Frivolidad y horóscopos
La publicación de una foto íntima pirateada de Scarlett Johansson es un error sin paliativos. Un comentario lamenta que el diario albergue augurios astrales
Periódicamente se reciben quejas sobre noticias que, a juicio del remitente, decantan el diario hacia lo frívolo. Se trataría de un deslizamiento hacia lo insustancial. La moda es un objetivo preferente de las mismas, pero el diario no puede ignorar ni su importancia industrial ni sus aspectos estéticos. Para evaluar la supuesta frivolidad de un tema hay que atender también a cómo se acerca el periodista a él. Que el diario dedique un espacio a la boda de la hija de Amancio Ortega, por ejemplo, es criticado por Uxio Alonso, quien asegura: “Hoy, cuando compré el periódico, creí que me había equivocado y en lugar de EL PAÍS me habían dado el Hola.El reportaje fue a la bolsa de reciclaje”. Sin embargo, esta boda ha dado pie a un artículo previo sobre, entre otros aspectos, la cúpula del imperio Inditex que iba más allá del deleite por la apariencia. El diario no ha de explayarse en la nadería, elemento de la civilización del espectáculo que han criticado intelectuales como Vargas Llosa. Yasmina Reza, por su parte, distingue la frivolidad de la futilidad para reivindicar la primera como una forma espumosa de inteligencia.
Joaquín Alegre se extiende contra lo que califica de “obscena” difusión de “lujos y un estilo de vida al alcance de una minoría” de la que duda “que tenga la más mínima afinidad ideológica con el periódico”. “Si es un intento de cosmopolitismo elegante, les doy el pésame”. El lector se pregunta si el diario quiere abandonar la sobriedad en favor de un “posmodernismo impostor”. Recojo un caso preocupante que menciona. La información (Revista de Sábado, 24 de marzo) sobre el juicio a un hacker que pirateó fotos privadas de actrices se ilustra precisamente con una foto robada de Scarlett Johansson desnuda. Mientras que el texto recoge unas declaraciones del pirata en las que se disculpa por lo que hizo —“la peor invasión de la privacidad que alguien puede experimentar”—, en la misma noticia se reproduce una de ellas. Un disparate, una equivocación lamentable. Y así me lo han reconocido tanto el responsable del suplemento como su editora gráfica, que piden disculpas por este error sin paliativos. En la edición digital, la noticia se ilustró con una imagen del pirata.
Otra queja, que comparte este lector, se centra en la entrevista al editor de Monocle, Tyler Brûlé, que ha pasado de ser reportero de guerra a editor “gurú del hedonismo consumista” (24 marzo). Juan García Montes la menciona como un ejemplo de banalización. Y destaca que su publicación coincide con un anuncio de la citada revista en otra página de la misma edición.
“En la entrevista, falta cualquier atisbo crítico y parece un mero aparato de promoción (teniendo en cuenta que el suplemento El Viajero usa parte de los contenidos de esta revista)”. He preguntado al subdirector de Revista de Sábado, Jan Martínez Ahrens, sobre el criterio para publicar el artículo y la coincidencia con el anuncio. ¿Estaban relacionados?
“El Sol está uno o dos signos antes del que se nos atribuye al nacer”
“No existe ninguna vinculación entre la decisión, exclusivamente periodística, de publicar la entrevista y la inserción del anuncio, que también ha aparecido en otras fechas. Someter criterios editoriales a la publicidad es una práctica estrictamente prohibida en EL PAÍS. Por otra parte, no creo que pueda considerarse que no hay ‘atisbo crítico’ en el artículo. La excelente y ciertamente ácida entrevista con Tyler Brûlé, uno de los más conocidos editores de revistas del mundo y columnista de referencia de Financial Times, fue publicada unos días antes por The Guardian, periódico con el que tenemos un acuerdo de exclusividad en la reproducción de contenidos y cuya independencia y rigor espero que no estén en duda. Un convenio similar también lo tiene El Viajero con Monocle para ofrecer a los lectores contenidos suyos que nos parezcan pertinentes. Por su calidad, por el interés del personaje y por su tono personal decidimos reproducirla en Revista de Sábado, donde se dan perfiles de personalidades tengan o no relación con los anunciantes, como fue el caso del pasado nazi de los propietarios de BMW o las peleas de la familia Bettencourt, dueña del imperio L’Oréal, por citar dos ejemplos. La coincidencia con el anuncio de la revista Monocle no es más que eso, una coincidencia. En la entrevista no se eluden los claroscuros cuando se subraya ‘el conflicto entre el esteta y el hombre de negocios’ a propósito de sus opiniones sobre los derechos laborales o cuando el reportero no puede resistirse a ‘incordiarle un poco”.
