Arte supremo de lo jondo en el Circo Price
Comenzó el XIX Festival Flamenco Caja Madrid, con un recital del cantaor Miguel Poveda, y demás está decir que comenzó con un éxito rotundo. Poveda es mucho Poveda. Yo diría que, hoy por hoy, es el número uno, aún con el riesgo que implica una afirmación de tal naturaleza.
El festival está dedicado a Enrique Morente, por la reciente muerte de este cantaor granadino. Poveda le dedicó un cante, integrado por un fandango del cantaor vecino del barrio del Albaicín, letras alusivas a él y unas bulerías también muy morentianas. Fue un tema emocionante, en el que Poveda se volcó con todo el profundo sentimiento que la muerte del otro cantaor le ha producido. Sentimiento, y mucho, hubo en todo el recital, en que Miguel Poveda, una vez más, se mostró como el auténtico maestro que es. En su voz todo suena a nuevo, aunque tenga la ranciedad de lo verdadero por tradicional. Pero, repito, todo suena a nuevo. La soleá apolá de Mairena, por ejemplo, que él funde con un cante de Pepe Marchena, en una mezcla bellísima pese a la diferencia en los estilos de esos dos artistas. Otro cante que brilló como pocos fue la malagueña, una sola copla pero dicha con un dramatismo estremecedor. La siguiriya fue otro de los temas más relevantes, en cuya ejecución el cantaor volcó todo su sentido dramático del cante. Las cantiñas pusieron la nota alegre en la noche, de manera ejemplar. Las bulerías -una larguísima secuencia- fueron realmente espectaculares, con una diversidad de formas y matices increíble. Hasta el número final, un raro pregón titulado El uvero, le dio oportunidad de mostrar su capacidad para abarcar los más diversos estilos con ductilidad e inspiración.
MIGUEL POVEDA
Guitarras: Chicuelo y Jesús Guerrero. Percusiones: Paquito González. Palmas y coros: Carlos Grilo y Luis Peña, Cantarote. Circo Price. Madrid, 8 de febrero.
Las bulerías fueron espectaculares, con diversidad de formas y matices
Poveda, una vez más, se mostró como el auténtico maestro que es
En fin, Miguel Poveda triunfó una vez más, como lo hace casi siempre que actúa. Es un cantaor que matiza la voz hasta lo inverosímil, del grito al susurro, los tonos medios, los bajos, los altos... En definitiva, juega con la voz, que creo es uno de los motores fundamentales del flamenco. Pero no solo hace un juego siempre espectacular con la voz, pues pone en su cante todo lo que el buen flamenco necesita para convertirse en ese arte único que nos conmueve y nos emociona. Miguel Poveda es hoy un ejemplo difícil de abarcar en toda su dimensión, pues es difícil ponerle límites a su arte. Oírle es siempre un gozo, y en sus noches de esplendor como la que comentamos es una auténtica delicia. No creo que se pueda cantar mejor.
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