dejaron de lado el verano pasado la zona de veraneo habitual del presidente, con un Sanxenxo que en pleno agosto registró una insólita manifestación de afectados por las preferentes, jubilados en su mayoría, que discurrieron sudorosos por el paseo marítimo, se plantaron ante el edificio en primera línea de playa en que Rajoy tiene un piso y comenzaron a reclamar a gritos soluciones para su problema. El presidente no estaba allí, pues se alojaba esos días en casa de un amigo, registrador de la propiedad como él. De esas fechas data una de las pocas imágenes que se obtuvieron de su reposo, de paseo por una ruta de senderismo junto al presidente de la Xunta y otros cargos populares en una mañana de lluvia. Optó igualmente por renunciar a dos de sus ritos festivos favoritos, que coinciden con las fiestas patronales de la Peregrina de Pontevedra: los toros y el baile de gala en el Liceo Casino, que se celebra el segundo sábado de agosto al aire libre en las instalaciones de la sociedad en el monte de A Caeira, con vistas a la ciudad. Este año tampoco se espera que acuda.

Afectados por las preferentes gritaron el verano pasado ante su casa en Sanxenxo

El sigilo alcanza incluso a las escapadas gastronómicas. También en Ribadumia está el restaurante O Tío Benito, en una zona más frecuentada, junto al consistorio, a pocos kilómetros de su lugar de reposo. Es un establecimiento con solera, con casi 40 años en activo, regentado por Irene Lojo, con su madre Saladina a los fogones. Menú variable y de la tierra, marisco fresco y empanada, que prescinde del alto copete para dar cantidad y calidad, según defienden las propietarias. Irene se deshace en elogios con Rajoy y su familia, clientes fieles desde hace una década que con frecuencia aparecían con miembros de su pandilla pontevedresa como Pilar Rojo, actual presidenta del Parlamento gallego. En los últimos tiempos, en cambio, han dejado de acudir. “La última vez fue después de las elecciones que ganó, antes de la investidura; llamó él personalmente para reservar”.

Desde entonces no han vuelto a sentarse a la mesa, pero sí han encargado comida para llevar, que venía a recoger la esposa del presidente, Elvira Fernández. Irene advertía de que las patatas envueltas en papel Albal quizás no llegasen en buen estado a su destino, pero ella insistía. Sobre el manjar favorito, madre e hija disienten. Una apuesta por los chocos en su tinta, la otra por los callos. Ambas sienten devoción por unos clientes que consideran casi de la familia y que suelen invitar al hijo de la dueña a sentarse a la mesa con ellos. El cariño es tal que Irene duda si revelar que Rajoy cuando bebe vino -algo a lo que no es muy dado- prefiere un vasito de Rioja a las variedades locales. ¿Y vendrá este año? “No lo sabemos”.

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