Michael Foot, el último romántico del laborismo
El político británico perdió contra Margaret Thatcher en 1983
Michael Foot, el último romántico, prototipo de la izquierda laborista y uno de los más brillantes oradores de la política británica, murió ayer, 3 de marzo, a los 96 años. Nacido en una familia de liberales de Plymouth (en la costa suroeste de Inglaterra), su padre fue diputado liberal y alcalde de Plymouth, uno de sus hermanos fue fiscal general del reino y otros dos hermanos acabaron en la Cámara de los Lores.
Él, convertido al socialismo durante su estancia en Oxford y al vivir de cerca la extrema pobreza de los obreros de Liverpool, donde trabajó un tiempo tras graduarse, pasó 42 años en la Cámara de los Comunes, pero rechazó el tradicional honor del título de lord cuando, tras sufrir el Partido Laborista en 1983 su peor derrota electoral desde 1918, dejó el liderazgo del partido para dar paso a su delfín, el modernizador Neil Kinnock.
El liderazgo de Foot fue efímero, tan sólo cuatro años, pero dejó huella: el partido comprendió que nunca volvería al poder si mantenía sus viejos ideales izquierdistas. Aún tardaría otros 14 años en conseguirlo.
Convicciones profundas
Periodista agudo, escritor de una veintena de libros, hincha irreductible del modesto Ply-mouth Argyle FC, bebedor, casado con la documentalista de cine Jill Craigie, Michael Foot era un personaje entrañable en privado y un ardiente orador en público. Hombre de convicciones profundas, no tuvo inconveniente en aliarse con el populista Enoch Powell para frenar una reforma de la Cámara de los Lores, aunque sus objetivos eran opuestos: Powell quería mantenerla tal y como estaba; Foot, eliminarla.
Su izquierdismo estaba teñido también de nacionalismo: hizo campaña para la salida de Reino Unido del entonces Mercado Común en 1975 y apoyó a Margaret Thatcher en la guerra de las Malvinas, aunque fue siempre un gran defensor de la independencia de India.
No le faltaron ciertas dosis de pragmatismo y fidelidad al partido cuando aceptó formar parte del Gobierno, pero llegó a ser expulsado durante dos años de la disciplina laborista al oponerse en 1961 a un aumento de los gastos de Defensa. Se opuso a la posición de apoyo pasivo de Harold Wilson a Estados Unidos durante la guerra de Vietnam y ayudó a fundar el movimiento de presión por el desarme nuclear. En 1973 visitó España de forma clandestina para entrevistarse con víctimas del franquismo, pero fue detenido y expulsado.
Llegó a la cima del Partido Laborista en 1980, cuando tenía ya 67 años. Su agenda izquierdista -que, por otra parte, nunca le impidió condenar el estalinismo- favoreció la marcha de los sectores más moderados, la llamada banda de los cuatro (Roy Jenkins, David Owen, Bill Rodgers y Shirley Williams), que fundarían el Partido Social Demócrata (SDP) y luego se fusionarían con los liberales para formar el actual Partido de los Liberales Demócratas.
Su gestión al frente del laborismo fue coherente, pero catastrófica. Empeñado en presentarse a las elecciones con las propuestas aprobadas en el congreso del partido -dominado por el izquierdismo de los sindicatos-, el programa electoral, de 700 páginas, defendía el desarme nuclear unilateral, la subida del IRPF y un mayor papel del Gobierno en la industria. El diputado laborista Gerald Kaufman lo definió como "la nota de suicidio más larga de la historia" y Margaret Thatcher, triunfadora en las Malvinas, consiguió más del 60% de los votos y dejó al laborismo con tan sólo 209 diputados en los Comunes. Foot dimitió de inmediato, pero se quedaría en el Parlamento hasta 1992.
Su imagen personal no ayudó a los laboristas en aquellos días. Totalmente despreocupado por la apariencia física, su ratio de popularidad cayó al 24% y en 1981 fue acusado por los tabloides de acudir al anual homenaje en el Cenotaph a las víctimas de la I Guerra Mundial vestido de cualquier manera. "Es una chaqueta verde perfectamente apropiada y a la Reina Madre le ha gustado mucho", se defendió él.
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