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Reportaje:LIBROS | REPORTAJE

Nueva sangre editorial

El espíritu pop, la mezcla de alta y baja cultura, la recuperación de joyas clásicas para un lector moderno, los textos combativos, el cuidado por el diseño, el contacto directo con el lector a través de las redes sociales... Unas u otras son características de una nueva generación de editoriales que han brotado en el panorama español. La agente literaria Carmen Balcells dijo en una ocasión que las pequeñas editoriales emergentes son hoy en día como setas: brotan muchas, pero son de temporada. Solo algunas aguantarán el paso del tiempo. Pues bien, un buen puñado de ellas se consolidan con fuerza: Alpha Decay, Blackie Books, Errata Naturae, Gallo Nero, Capitán Swing, entre otras, han arriesgado en tiempos turbulentos y han conseguido buena acogida por parte de lectores, crítica y medios de comunicación.

"Todos publican libros buenos, regulares y malos. Pero, curiosamente, son las pequeñas las que menos libros malos publican", afirma Julián Rodríguez

"El éxito radica en tener un buen catálogo", explica Rubén Hernández, editor junto a Irene Antón de Errata Naturae. "El surgimiento de las pequeñas editoriales es normal. Pasa en cualquier sector en el que la tecnología abarata los costes. Ocurre igual en el mundo del documental, por ejemplo: con una cámara y un Mac puedes trabajar de forma aceptable, y el número de documentalistas crece. Cada vez hay más posibilidades de crear una editorial. Además, muchas editoriales independientes han sido absorbidas por grandes grupos y sus programas de producción han cambiado, han abandonado determinadas líneas. La parte del programa menos rentable se ha liberado, porque los accionistas de grandes grupos quieren beneficios. Eso nos deja a nosotros margen para editar a Alain Badiou, Michel Onfray o Hans Magnus Enzensberger, que antes eran más complicados. De alguna manera hemos ido a cubrir ese vacío porque no buscamos un interés económico tan alto".

El citado espíritu indie, no solo en sus diseños, sino también en sus formas y contenidos, es otro de los hilos de unión entre algunas de estas editoriales. Alpha Decay rastrea jóvenes autores como el polémico Tao Lin, Micah P. Hinson, Fabián Casas o Pola Oloixarac, y ensayos sociológicos sobre los hipsters o lo cool. Blackie Books y Errata Naturae producen camisetas sobre sus títulos que venden en cajas de regalo junto a sus libros. Por cierto, las tres compartirán caseta en la próxima Feria del Libro de Madrid. Además, no tienen problemas en orquestar eso tan posmoderno que es la mezcla entre alta y baja cultura: libros de filosofía sobre superhéroes, Los Simpson o las series televisivas; o coloridas reediciones de autores con solera como Enrique Jardiel Poncela. Da igual la recuperación de un texto clásico o el descubrimiento de un autor joven e innovador. "Eso responde a un perfil social que, quizás, hace 40 años igual no existía y hoy en día sí. Ahora hay un público que está interesado en leer a Wittgenstein y dos horas después está viendo una película de zombis. Respecto al diseño de corte pop: el hecho de leer a Bertrand Russell no quiere decir que tenga que vestirme como él", bromea Rubén Hernández. "Reeditar un texto de hace dos siglos, volcando en el diseño lo que te ha sugerido es, en cierta manera, resucitarlo, darle nueva vida", dice Donatella Iannunzzi, de Gallo Nero, "el diseño cambia la percepción del título por parte del lector". Su editorial tiene una línea dedicada a la novela gráfica (por ejemplo, El caso Pasolini. Crónica de un asesinato, de Gianluca Maconi) y al libro ilustrado. Otro de sus libros bandera es Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, de Leonardo Sciascia.

