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Columna
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La venganza de Jorge Ballester

Pasen y vean. Porque se trata de eso, de mirar y de ver. la pintura de Jorge Ballester reaparece en la Nau dieciocho años después de que el IVAM le dedicara una gran retrospectiva al Equipo Realidad con la que firmaba la autopsia del cadáver del arte comprometido de la Transición española. Transición a una monarquía parlamentaria que a Jorge Ballester le sugiere el concepto de monarpía: forma de Gobierno regida por una simia de mala condición. Lo que se explica porque Jorge Ballester, además de un rojo irreductible, siempre ha sido un gran aficionado a los juegos de palabras: el pueblo ya no muerde, duerme, por decirlo con las mismas letras. "Somos cromo somos" asegura en uno de los documentales rodados por Joan Dolç como complemento de la exposición. "Somos cromo somos", algo que en el ADN artístico de Ballester va más allá de la herencia de su padre, el escultor republicano Antonio (Tonico) Ballester y de la influencia de su tío Josep Renau, el gran fotomontador y auténtico padre del pop-art en España, como se encarga de recordarnos Jaime Brihuega, comisario junto a Dolç de esta muestra y de la amplia retrospectiva sobre el propio Renau que, hace tres años, montaron la Universitat de València y el Ministerio de Cultura. Y es que, con no poca intención, Pablo Ramírez sugiere en el catálogo de la exposición, que, tal vez, la biografía de Jorge Ballester podría ser una de sus mejores obras. Baste recordar algunas personas con las que se ha relacionado: los Gaos, Gustavo Alatriste, Buñuel, Gabriel García Márquez, Jorge Ibargüengoitia, Sergio Pitol, Vitorio Vidali (el famoso comandante Carlos del Quinto Regimiento), Leonora Carrington, Olivia de Havilland, Gloria Swanson, Natalie Wood, Félix Candela, Wilfredo Lam, o Eduardo Arroyo. También, el contraste de todo ese mundo con el trabajo alimenticio como jefe de publicidad de Porcelanas Lladró, cuyas figuritas le han perseguido, durante años, en sus peores sueños.

En esa tesitura, al poco de disolverse el Equipo Realidad, Jorge Ballester dijo que dejaba la pintura y muchos le creímos. Ahora nos enteramos de que nos engañó, de que no lo hizo nunca, de que dejó de ser pintor profesional para dedicarse a pintar más allá de los dictados del mercado, a disfrutar con la propia pintura, con respeto a la obra, a lo que el mismo cuadro le iba pidiendo, o como dice él, "a pintar con los cojones del alma". El mercado, sostiene Ballester, nos hace ruines y ahí radica la profunda maldad de esa gente. Hijo de vencidos en la Guerra Civil, pero nunca derrotados moralmente, buscando siempre el equilibrio entre arte y política, Jorge Ballester pasó a la clandestinidad como pintor dispuesto a dar la batalla.

En estos años de pintura secreta, ha ido consumando su venganza contra el mercado. Y ha hecho su particular ajuste de cuentas utilizando las armas que mejor maneja, un profundo conocimiento de las vanguardias y una gran capacidad técnica, que, desde la libertad ganada al no seguir más dictado que la felicidad de pintar, han dado como resultado una obra poderosa. Pasen y vean.

http://twitter.com/manuelperis

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