Crisis del neoliberalismo
Resulta sorprendente lo poco que hoy en día importa la economía. Esta es la tesis que quisiéramos argumentar, que en el debate público el pensamiento económico es el gran ausente. Tal afirmación, contraintuitiva, requiere ser aclarada. No es posible obviar el continuo esfuerzo mediático por familiarizar al público con el vocabulario financiero, o la centralidad que en esta campaña electoral asume el problema del paro. Pero que se hable de ello no quiere decir gran cosa; pensar, en tanto que acto creador, implica la formación de conceptos y razones.
Digamos que tal pensamiento ha sido apartado, incluso vetado, por las políticas de austeridad. Esta palabra mágica nada tiene que ver con lo económico. Austeridad significa depredación y disciplina, en resumen, policía: frenar el amontonamiento de las deudas; asegurar a los acreedores ciertas probabilidades de cobro; posponer lo más posible la suspensión de pagos; minimizar el importe de la deuda que al final deba ser rescindida. La austeridad -es algo fuera de discusión- no va encaminada a crear una estrategia de salida de la crisis. La astenia que provoca depaupera las economías hasta tal punto que los pretendidos remedios han resultado mucho peores que las enfermedades. El amago de referéndum de Papandreu ha de interpretarse como una suerte de futuro anticipado, pues en el actual contexto orwelliano, los rescates matan.
Austeridad significa depredación y disciplina; en resumen, policía. No busca una salida Es harto improbable que las medidas que nos metieron en la recesión puedan sacarnos de ella
Ante la catástrofe aparecen entonces dos terribles amenazas: la democracia, que el pueblo exija poder decidir, y ¡quién lo iba a decir! una nueva versión de la lucha de clases. Desde hace años, a los ajustes estructurales del FMI, el BM y la OMC, el movimiento alterglobal opuso la condonación de la deuda de los países del tercer mundo. Con los movimientos de los indignados esta reivindicación, reforzada por el ejemplo de Islandia, comienza a extenderse hasta la deuda, pública y privada, de todos los trabajadores y parados. He aquí una clave fundamental del conflicto. Claro que ni la policía de los oligopolios prestamistas, ni el reseteo del precariado endeudado, son stricto sensu intervenciones económicas. La primera es securitaria; la segunda, una puesta del contador a cero.
Es precisamente cuando se intenta hablar de economía que la ausencia de tal pensamiento se hace patente. Rajoy quiere jugar la baza de siempre, el mito de la eficiencia del sector privado y la enorme capacidad de generación de empresas -y por ende, empleo- que se atribuyen a sí mismos los liberales. Pero aquí el PSOE y el PP hablan un mismo lenguaje. En las últimas dos décadas, a la hora de abaratar el despido y subvencionar a los empresarios pequeños, grandes y medianos la izquierda del centro no ha ido a la zaga del centro-derecha. Que las medidas que proponen unos y otros, las mismas que nos metieron en la crisis, puedan sacarnos de ella, es harto improbable. A estas alturas, la propia imposibilidad de ejecutarlas pues ni hay ni habrá dinero para mantener siquiera el nivel actual de inversión pública en los emprendedores resulta evidente, y ellos lo saben. En cualquier caso, aquí es donde reside el problema que da nombre a este artículo.
¿Qué es el neoliberalismo? Nada lo diferenciaría del viejo si fuese sinónimo sin más del estado mínimo, la desregulación y las privatizaciones. La economía es antes que nada una tecnología de gobierno. Lo característico de la neoliberal consiste en las formas de vida que promueve y la vigilancia y constantes intervenciones que realiza para vigorizarlas. El emprendedor es la figura clave. El neoliberalismo es aquella tecnología que diseña el medio social para que el agente -ya sea la unidad familiar, el trabajador, el estudiante, el parado o el propio estado- dirija su existencia como si fuese una empresa financiera. Así, cuando se los acusa a todos ellos, hipotecados, de haber vivido por encima de sus posibilidades, se culpa a quienes, no obstante, hicieron lo que los neoliberales mandaban. La crisis es su crisis y que los dos lados del centro político sigan apostando por el cóctel de la austeridad y las recetas neoliberales, no confirma más que su respectiva incapacidad de pensar de nuevo la economía.
Zoopolitik es un grupo de investigación política formado por los activistas Antón Fernández de Rota, Carlos Diz Reboredo, Martín Cebreiro López y Rosendo González.
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