Estas llamadas microeditoriales, en las que trabajan entre una y cuatro personas, algunas veces desde sus domicilios, tienen un público joven (en sentido amplio, o al menos joven mentalmente) con el que se involucran a través de las redes sociales. "Estamos en consonancia con el gusto de gente joven, que gracias al surgimiento de las editoriales pequeñas se está acercando a la literatura y quiere conocer a escritores de su franja de edad", dice Ana S. Pareja, editora, junto a Enric Cucurella, de Alpha Decay. "Ahora la lectura es un tema más de conversación para cierto público joven, gracias, quizás, a Facebook. Ahí veo conversaciones eternas sobre libros, de gente de diversa procedencia y pelaje, que no había visto nunca. Además, como paso muchas horas en el ordenador, en el perfil de la editorial en Facebook ya se ha fusionado lo personal y lo profesional". El editor ha dejado de ser una empresa sin rostro y su figura vuelve prefigurarse como la de una persona de confianza que selecciona para el lector buenas lecturas, como ocurrió en el pasado con Anagrama o Tusquets. "Hay un nuevo tipo de relación con los lectores", dice Jan Martí de Blackie Books. "Tenemos un contacto diario con gente que no conocemos, pero que leen nuestros libros o quieren leerlos. Nos dan feedback constante, nos proponen libros, nos enseñan los blogs donde nos han reseñado, preguntan cosas

... y nosotros les preguntamos cosas a ellos (incluso en un libro les pedimos que buscaran alguna errata para corregirlo rápidamente de cara a una reimpresión urgente) y les explicamos lo que estamos preparando. Es una gran comunidad que nos ayuda enormemente, nos da ánimos para seguir y nos indica qué estamos haciendo bien y en qué estamos fallando".

La nueva generación vendría a tomar el relevo de otras camadas de editoriales independientes precursoras, y ya consolidadas, como Lengua de Trapo, Melusina o las que formaron, en 2008, el grupo Contexto, que ganó ese mismo año el Premio Nacional a la mejor labor editorial cultural: Periférica, Barataria, Libros del Asteroide, Global Rhythm, Nórdica, Impedimenta y Sexto Piso. "Hemos llegado a un momento de aparente saturación pero también de normalización respecto a modelos editoriales vecinos; es decir, existen gigantescos grupos, por una parte, grandes y medianas editoriales independientes y, por último, pequeñas editoriales. Este sector es el que antes no existía en España, o apenas existía. Todos publican libros buenos, regulares y malos. Pero, curiosamente, son las pequeñas las que menos libros malos publican. ¿Por qué? Porque su programación es tan corta que pueden elegir solo lo mejor, lo más interesante, y porque su prestigio, aún en vías de consolidación, se fundamenta en la calidad constante", explica Julián Rodríguez, editor de Periférica, que ahora cumple cinco años.

Lo cierto es que embarcarse en la aventura de montar una pequeña editorial en estos tiempos inciertos podría catalogarse de cosa de locos o, al menos, de románticos utópicos. Pero aguantan. "Editorial joven o pequeña editorial no es sinónimo de proyecto económico suicida", opina Jan Martí, "sino que en muchos casos la parte económica está muy bien pensada, el modelo muy bien estructurado, a veces es más viable incluso que una gran editorial". La buena marcha de estas editoriales puede incluso contrarrestar los hachazos de la crisis: "Cuando empezamos con Alpha Decay", dice Ana S. Pareja, "la cosa no estaba tan mal. Pero la crisis ha coincidido con un momento de bonanza de la editorial, y ambas cosas se contrarrestan. Tenemos visibilidad, la gente se interesa por los libros, las cosas están funcionando. Empezamos a despegar con fuerza". "Para hacer libros nunca es buen momento, por razones estructurales, en este país se publica mucho y hay pocos lectores. Es muy interesante que haya cada vez más editoriales, de todo para todo el mundo. Se están rescatando muchos textos y espero que la cosa se anime y se creen nuevos lectores", opina Daniel Moreno, de Capitán Swing, muy centrada, aunque no exclusivamente, en el ensayo, pues creen que en el panorama editorial predominan las dedicadas a la narrativa. "En cualquier caso, el componente que une nuestros libros, ya sea de narrativa o ensayo, es que se comprometan, que tengan un espíritu crítico o político". Así mezcla textos recuperados de Nietzsche, Engels o Thomas Mann con ensayos sobre la serie televisiva Mad Men.

