La mala reputación de Monsanto entorpece la ‘megacompra’ de Bayer
La empresa alemana se enfrenta a una campaña contra la operación que acumula 155.000 firmas
Bayer ha topado con un nuevo problema en su intento de protagonizar la mayor compra en la historia empresarial de Alemania. Para lograr su objetivo, no solo deberá solventar las dudas de los inversores y de las autoridades de competencia de EE UU y Europa. El consorcio mundialmente famoso por un producto con tan buena prensa como la aspirina -aunque en los últimos años también ha sufrido las críticas de ecologistas- se enfrenta a un enemigo más etéreo: la movilización social, y el daño que puede hacer a su reputación asociar su nombre al de Monsanto, una de las empresas con peor imagen del mundo. Una campaña para dinamitar la operación ha reunido en solo cinco días más de 155.000 firmas.
Los cuervos sobrevuelan dos espantapájaros que parecen recién salidos de una película de miedo. Uno lleva escrito el nombre de Bayer. El de al lado, con un espray que llena el campo de trigo de una sospechosa sustancia verde, representa a Monsanto. Es la imagen que encabeza la campaña “Evitar un consorcio monstruoso”. La petición, impulsada por la web alemana Campact, alerta de que, si la compra sale adelante, el grupo resultante tendrá el control sobre “prácticamente todo lo que comemos”.
Lara Dovifat, jefa de la campaña, señala los riesgos de lo que considera “una amenaza global a la seguridad de la alimentación”. “La concentración en el sector agroquímico conduce a un monopolio de facto que hará a los agricultores totalmente dependientes de una empresa que les podrá obligar a comprar más semillas modificadas genéticamente y pesticidas, e imponerles además precios crecientes. Es un proceso que ya vemos en países de Latinoamérica o África”, asegura esta activista. Otra campaña de Campact contra el glifosato, el producto estrella de Monsanto cuya renovación en la UE está pendiente, ha reunido más de 550.000 firmas.
Clicks contra los gigantes empresariales
Mientras los Gobiernos de Europa y Estados Unidos trataban de dar un último empujón al tratado comercial que negocian, 150.000 personas salían a las calles de Berlín para protestar contra un acuerdo que sienten que se está negociando a sus espaldas. Junto a las manifestaciones tradicionales, portales como Campact sirven para canalizar las protestas de los ciudadanos que, para expresar su opinión, no necesitan salir de casa. Les basta con encender el ordenador.
Unas 840.000 personas han respaldado la campaña “Paralizad el TTIP [siglas de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión]. Ningún regalo para Monsanto, BASF, etc.”. La petición para acabar con el herbicida glifosato tiene el apoyo de más de 540.000 internautas. Y la que trata de boicotear la compra de Bayer, creada el pasado miércoles, ha superado los 155.000. Todas ellas tienen algo en común: Monsanto es la bestia negra.
Mientras las críticas arrecian, el consejero delegado de Bayer, Werner Baumann, trata de minimizar daños. En una entrevista con la edición dominical del Frankfurter Allgemeine, Baumannn decía ser consciente de la reputación que arrastra Monsanto y mostraba su disposición a reunirse con ecologistas y consumidores para escuchar sus preocupaciones.
“Déjenos explicar cómo queremos hacer la agricultura más productiva para alimentar a una población mundial que crece a ritmo creciente y que tiene nuevos hábitos alimenticios. Con Monsanto queremos ayudar a aumentar las cosechas”, aseguraba el directivo responsable de una compra de 55.200 millones de euros que Monsanto ha rechazado por ahora por considerarla demasiado baja. Desde que a principios de mes se oyeron los primeros rumores de la operación, la acción de Bayer ha perdido en torno al 15% de su valor.
Pese a las buenas palabras de Baumann, el nombre de Monsanto pesa. El listado Harris Poll, que ordena cien empresas estadounidenses por su reputación, colocaba a la compañía líder en semillas manipuladas genéticamente en la quinta peor posición. Además, cientos de ciudades de todo el mundo celebraron el pasado 21 la protesta “Marcha contra Monsanto”. Monsanto quema tanto que, si la fusión llega a buen puerto, Bayer podría eliminar su nombre de la marca, una opción que el consejero delegado no descarta. Según publicó el Financial Times, la empresa alemana ha contratado a un puñado de potentes empresas de relaciones públicas –Brunswick, CNC, Sard Verbinnen, Hering Schuppener y Finsbury- para hacer llegar su mensaje. “Por supuesto que los inversores también se han interesado por los riesgos a la reputación”, admite Baumann.
Jürgen Gietl, socio de la consultora alemana especializada en marcas Brand Trust, admite que la compra de Monsanto conlleva serios riesgos para el nombre de Bayer, pero cree que la compañía alemana puede contrarrestarlos con una gestión de la marca profesional. “El problema reputacional para los inversores es importante solo a corto plazo, porque ven el negocio de Monsanto como extremadamente lucrativo. Y aunque el nombre de la marca sufra problemas, es improbable que un consumidor vaya a dejar de comprar aspirinas de Bayer o [el herbicida] Roundup de Monsanto en protesta”, concluye.
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