Prohibido rodar cine en gallego
Enrique Baixeras vuelve a exhibir su corto secuestrado en 1974 por la policía
Santiago
En 1974, filmar un relato sobre el amor desesperado, casi suicida, de un hombre encaramado a un fresno podía acarrear desagradables encuentros con la policía. Sobre todo si la película de 16 milímetros llevaba en su banda sonora un idioma estigmatizado: el gallego. Le sucedió a Enrique Rodríguez Baixeras (Ribadeo, 1953) con O documento, su cortometraje inspirado en un cuento de Ánxel Fole y uno de los intentos pioneros de rodar cine en la lengua de Galicia. "Usted lo que tiene que hacer son películas en castellano, que es el idioma de la patria", amenazaron los grises, en una comisaría de A Coruña, a Baixeras. La copia positivada de O documento se perdió en los sótanos del tardofranquismo y nunca, apenas, se volvió a proyectar. Hasta ayer, en Ribadeo, de la mano de la asociación cultural Francisco Lanza.
Antes había rodado 'A morte do Mariscal': "Siempre en nuestra lengua"
Los 'grises' de Ourense incautaron los filmes 'A tola' y 'O documento'
Fue la villa de A Mariña, precisamente, el escenario de la película. En concreto, recuerda quien interpretó al protagonista -el ahora periodista de Efe Juan López Rico-, la zona del monte de Santa Cruz para los exteriores y una casa señorial cercana a San Roque para los interiores. "Nosotros teníamos un club de cine amateur en A Coruña, con Miguel Gato o Xavier Iglesias", hace memoria, desde Foz, Rodríguez Baixeras, "y hacíamos nuestras cosas en Súper8". A morte do Marsical, por ejemplo, que utilizaba los paisajes de Ferreira do Valadouro para enmarcar la historia de Pardo de Cela. "Todo ese material se ha perdido, pero sí recuerdo que trabajábamos siempre en gallego", añade.
A comienzos de los años setenta, el cine en gallego era una idea clandestina. Los que se atrevían a pensarla funcionaban en grupos -Enroba se llamaba el de Baixeras, otro Lupa- o registraban documental militante -Carlos Varela para la UPG. "Después de aquella experiencia en A Coruña, ya más animado y cuando estudiaba en Madrid", continúa relatando Baixeras, "estaba leyendo A lus do cándil, de Fole, y se me ocurrió hacer una trilogía con tres de sus relatos". O documento fue el primero de ellos. Catorce mil pesetas costó transportar a media hora de imágenes en blanco y negro la historia de un hombre subido a un árbol y despechado por amor. "Como en aquella película de Fellini", dice su director, en referencia a la estrictamente coetánea Amarcord, "pero de casualidad, ¿eh?". Porque antes que el autor de La dolce vita, a Rodríguez Baixeras le interesaba Claude Chabrol. "Los planos iniciales de la película eran como los del principio de El carnicero", explica divertido.
Al centro de aquel rodaje llegó Juan López Rico de casualidad. "Yo era amigo de Enrique desde la infancia", cuenta, "y le estaba ayudando en la producción del corto; quien iba a protagonizarlo competía en traineras y el día de la grabación no apareció. Así me subí yo al árbol". "Que me tiro, que me tiro", repetía el actor, mientras curas, maestros y otros personajes, mayormente encarnados por gentes del lugar, pasaban por debajo. Incluido Juan Antonio García Díez, que más tarde ejercería de ministro con Adolfo Suárez y que entonces veraneaba en Ribadeo. "Pero en realidad, yo nunca he visto la película y el cine no consta en mi currículum", asegura riendo López Rico.
El que casi nadie haya visto O documento, al contrario que la segunda pieza de la trilogía incompleta -O cadaleito (1976)-, lo podría explicar la policía franquista. En las III Xornadas de Cine de Ourense, aquel año de 1974, O documento compartió cartel con A tola, la adaptación de un cuento de Francisco Taxes realizada por Miguel Gato. Al gobernador civil no le chistó el asunto y mandó secuestrar los filmes. "Me avisaron de que me marchara, que los agentes estaban preguntando por mí", rememora Enrique Baixeras, "inmediatamente regresé a A Coruña, a casa de mis padres. Allí me esperaba la policía". En la comisaría el interrogatorio versó sobre cuestiones lingüísticas. "Fue absurdo; la película de Gato sí que era una alegoría política, pero la mía no; les molestó que estuviese en gallego", deduce.
Así desapareció la película original, que sobrevivió a partir del copión -el positivo que se usa para el montaje- conservado por el director. "Años después trabajé en la Filmoteca Española, en Madrid", relata, "con Daniel Pérez [natural de Nadela, en Lugo, y actual responsable técnico de la institución] y lo desposité en sus fondos". O documento solo vio de nuevo la luz del proyector en Foz y en Lugo, cuando en 1997 dedicaron a Ánxel Fole el Día das Letras Galegas. "Un vhs a partir del copión, la misma que [ayer] en Ribadeo; no está en muy buenas condiciones", admite.
Baixeras lo intentó un poco más en el planeta cine. Pero no mucho. "Volví a Foz y monté una granja de vacas", dice, "acabé muy desilusionado".
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