Una mitología poderosa
Ensayo. Onfray nos vuelve a recordar, brillantemente, las debilidades de Freud y de su pensamiento, que al parecer son las mismas. Ya desde Wittgenstein la mayoría están claras, Onfray les añade detalles, habilidad y picardía. Y ya el libro de Louis Breger, Freud, el genio y sus sombras (Vergara) las analizaba espléndidamente hace diez años. (Curioso que Onfray no lo cite en su abundante y comentada bibliografía). Lo sorprendente del pensamiento de Freud es que una psicopatología se haya tomado -por impulso inicial de su creador y sus discípulos- como una filosofía general de vida o una cosmovisión, incluso como una especie de religión. "Es un lugar común que todos hablamos hoy día en lenguaje freudiano, lo reconozcamos o no", dice con razón Peter Gay, cuyo libro Freud. Vida y legado de un precursor (1988) reedita ahora Paidós y sigue pasando como la biografía canónica de Freud: sin la hagiografía acrítica de Jones y sin la crítica considerada de Breger. Onfray es menos considerado, también con Gay, del que no reconoce más que una "fina dialéctica" para mantener lo mismo que Jones en el fondo. Desde luego Freud nunca tuvo a la naturaleza humana tumbada en su diván, aunque a veces parezca que sí. Se da a Freud, entre los "probos" y cultos de este mundo, una importancia que en otros no tiene. Si en éste no fuera un ídolo no sería crepuscular, y viceversa. De modo que al freudiano no le afectan de verdad críticas como las de este libro y al no freudiano simplemente le hacen gracia. Porque la tienen: al final no se entiende cómo un gran hombre era tan pequeño (merecedor de una "bella letanía" de "legítimos reproches": mentiroso, falsario, plagiario, simulador, propagandista, respetuoso simpatizante de dictadores, padre incestuoso, obsesionado con el sexo, los honores, el dinero, etcétera) o cómo un ser así pasa por ser un gran hombre; y, además, muchas de ellas conllevan detalles escabrosos... Onfray mismo peca repetidamente de freudiano: hace interpretaciones de Freud tan enrevesadas como las que acostumbraba el propio Freud, y sobre las que Onfray comprensiblemente ironiza. Curioso, pero no por ello deja de ser interesante este libro, al contrario, sobre todo si su propio morbo seductor (o rigor, si se quiere) se asimila también con unas pizcas de ironía. Hay que leerlo. ¿Qué críticas? Tampoco es tan original Freud: su psicoanálisis pertenece al ámbito de la psicología literaria, su inconsciente tiene honduras filosóficas bien claras. Es muy parcial: sin duda que los incidentes de la vida cotidiana y los sueños, las vías privilegiadas al inconsciente, tienen sentido, pero no en una perspectiva estrictamente libidinal y edípica. No es ciencia lo que hace: no pertenece al ámbito de la observación clínica, cuyos resultados Freud incluso falseó a veces para que coincidieran con sus inspiraciones; y la terapia psicoanalítica no cura psicopatologías, es una rama del pensamiento mágico y funciona nada más como efecto placebo. El psicoanálisis procede de la autobiografía de su inventor y vale para comprenderlo a él, y sólo a él, que habría transformado sus fantasías personales en verdades científicas universales: el complejo de Edipo, la piedra angular del sistema, no es universal, sólo manifiesta el deseo infantil de Freud, y sólo de él, por su madre. Es el "problema de un hombre, uno solo, que logra neurotizar a la humanidad entera con la loca esperanza de que su neurosis le parezca más fácil de tolerar, más ligera, menos penosa, una vez extendida a los límites del cosmos". En general: el mundo de Freud habría sido un mundo mítico y mágico. "Un universo de mitos, fábulas, ficciones, fantasmas", como si no se hubiera enterado de lo que sucedía fuera de su consultorio de la Berggasse. El país de las maravillas de una Alicia perversa, diríamos: "La farándula freudiana da vida a imágenes de un padre a quien hay que matar, deseos de acostarse con la madre, anhelos de incesto, apetencias homicidas, pruritos masturbatorios, úteros enloquecidos, escenas de padres en plena copulación, lactantes onanistas, banquetes caníbales, sueños en anamorfosis, niños golpeados". Etcétera. Freud, pues, no habría sido ningún racionalista ilustrado, más bien todo lo contrario. Wittgenstein sentenció hace mucho: Freud, fascinante pero no un grande; el psicoanálisis: una mitología poderosa.
Freud. El crepúsculo de un ídolo
Michel Onfray
Traducción de Vicente Villacampa
Taurus. Madrid, 2011. 504 páginas. 22 euros
Freud. Vida y legado de un precursor
Peter Gay
Traducción de Jorge Piatigorsky
Paidós. Barcelona, 2010
960 páginas. 49,50 euros
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