"¡A Cristiano hay que dejarlo!"

Marcó el segundo gol Higuaín y los jugadores del Madrid se fundieron en un abrazo con el delantero argentino. Todos menos Casillas, que se quedó en su área, y Alonso y Pepe, que acudieron en socorro de Cristiano Ronaldo. El atacante portugués parecía al borde de las lágrimas. Había participado en la jugada del gol habilitando a Özil pero no le parecía suficiente. Quería marcar. Quería meter muchos goles para seguirle el rastro a Messi, que le arrebató el Balón de Oro. Quería gritar con rabia para redimirse ante una hinchada que últimamente le observa con cierta desconfianza. Ayer contra el Ajax el hombre puso todo su empeño en batir a Sketelenburg. Literalmente. Remató tanto contra el portero que debieron aparecerle hematomas. Tres, cuatro, cinco veces puso a prueba al guardameta internacional holandés. Once disparos en total, cinco a puerta. Sin más efecto que sentirse frustrado, desairado por su propia falta de pausa en la definición, maldiciendo, arrodillado frente a las gradas.

El técnico dio un aviso a Benzema: "Si es inteligente, sabrá qué hacer para jugar más"

"Se pone nervioso cuando no marca pero nosotros estamos con él", dijo Carvalho. "Debe estar tranquilo porque es el mejor del mundo", agregó Pedro León. "Lo apoyamos y lo sabe", apuntó Casillas, "porque es vital para este equipo". Los vestuarios del Bernabéu se convirtieron en una procesión de muchachos condoliéndose con Cristiano. La victoria del Ajax tuvo tintes melodramáticos en la medida en que el jugador más teatral de la plantilla vive momentos de suma intensidad emocional. Desde que algunos hinchas le pitaron contra Osasuna, el sábado pasado, Cristiano ha entrado en un bucle. El lunes se revolvió pidiendo apoyo, sin más consecuencias que el de aparecer en público como alguien que lanzaba un desafío a su propia hinchada: "La gente debe entusiasmar a los jugadores también". Nada más lejos de su intención. Cristiano no quiso ser irrespetuoso. Sólo pidió cariño. Ayer comprobó que la gente, más que reprocharle su estilo, le observa con menos interés que a Özil.

Al terminar el partido Casillas convocó a sus compañeros en el círculo central para que dedicaran un aplauso de agradecimiento al público. El capitán tiene una intuición muy fina para las relaciones públicas y quiso dirigirse a la gente en un momento en el que las tribunas se llenan de impacientes. Fue un acto notable. Sobre todo, porque el único que no acudió fue Cristiano, que se fue dando grandes zancadas hacia la ducha, con el rostro ensombrecido. Tardó diez minutos en cambiarse y se marchó el primero.

A Mourinho los pucheros de Cristiano le debieron importar un bledo a juzgar por cómo salió del vestuario, dando unos pasitos rítmicos, casi como pasitos de baile, y luciendo una amplia sonrisa de satisfacción. Cuando le preguntaron qué tratamiento psicológico dispondría para combatir la ansiedad que consume a Cristiano, el hombre se encogió de hombros: "¡Dejarlo! El mejor modo de trabajar el aspecto psicológico con Cristiano e Higuaín es dejarlos. Ellos están en su hábitat natural. Saben cómo es esto. Cristiano lo solucionará el día que juegue mal y meta tres goles. Hoy ha jugado muy bien, ha trabajado para el equipo, ha participado en la construcción, ha dado asistencias y ha tirado a puerta continuamente. Los goles no llegaron pero ya llegarán. Si yo estoy preocupado por tener dos delanteros como Cristiano e Higuaín, ¿qué queda para otros entrenadores?".

Mourinho elogió a sus dos estiletes y lanzó una andanada de metralla a Benzema, al que llamó "frío" el sábado y ayer ni siquiera puso a calentar. "Espero que sea inteligente", comentó el técnico sobre el tercer punta de la plantilla. "Si es inteligente como yo creo, él entenderá lo que tiene que hacer para jugar más. Hoy ha visto el partido desde el banquillo. Allí se ve muy bien el partido. Habrá comprobado cómo trabajaron los atacantes [Di María, Higuaín y Cristiano], cómo presionaron, cómo cambiaron de posición... Es fácil. Tarde o temprano él lo va a entender".