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Reportaje:

El Nadal verdadero

El español derrota a Federer en dos mangas y gana su tercer 'masters' sucesivo

Roger Federer tiembla. Ya ha abandonado el sol la pista. Ya se han sobrepasado las dos horas de duelo. El número uno mundial juega la final de Madrid entre suspiros, irregular, desordenado y anudado al argumento del orgullo para recuperarse en un marcador que siempre vive en desventaja. Fue 6-4 y 7-6 (5) para Rafael Nadal. Fue el 18º masters del español, que, a los 23 años, ya tiene más que nadie. Y fue un encuentro nervioso, tenso como un cable. Por primera vez en la historia, Nadal, que sólo ganó un punto más que Federer (85 por 84), logró conquistar de forma consecutiva todos los masters (Montecarlo, Roma y Madrid). Es como el rumor que precede a la manada. Anuncia que de nuevo es el favorito para ganar Roland Garros. Deja claro que el Nadal verdadero, que se crece según se agravan las dificultades, está de vuelta.

"Es más fácil ganar en París que estos tres torneos", dice el mallorquín
El 'número uno' estuvo durante set y medio muy lejos de su leyenda

"Ha habido altibajos. No ha sido un partido perfecto de ninguno", reconoció Nadal; "hemos cometido errores, pero nos conocemos tanto que a veces estamos pendientes de hacer jugar mal al rival. Eso se traduce en que él intenta acortar el punto y yo buscarle el revés. Y el juego se convierte en más estratégico que otra cosa. No oirán de mi boca que soy el favorito para Roland Garros. Ni me gusta esa etiqueta ni lo pienso. El único favorito es el que juegue mejor ahí".

"¡Rafa, que pierde el Madrid!", gritaba la gente mientras se decidía la Liga. "¡Vamos, Rafa, que tú sí puedes!", le decían. Y Nadal nada escuchaba. Y Nadal a nadie atendía. Y Nadal estaba ciego y sordo al exterior, porque era puro nervio, una bestia por domar, dos raquetas tirando piedras con el corazón temblando. El suizo y el español entendieron que el partido trascendía en la historia que les une a lo que dijera el resultado. Que el primer cruce del año dejará cicatriz, recuerdos en carne viva sobre la piel del derrotado.

Federer es desde ayer un tenista tatuado. "Rafa es duro", se sinceró el suizo; "para él y para mí, la temporada de tierra se decide en Roland Garros. Si pierde en la primera ronda, todos estos torneos que ha ganado se pondrán en cuestión". ¿Qué piensa Nadal de eso? "Es una opinión muy respetable, pero no la comparto", contestó, "y no porque ahora sea yo el que ha ganado estos títulos. No nos engañemos, es más fácil ganar en París que los tres torneos seguidos que he ganado".

El número uno estuvo durante set y medio lejos de su leyenda. Puesto frente a innumerables opciones de rotura (tres de 11), reaccionó sin altura, mínima su apuesta, menor la vía por la que buscó la captura. Nadal ofreció lo que se esperaba: machaque continuo de su revés, el saque de zurdo abierto cuando llegaron las apreturas. Federer, que ha construido su carrera sobre su incomparable capacidad para capitalizar los puntos vitales, respondió a saques a 143 kilómetros por hora con reveses al clavo; a tímidos servicios, con fallos incomprensibles; al temor, con miedo. Nadal sufría. Federer, temblaba. Sólo cuando ya el encuentro se le escapaba ofreció gotas de su genio.

Derrotado por 14ª vez por Nadal, Federer recuperó tres veces roturas de desventaja. Superó también, un punto de partido en contra. Pudieron ser síntomas de su capacidad de respuesta, pero fueron la descripción de un jugador que se sintió más cómodo como perseguidor que dictando los términos del duelo. Nadal, que llevaba un año sin ganar a otro de los ocho mejores, sufrió siempre y siempre salió fortalecido. Ganó más que un partido, más que un trofeo. Ya está abierta la carrera por el número uno.

Rafael Nadal celebra su victoria sobre Roger Federer.
Rafael Nadal celebra su victoria sobre Roger Federer.CRISTÓBAL MANUEL

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