La fe de Carvalho
Tras dos meses de baja, el central del Madrid vuelve seguro de su importancia en el equipo
Ricardo Carvalho no consigue olvidar septiembre. Empezó el mes abandonando la concentración de la selección de Portugal cuando supo que había perdido la titularidad y lo acabó inscrito en los misteriosos partes de bajas de Valdebebas con un diagnóstico que rezaba "lumbalgia". Entre una cosa y la otra, a sus 34 años, perdió su condición de central de referencia en el Madrid y fue ruidosamente despedido a perpetuidad de su selección. Disputó su último partido de la Liga en Santander el día del empate a cero más raro de los últimos años y en el que Mourinho pidió explicaciones a sus jugadores y ellos se le revolvieron para exigirle un cambio de método y actitud. El miércoles pasado, dos meses después de su exilio entre las camillas de la enfermería y las máquinas del gimnasio, se volvió a saber de Carvalho. Le vieron dando vueltas al campo, al trote. En el vestuario creen que está listo para viajar a Mestalla. Dicen que tiene fe en la palabra de su entrenador.
Mourinho le dijo que se recuperase con calma, que sería titular a la hora de la verdad
El defensa confía en jugar a pesar de lo bien que respondieron Ramos y Arbeloa
El mensaje que Mourinho trasladó a Carvalho hace dos meses, cuando le dolía la espalda, fue nítido. Según fuentes de la plantilla, le comunicó que se recuperase tranquilamente. Que no había necesidad de precipitarse. Que lo más oportuno era oxigenar al grupo con la participación de todos los jugadores en los partidos para que todos tuvieran minutos y estuviesen contentos. Que cuando llegasen los partidos decisivos volvería a jugar.
El regreso del mejor defensa portugués de las últimas décadas anuncia un inesperado dilema para su entrenador, Mourinho. ¿Cumplir su palabra y devolverle el puesto o dejar las cosas como están, con Ramos comandando la zaga y Arbeloa como lateral derecho? Desde que Carvalho dejó de jugar, el Madrid ha completado su mejor racha de juego con Mou al frente. Lo dijo ayer Cristiano: "Estamos entreteniendo a la gente. Ahora jugamos bien al fútbol y eso es lo más importante".
Siete encuentros de la Liga y dos de la Liga de Campeones que se tradujeron en nueve victorias y un despliegue ofensivo y defensivo casi perfecto. El promedio de goles en contra es inferior sin Carvalho (0,7 por partido) que con él (0,9). Las estadísticas mejoran, aunque para que los datos fuesen verdaderamente significativos sería preciso contrastar a la nueva defensa frente a rivales de más entidad. La visita a Mestalla de mañana servirá para medir la excelencia de este Madrid tanto como el nivel de un Valencia en plena regeneración.
No hay nadie mejor que los compañeros para juzgar a un futbolista. El retrato que ofrecen de Carvalho es el de un central sabio y un hombre honrado que no participa de camarillas de ningún tipo. Se lleva tan bien con los españoles como con los portugueses.
Fichó por el Madrid gracias a una mezcla de dos cualidades: su eficacia en el campo y su amistad con el agente Jorge Mendes, que, a su vez, representa a Mourinho. El técnico le quería para controlar con gente de su confianza la zona más sensible del equipo: las puertas de la portería.
A Mourinho le gusta establecer lazos de complicidad con sus jugadores. Considera que contar chistes a la plantilla en las sobremesas resulta tan necesario como promover en el grupo una fe ciega en sus decisiones. Sin embargo, son intereses estrictamente profesionales los que unen al entrenador con el jugador más veterano de su línea de cobertura. Hace años que Carvalho y Mourinho tuvieron un roce que marcó su convivencia: el día que el jugador anunció que dejaría el Chelsea si seguía en el banquillo. Sucedió en la primera temporada del técnico en Londres, la 2004- 2005. Las cosas comenzaron a enturbiarse cuando Mourinho empezó por alinear a Terry con Gallas en el primer partido de la Liga, frente al Manchester United. Como se sintió injustificadamente marginado, Carvalho acabó por anunciar en público que, si no jugaba, se marcharía a otro club. Mourinho lo interpretó como una deslealtad. Tras escuchar el reproche del técnico, Carvalho le advirtió de que él solo debía lealtad a sus amigos y a sí mismo y que si él había fichado por el Chelsea no era para pulir el currículum a la sombra del mejor entrenador de todos los tiempos, sino para jugar al fútbol. Desde entonces ambos se respetan a una distancia prudencial. La relación se sostiene gracias a la intermediación constante de Mendes.
Pocas veces una lumbalgia ha postrado a un jugador dos meses seguidos. Este es el caso de Carvalho, de quien sus colegas observan que ha preferido alargar su rehabilitación con un asombroso sentido de la prudencia. Ahora vuelve. Confía en que el técnico no le va a fallar. Pero en el vestuario no están tan seguros. Ven a Mourinho en una encrucijada: para cumplir con Carvalho precisa desencantar a los españoles, mover a Ramos al lateral y dejar fuera a Arbeloa. Es decir: las tensiones parecen inevitables.
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