El amigo de la infantería
En las filas del Ejército de EE UU le llamaban cariñosamente "the GI's friend", el amigo de los soldados de a pie (GI son las siglas de Government Issue y se usaron durante la II Guerra Mundial para denominar irónica y coloquialmente al sufrido combatiente de primera línea, "los chicos sin los que las guerras no pueden ser ganadas"). Ernie Pyle (1900-1945) fue uno de los mejores y más populares corresponsales durante la contienda, y seguir sus despachos, desde el paso de Kasserine hasta Ie Shima -donde lo mató una ametralladora japonesa-, supone recorrer los lugares más calientes de la guerra, incluidos Anzio y Monte Cassino, que no fueron precisamente balnearios.
Enjuto, tristón y enfermizo, con aspecto de gnomo tocado con su sempiterno gorro militar, poco ducho en estrategia -prefería Conrad a Liddell Hart- pero capaz de describir como nadie la vida, miserias y esperanzas del soldado en el frente ("los chicos del lodo, la lluvia, la escarcha y el viento"), Ernest Taylor Pyle, de Dana, Indiana, era lo contrario al corresponsal machote y cínico que se agencia una metralleta Thompson y utiliza mucho el jeep y la palabra fiambre.
Baqueteado como reportero itinerante durante la Depresión, con su estilo directo y sencillo, lejos de la grandilocuencia y la épica, de penetrante simplicidad, emocionó con sus historias llenas de humanidad a toda una nación y a sus hombres en guerra, que lo adoraban. El general Omar Bradley llegó a decir: "Nuestros soldados parecen luchar mejor cuando Ernie está cerca".
El cénit de su trabajo y una de las mejores crónicas de guerra jamás escritas fue la famosa La muerte del capitán Waskow, de una delicadeza y una contención magistrales. Enviada desde la línea del frente en Italia el 10 de enero de 1944, muestra en apenas un par de folios el cariño y sobrio homenaje de sus correosos soldados a un oficial de Tejas caído. Cuando uno de ellos toma la mano del cadáver y le dice "De veras que lo siento, señor", es difícil que no se te llenen los ojos de lágrimas. Pyle ha tenido el raro privilegio para un corresponsal de ser convertido en personaje del cine de Hollywood (The story of GI Joe, donde lo encarnaba Burgess Meredith) y de cómic (es la inspiración del Ernie Pike creado por Héctor Germán Oesterheld y dibujado por Hugo Pratt). Tempus ha publicado Brave men (2009), una primera entrega (la segunda llegará en breve) de sus despachos desde Italia que incluye La muerte del capitán Waskow.
"El soldado de primera línea que conocí había vivido durante meses como un animal y era un veterano en el feroz mundo de la muerte; en su vida, todo era anormal e inestable", escribió el corresponsal. La propia vida de Pyle también lo era, inestable: dado a la bebida y a la melancolía, sufría mucho por su mujer alcohólica ("that girl"), con la que se había vuelto a casar después de divorciarse de ella. Detestaba la guerra, que padecía no sólo física, sino espiritualmente, y se preguntaba cómo alguien que hubiera sobrevivido a una podía "volver nunca a ser cruel con algo, nunca más". Antes de matarlo a balazos, la guerra casi lo mató varias veces de enfermedad y agotamiento, la fiebre del campo de batalla ("en lugar de hacerme más fuerte, como los buenos veteranos, me estoy debilitando y cada vez tengo más miedo"). Lo resumió en una frase digna de un poema de Keith Douglas: "Pronto no quedará de mí más que mi pala y un caso ligero de pie de trinchera" -algo que precisamente causó más bajas entre los GI's que las Spandau, las MG42 alemanas-. Asediado por malos presentimientos, quiso volver a casa, pero el Ejército lo necesitaba tanto como a sus queridos GI's y lo enviaron al Pacífico, y a la muerte.
Brave men. La campaña de Italia 1943-1944. Ernie Pyle. Traducción de Librada Piñero. Tempus. Barcelona, 2009. 328 páginas. 24 euros.
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