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Reportaje:OTRAS CULTURAS

Hagamos (in)felices a los jarawa

El proyecto de un político indio de elevar el nivel de vida de un pueblo indígena en unas remotas islas del país desata una oleada de protestas

Bishnu Pada Ray cree en el progreso. Único representante en el Parlamento de la India de las islas Andamán y Nicobar, situadas en medio del océano Índico (unos 1.500 kilómetros al este de Sri Lanka), Pada Ray lucha por conseguir lo mejor para sus representados. Buenas carreteras, acceso a la televisión, escuelas, hospitales... Lo que todo el mundo quiere. O casi todo el mundo, porque en ese territorio en el que viven unos 400.000 indios habitan también los jarawa, un pueblo de origen misterioso procedente de África que se asentó en esas islas hace 60.000 años.

Los jarawa tienen su propia sanidad, basada en el conocimiento exhaustivo de las plantas medicinales que crecen en el bosque húmedo en el que habitan. Y su propio sistema de subsistencia. Cazan jabalíes y lagartos, pescan con flechas en las aguas transparentes del mar, recolectan bayas, semillas y miel. "Viven en un tiempo remoto entre la edad de piedra y la edad del hierro", escribe Bishnu Pada Ray en la proposición con la que reclama una intervención inmediata en ese territorio para desarrollarlo y colocarlo de una vez en el siglo XXI. En el mundo global no puede haber pueblos aislados, viene a decir Pada Ray, pero su propuesta de desarrollar la zona y enviar a los niños jarawa a escuelas indias para que sean educados como los niños indios ha hecho saltar todas las alarmas. Survival Internacional, la organización que defiende el derecho de los pueblos indígenas a conservar su hábitat y su modo de vida, ha lanzado una contraofensiva para evitar lo que considera un desastre anunciado.

El político Pada Ray propone enviar a los niños jarawa a escuelas indias para que reciban la misma educación

Sophie Grig, estudiosa del tema y miembro de Survival, cree que la propuesta de Pada Ray es paternalista, inaceptable y puede ser fatal para los jarawa. "Desarraigará completamente a esos niños. Ya hemos visto lo que ocurrió con la generación perdida de aborígenes australianos. Fue destruida al arrancarla de sus hogares", dice en conversación telefónica desde Londres, donde Survival tiene su cuartel general. La política de asimilación puesta en práctica por los Gobiernos australianos entre 1910 y 1970, por la que miles de niños aborígenes fueron enviados a la fuerza a escuelas de los blancos, provocó una verdadera catástrofe humanitaria. Los supervivientes de aquellas políticas son hoy una generación rota que se refugió en el alcohol y las drogas. Hace un par de años, el primer ministro laborista, Kevin Rudd, se vio obligado a pedir perdón en nombre de Australia a todas los aborígenes.

La propuesta de escolarizar a los niños jarawa recuerda penosamente también a la que intentaron los invasores británicos en el siglo XIX. Después de someter a sangre y fuego a los indígenas que se opusieron a su presencia, enviaron a los niños a hogares-escuela lejos de sus familias, provocando un inmediato aumento de la mortandad. Survival teme que algo así ocurra con los jarawa. El tono de la propuesta parlamentaria de Pada Ray da una idea de la amenaza que se cierne sobre este pequeño colectivo. "La población de los jarawa consiste en unos 300 individuos, hombres y mujeres de piel oscura, estructura pequeña, similar a la de sus primos africanos", escribe. Y su modo de vida "requiere enormes cantidades de tierra para sobrevivir". Y ese territorio, una reserva de 1.000 kilómetros cuadrados en la selva húmeda de las islas Andamán, es demasiado tentador. Promotores inmobiliarios, cazadores furtivos y operadores turísticos lo codician desde hace tiempo.

Durante milenios, los indígenas de estas islas, jarawa, bo, sentinelese, y granandamán, sobrevivieron sin problemas en este paraíso cerrado. Los intentos de abrirlo en los años ochenta fueron desastrosos para los bo, fagocitados por la civilización de inmediato. Otro tanto les ocurrió a los granandamán, que viven de la caridad institucional. Solo los sentinelese, que sobrevivieron al tsunami de las Navidades de 2004 retirándose a los puntos más elevados de la isla, y siguen siendo hostiles a todo lo exterior, sobreviven. Y también los jarawa. Pero, ¿hasta cuándo?

