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Columna
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Urgente SOS

Las huellas que deja la mala política en la naturaleza son heridas que no las cura ni Dios

Manuel Rivas

Ayer no se acabó el mundo, pero están a punto de cargarse los parques nacionales en España. Por ejemplo, el Garajonay, en La Gomera, es un universo en sí mismo. Con un ecosistema único, el de laurisilva, una reliquia de los antiguos bosques, un verdor tenaz que no se ha apagado en miles de años. La declaración de parque, hace 25 años, salvó este paraíso de la amenaza de extinción. El cambio climático, ese sí, no es una coña profética, sino un auténtico proceso bélico contra la naturaleza, aunque algunos solo se lo tomarán en serio el día en que tengan que salir buceando del Congreso, sorteando como escollos los tomos de memorias de Aznar y las estatuas flotantes de Botero. El caso es que el Garajonay y los otros parques canarios, la Caldera de Taburiente o el Teide, declarados Patrimonio de la Humanidad, emiten llamadas desesperadas de auxilio. El presupuesto de conservación para 2013 se ha reducido en un 75%. Esto no es un recorte: es una tala con efectos irreversibles. Las huellas que deja la mala política en la naturaleza son heridas que no las cura ni Dios. Pero la inquietud ya afecta a todos los espacios protegidos. Se han eliminado por parte del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente todas las ayudas para los municipios donde están ubicados los 14 parques nacionales. Eran cantidades mínimas, pero imprescindibles para implicar a las poblaciones en la protección. Pues también eso lo han talado. Y cuando se elimina algo necesario se acaba llenando de cosas malas. Como se llenarán los litorales todavía vírgenes, despojados de toda defensa, convertidos en cebo para otro episodio de terror urbanístico. La propia tierra es maltratada y violada como una colonia. Los 14 parques nacionales son nuestro mejor patrimonio. Deberían ser espacios sagrados. Cuando los Gobiernos no respetan eso, ya no respetan nada. Ni la línea de playa, ni la de la vergüenza.

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