¿De qué hablaron Zapatero y Mas?
Todo austeridad: agua, café y algún furtivo cigarrillo para relajarse. Artur Mas salió de reunión con José Luis Rodríguez Zapatero como gran protagonista de un gran pacto. Esa fotografía corresponde a la tarde-noche del 21 de enero de 2006 y lo que se negoció fue el Estatuto catalán. Han pasado cinco años y Mas ha vuelto al lugar del crimen. Pero esta vez, la reunión no ha durado seis, sino tres horas y de lo que se ha hablado es de la situación económica de la Generalitat. Mas sintetizó en rueda de prensa lo conseguido: gestión del aeropuerto de El Prat, capacidad de endeudamiento y pago de 756 millones de atrasos de 2008 en inversiones.
¿Pero qué se dijeron Zapatero y Mas en ese encuentro? ¿Estaba realmente preparada a conciencia la reunión? Eso solo lo saben los interlocutores. La versión que el presidente de la Generalitat dio no tuvo el contrapunto de ningún portavoz de La Moncloa. Y, ¡menudo embrollo desencadenaron sus palabras! Si en 2006 Mas quiso la foto del Estatuto para él solo (con gran enfado de Duran Lleida, por cierto), ahora hizo lo propio con la rueda de prensa y logró que tras de él no hubiera la habitual versión del vicepresidente tercero y ministro de Política Territorial, Manuel Chaves. Los compañeros Pasqual Maragall y José Montilla siempre iban precedidos de una guardia de corps de portavoces monclovitas. Pero con Mas, La Moncloa accedió gentilmente a su petición de monólogo escénico.
Además de calmar los mercados, los políticos no deben sobreexcitar a la ciudadanía, que es la que paga la crisis
"Incluso antes de la aprobación del plan de estabilidad que hemos mandado al Gobierno y al Ministerio de Economía, es muy probable que se nos autoricen operaciones de endeudamiento", dijo el martes por la noche el presidente de la Generalitat. Las declaraciones desafiaban las reglas que el Ministerio de Economía y Hacienda había puesto en práctica desde septiembre del año pasado. Y como era de esperar, a los pocos minutos ardía la reseca jungla mediático-política española con declaraciones contrarias al "privilegio catalán". ¿Cómo era posible que lo que se negaba a comunidades como Murcia y Castilla-La Mancha se le permitiera a Cataluña? Incluso la ciudad de Madrid se metía de rondón en el lote de los autonómicos agraviados. En el lado catalán de la jungla era audible cómo se rasgaban vestiduras: si Cataluña aporta entre el 6% y el 8% de su PIB al resto de España, si somos víctimas del déficit fiscal, ¿cómo se atreven en Madrid a tener la desfachatez de decir si debemos endeudarnos o no?
En los últimos días, el potente anticiclón centrado en Cataluña -el mismo que retrasa el fin de los 80 km/h y que ya lleva tiempo instalado en el resto de España- ha dejado el país como yesca. He aquí varias contribuciones: Oriol Pujol, secretario general de CDC, aseguraba que apenas quedaba dinero para pagar la nómina a los funcionarios de la Generalitat; The Financial Times culpaba a Cataluña de lastrar a España con su deuda. Por si fuera poco, el pasado miércoles, además, los pasillos del Parlament se convirtieron en un hervidero de declaraciones off the record. Y allí, un significadísimo miembro del Gobierno catalán aseguraba que Zapatero había pedido al presidente de la Generalitat que el recorte catalán debería ser superior al 10%. El viernes, el significadísimo presidente Mas negaba que Zapatero le hubiera pedido otra vuelta de tuerca presupuestaria que llegara más allá del 10% e incluso generosamente afirmaba que la insinuación de la vicepresidenta Salgado de subir los impuestos en Cataluña era una opinión personal. El ministro Rubalcaba terciaba después de Mas y ponía el final feliz al dantesco espectáculo del bosque ardiendo: nadie ha tenido la culpa; hubo "mala comunicación" al transmitir la capacidad de endeudamiento de Cataluña, que desde luego es soberana a la hora de decidir sus recortes presupuestarios y si sube o no los impuestos.
Estamos asistiendo a un irresponsable espectáculo declarativo en un clima de desastre. Como los ejercicios de autoprotección que se realizaban los alumnos de los centros de Florida en los apenas 15 días que duró la crisis de los misiles de 1962, los ciudadanos de Cataluña y del resto de España estamos sometidos a una gimnasia que consiste en hacernos tumbar boca abajo ante la inminente de la caída de las cabezas nucleares de la crisis. Hay que pedir seriedad a los políticos y que acaben las duchas escocesas. Además de calmar los mercados, su responsabilidad es no sobreexcitar a una ciudadanía ya suficientemente castigada por una crisis que pagan y van a seguir pagando de su modesto bolsillo.
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