La carretera que atraviesa la reserva, construida en los años setenta, fue la primera amenaza contra su civilización, pero hasta 1998 los jarawa vivieron ajenos a ella. A partir de esa fecha, quizá espoleados por la curiosidad, comenzaron a salir de la selva y a hacer pequeñas incursiones en los asentamientos vecinos. Su presencia causó sensación y llevó a algunas empresas turísticas con pocos escrúpulos a organizar lo que se ha llamado "safaris humanos". Recorridos turísticos para avistar a la extraña especie humana. También se barajó construir un complejo turístico de lujo a orillas de su reserva. Intentos que han chocado hasta ahora con la política del Gobierno indio de respeto máximo y no aproximación a los jarawa. Pero la carretera que, según la sentencia del Tribunal Supremo indio de 2002, debía haberse clausurado sigue abierta, permitiendo un fácil acceso a su territorio. Turistas, furtivos, curiosos, cualquier presencia humana es un riesgo para ellos.

El diputado Ray y Survival coinciden al menos en la amenaza que pesa sobre este pueblo. Aunque difieren en las recetas para frenarla. Ray propone desarrollo. "Los jarawa quieren tener acceso a nuestra comida, a nuestra sanidad, a nuestra educación", declaró hace unos días al diario británico The Times.

Survival, por boca de Sophie Grig, considera intolerable que se les quiera "imponer la civilización. Sin saber qué es lo que ellos realmente desean". Ahora mismo, cuenta esta especialista, "los jarawa son autosuficientes. Son verdaderos maestros en el uso de las plantas medicinales del bosque húmedo. Y reciben atención médica de la Administración india cuando se enfrentan a enfermedades nuevas".

Carlos Caravantes, profesor de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid, está de acuerdo en que cualquier intento de transformar la vida de los jarawa, o de cualquier otro pueblo indígena, debe hacerse "sobre la base de su pleno y total consentimiento". ¿Pero cómo obtenerlo cuando hablamos de un pueblo aislado en un bosque húmedo de las islas del sur de la India? "Comunicarse con los jarawa es, de hecho, ponerles en peligro, porque cualquier contacto con los extranjeros puede ser peligrosísimo para la supervivencia de este pueblo aislado", dice Sophie Grig. Pero Caravantes no está de acuerdo. "Aislado es un término que no podemos aceptar desde una perspectiva académica. En el mundo de hoy no hay pueblos sin contacto con las sociedades que les rodean". Aun así, este antropólogo considera que nuestra fe en la superioridad de nuestra cultura, sobre todo cuando hablamos de sanidad y de educación, puede ser invasora y dañina. "Cuando Unicef considera positiva la alfabetización de los niños de un pueblo indígena, por ejemplo, no es consciente de que este proceso, colocar a unos niños ante un profesor, es someterles también a una autoridad, enseñarles a obedecer".

Nadie sabe cómo ni por qué los antepasados de los jarawa se instalaron en estas remotas islas, en aguas territoriales de la India. Pero en ese lugar han vivido durante milenios, y las posibilidades de que sobrevivan, con o sin proceso de civilización, parecen remotas en un mundo que abomina de la diversidad, en el que cada día desaparecen especies de animales y plantas, se reducen las variedades de productos agrícolas, mueren los idiomas minoritarios y se impone el sello universal de la globalización, a cuyo control, como si de un gran hermano dirigido por las fuerzas del mercado se tratase, nadie escapa.

Pada Ray acepta con naturalidad esa realidad cuando escribe: "Con toda mi simpatía hacia los jarawa, encuentro ilógico frenar el desarrollo de infraestructuras... para mantener intactos los dominios de 300 individuos que se encuentran en un estado primitivo de desarrollo. Incluso aunque así no se hiciera, la política actual de aislamiento de los jarawa promovida por la Administración india no parece estar proporcionando ningún bienestar a los jarawa". Por eso, Ray urge a los poderes públicos a "adoptar una política correcta para la supervivencia de la tribu jarawa, y no empeñarse en la opción de moda". Es decir, la que propone Survival, que aboga por el derecho de estos pueblos a la tierra que ocupan. Pero no nos engañemos, puntualiza Caravantes, "una cosa es la propiedad de la tierra, y otra, la del territorio. Y esa, que incluye las riquezas del subsuelo, se la reservan los Estados".

Los jarawa llevan milenios en las islas Andamán. Hoy son una población de poco más de 300 personas.
Los jarawa llevan milenios en las islas Andamán. Hoy son una población de poco más de 300 personas.THIERRY FALISE / SURVIVAL

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