Algunos lectores siguen fielmente varios de estos sellos. "Puede que haya un lector joven que, aunque no de forma exclusiva, sí tenga un foco de atención en estas editoriales", opina Irene Antón, de Errata Naturae. "Compartimos inquietudes, somos lectores con el mismo perfil, algunos de nuestros títulos incluso serían intercambiables en nuestros catálogos", dice Iannunzzi, "textos con gancho, que sacudan la mente del público". "No creo que nos parezcamos mucho", disiente Jan Martí, "es cierto que hay mucha gente que prefiere gastarse dinero en un libro hecho desde una editorial pequeña, joven, antes que pagar por un best seller con una tirada de medio millón de ejemplares. Pero desde el punto de vista de las temáticas, criterios, colecciones y diseño, creo que no nos parecemos a ninguna otra editorial. Y luchamos por eso. Todas las editoriales pequeñas luchan por eso, creo, por distinguirse, por la particularidad, por destacar de algún modo, por tirar por un camino inédito, por tener un lenguaje propio, por enseñar las cosas de una manera muy personal. Nadie quiere abarcar lo que hace otro. Ahí está la gracia".

Ilustración de Elsa Suárez Girard.
Ilustración de Elsa Suárez Girard.

Acerca de la Universidad

Las editoriales universitarias se esfuerzan por acercarse al público general. Quieren dejar de estar restringidas al mundo académico y llegar a otras manos no especializadas. Para ello, durante los últimos años, han sufrido una transformación en la elección de contenidos, el diseño o la distribución.

"Ahora lo importante es la calidad del material", dice Francisco Fernández-Beltrán, presidente de UNE, que agrupa a 62 editoriales y servicios de publicación universitarios, la mayoría pequeñas (exceptuando a algunas como la Complutense o la UNED), pero que suman un 7% de la edición en España. "Antes se editaba todo lo que se proponía, tesis, apuntes de profesores. Ahora queremos acercarnos a lo que es una editorial al uso". Se esmeran en seleccionar textos atractivos o buenas traducciones, incluso producidas en otras universidades. Obras que huyan del lenguaje demasiado académico y farragoso. También un diseño más atrayente, evitando demasiadas notas a pie de página o aligerando la maqueta. Y, por último, la distribución: "Existía el problema de que cada universidad trabajaba con su distribuidora local, de manera que, a veces, era difícil conseguir en algunos puntos del país lo publicado en otras comunidades", explica Fernández-Beltrán. Han creado el portal www.unebook.es, donde se puede acceder desde un solo punto a todo el catálogo de las editoriales asociadas.

El libro electrónico es una buena noticia para este tipo de textos. Para los estudios universitarios resulta muy práctico llevar toda la bibliografía necesaria en un solo dispositivo, donde además se pueden hacer anotaciones o marcar páginas. Además, "los libros científicos (en sentido amplio, incluyendo las humanidades) se escriben con vocación de permanencia pero es normal que con el tiempo se queden desfasados. El libro digital es una oportunidad de revisar y actualizar los textos", dice Fernández-Beltrán.

Algunas obras que ejemplifican estas tendencias son el conjunto de ensayos Un modelo social para Europa. La agenda de Hampton Court (Anthony Giddens; Patrick Diamond; Roger Liddle, entre otros), publicado por la Universidad de Valencia; Voces del Islam, editado por Fátima Roldán (Universidad de Huelva); La poesía de Jorge Luis Borges: Historia de una eternidad, de Vicente Cervera (Universidad de Murcia), o Vargas Llosa y el nuevo arte de hacer novelas, de Helena Establier (Universidad de Alicante).

"En el mundo anglosajón la editorial universitaria tiene mucho prestigio, no es así aquí, donde se ve como algo académico, lejano y farragoso, para uso exclusivo en la docencia. Perseguimos ese modelo, publicando para especialistas pero también para el público general", concluye Fernández-Beltrán.

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