Otra queja, no inédita, versa sobre el horóscopo. Rosendo Vílchez critica su publicación. Muestra su tristeza porque El PAÍS, “que suponía un diario serio y con respeto a la ciencia”, ha incluido uno en SModa. “Aunque sea un suplemento frívolo, no creo que EL PAÍS deba caer tan bajo”.
Este diario alberga otro, el que se propone en la edición digital. En la citada revista —la misma que ofrece artículos de opinión o reportajes, como el de la neuromoda, ajenos a cualquier idea de frivolidad— se puede encontrar al final de su paginación. Seguramente, muchos lectores los consultan sin tomárselos en serio y hacen bien. Pero otros pueden confundirse sobre la condición científica de este tipo de “filigranas de la ensoñación”, en palabras de Carl Sagan.
Empar Prieto, directora editorial de la revista, comenta: “El horóscopo en SModa está pensado como una sección de entretenimiento más, un servicio adicional al lector, que encuentra información muy variada en un suplemento que puede abarcar desde el último restaurante al color de barra de labios que está de moda, pasando por una reseña de libros o un artículo de opinión. Consideramos que informar en el diario sobre los números ganadores de la lotería no supone una incitación al juego, sino simplemente un servicio a una parte más o menos importante de los lectores. Del mismo modo, ofrecer una página con el horóscopo es un servicio a los lectores que lo solicitan. Los lectores son libres de otorgar credibilidad o no a lo que se cuenta en los horóscopos. De todas formas, sí se tuvo cuidado en elegir a una persona de prestigio en el mundo de la astrología. Susan Miller es la astróloga de referencia en Estados Unidos. Lleva 25 años escribiendo al respecto. Su web tiene seis millones de usuarios únicos y 15 millones de páginas vistas como promedio mensual. Miller tiene un enfoque particular de la astrología, de la que dice que ‘no es un libro de autoayuda’ y más bien la define como ‘una herramienta de información más”.
El catedrático de Astronomía de la Universidad Complutense Miguel Sevilla de Lerma considera que muchos seguidores del horóscopo son totalmente incrédulos. “Basta con leerlos para detectar su desacierto sistemático”. Sevilla afirma que la influencia gravitatoria del Sol o la Luna no puede trasladarse a este tipo de predicciones y subraya que manejan 12 signos zodiacales, cuando en realidad son 13 las constelaciones que deberían figurar (habría que añadir Ofiuco, entre el 30 de noviembre y el 18 diciembre). Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, considera que se trata de una simplificación producto del pensamiento mágico. “Se definieron 12 regiones para que coincidieran con la división del año en meses lunares”. Es una división que no tiene base científica. “La astrología asegura que nuestro signo zodiacal se corresponde con el lugar donde se halla el Sol el día que nacemos; pero, debido a los movimientos orbitales de la Tierra, cuando nace una persona… el Sol está uno o dos signos antes del que se le atribuye”. Armentia considera un oprobio intelectual pensar que únicamente hay una docena de tipos de personas.
El combate de la ciencia contra este tipo de literatura viene de lejos. En 1975, cerca de 200 científicos suscribieron un manifiesto en el que mostraban su inquietud por esta “charlatanería”. Desde entonces, se han sucedido otros. Es obvio que este diario no se da por aludido.
Los lectores pueden dirigirse al Defensor del Lector al correo electrónico defensor@elpais.es o telefonear al 913 378 200 ó al 934 010 500.
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