La crisis llena los cámpings
Aumenta el número de campistas españoles y baja el de extranjeros - Girona tendrá plena ocupación y Tarragona llegará al 85%
José Pie y Jordi Codina, ambos de 56 años, juegan una partida de cartas sobre una mesa de plástico antes de comer. El entorno del Camping Internacional de Calonge (Baix Empordà) les es familiar: allí veranean desde hace 30 años. Tanto les gusta que alquilan las parcelas de Semana Santa a octubre. "Es como nuestra segunda residencia", afirman satisfechos. Sus vecinos de parcela suelen ser holandeses, la nacionalidad europea más aficionada al camping. Pero la crisis económica está inclinando la balanza hacia los españoles. El número de turistas del interior ha crecido en las zonas privadas de acampada el 5% en cinco años. El de extranjeros, ha descendido el 30%, mientras que su presencia en hoteles ha aumentado casi 20 puntos.
"Hemos notado que en Sant Joan y en la Segunda Pascua han venido más nacionales que hace dos o tres años", confirma Albert Banús, gerente del establecimiento. El presidente de la Asociación de Campings de Girona, Josep Maria Pla, cree que la inestabilidad en los países árabes incrementará esta tendencia en verano. "Las parejas jóvenes se arriesgan, pero las familias con hijos no. Y estos son nuestros principales clientes", afirma.
Las previsiones para este verano son buenas en las comarcas de Girona: 100% de ocupación entre mediados de julio y mediados de agosto. La Asociación de Campings del Camp de Tarragona, Costa Daurada y Terres de l'Ebre, espera, según su presidenta, Berta Cabré, prevé una ocupación cercana al 85%. En Tarragona hay 53 campings que ofrecen 22.000 plazas. Es el 70% de la oferta de todo el alojamiento de la zona y el año pasado aportó 12 millones de euros. Cabré también ha notado un crecimiento del turismo interno. "Tenemos clientes españoles que nunca habían ido al cámping. Antes optaban por viajes a destinos lejanos, pero la actual situación económica ha propiciado que se decanten por otras ofertas más cercanas", dice. "Los extranjeros vienen de Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda y Alemania, y la mayoría, en caravana", añade.
Cataluña es la comunidad con más cámpings, tiene 350. La media de estancia en temporada alta es de 4 o 5 días. Como los hoteles, los hay para todos los gustos y bolsillos: de los 11 euros por noche que ofrece el camping L'Aube, en el Delta del Ebro, a los 225 euros por noche en una cabaña a todo lujo que piden en el cámping Cambrils Park. Uno de los más grandes es el Playa Mont-Roig Camping-Resort. Tiene 1.200 parcelas y alberga hasta 5.000 personas. Hay restaurantes, discotecas, bares y acceso a la playa."Controlar unas instalaciones de estas características es como ser el alcalde de un pueblo", afirma el director de este cámping, Xavier Palau. El año que viene el Playa-Montroig cumplirá 50 años y muchos de sus visitantes son fieles desde hace 20 años.
El mal momento económico genera nuevas tendencias entre los campistas. Las autocaravanas, que exigen una fuerte inversión (una nueva puede costar más de 40.000 euros), están dejando paso a los bungalós y las tiendas. Muchos complejos se están adaptando a este nuevo tipo de turista y han ampliado la zona destinada a estas casitas. La Generalitat ha favorecido el cambio con la aprobación de un decreto en noviembre pasado que eleva del 30% al 50% el número de plazas que pueden ocupar bungalós y casas móviles.
Pero para los que tienen más tiempo (y dinero) la caravana sigue siendo la opción preferida. Gill y Chris Jones (54 y 50 años), jubilados, han hecho 18.000 kilómetros desde el norte de Inglaterra hasta Calonge (Baix Empordà). Siete semanas de viaje dan para mucho: han parado unos días en Francia y después de Cataluña irán a Italia. "Nos gusta viajar y el aire puro", explican. La playa, el turismo y la lectura son lo suyo.
Cabré alerta sobre una tendencia en crecimiento que les molesta: el estacionamiento de caravanas en zonas ilegales. "No está permitido, y siempre se ha producido". Quien va en este transporte, explica, tiene la opción de estacionar por horas o incluso una noche en zonas concretas, pero no en cualquier parte y menos, sacar sillas o toldos y cocinar. Las normas están fijadas en la ordenanza de cada municipio. Sin embargo, dice, la crisis lanza muchas caravanas a la vía pública, sobre todo en localidades de costa. Las multas por hacerlo alcanzan los 300 euros.
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