_
_
_
_
Tentaciones
_
Reportaje:VIDEOJUEGOS

Recreativas: una religión a la japonesa

Basta con entrar en las enormes y atronadoras salas recreativas de Taito Game Station o Sega Club de Tokio para darse cuenta de que éste es un hobby muy serio en el país del Sol naciente. Mientras en España el negocio ha quedado prácticamente reducido a los casinos electrónicos cuajados de ruletas y tragaperras —en parte, debido al auge de las consolas domésticas—, aquí ocupan varias plantas. Y cada día se ven inundadas de oficinistas uniformados que se resisten a volver a casa.

Antes de reunirse con sus familias, muchos parecen encontrar un ámbito de evasión más amable frente a las máquinas. "En Occidente, los puntos de fuga muchas veces son sociales —véase el ocio nocturno o el fútbol—, pero aquí tienden a ser más individuales", explica la psicóloga japonesa Yuriko Takato. "La presión social es mucho mayor en este país: desde las notas en el colegio hasta la competitividad en el trabajo; de ahí que busquen aislarse. Jugar a las máquinas se convierte en una manera de conquistar esa individualidad". Para Mercedes Gómez Varela, directora de marketing en España de Konami, uno de los fabricantes más importantes en Japón, "es una simple cuestión cultural. Los españoles tenemos más sentido del ridículo y no nos vemos bailando o tocando la batería en público".

"En Occidente, las formas de evasión son sociales, aquí tienden a la individualidad"

La afición nipona de gastar dinero por jugar crece gracias a la fabricación de aparatos cada vez más sofisticados e intuitivos que ofrecen incentivos más allá de ganar a la máquina o a otra persona. Hoy, casi todas las recreativas están hechas para un solo jugador, pero permiten competir online, y los usuarios suelen portar tarjetas de memoria donde almacenan sus logros.

"Yo vengo todos los días después del curro a jugar", cuenta Shin Okada, de 34 años, que dedica al menos una hora al World clubs championship football, un título desarrollado por Konami junto con la editorial Panini (sí, la de los cromos de toda la vida). Es lo último en juegos balompédicos. Primero se compran los cromos en una máquina, sin saber si tocará Fernando Torres o un jugador mediocre de la Bundesliga. Las tarjetas se colocan luego sobre un panel que hay frente a la pantalla formando el once inicial deseado. A partir de aquí, te conviertes en entrenador, y sólo hay que pulsar unos pocos botones para dar órdenes muy sencillas al equipo (disparar, defender, abrir las bandas…). El aliciente está en conseguir los mejores cromos e ir mejorando las estadísticas de tus jugadores ganando partidos online. Le preguntamos a Okada cuánto se gasta. Y, avergonzado, responde: "Prefiero no decirlo". Nadie osa confesar que puede llegar a invertir toneladas de yenes. The key of Avalon es un juego de rol y estrategia bélica similar: ver a los usuarios manejar los cromos a toda velocidad sobre un panel táctil recuerda a Tom Cruise manipulando el artilugio de Minority report.

El furor maquinero japonés tiene otros pilares. Konami instauró la devoción por los juegos musicales mucho antes que Guitar hero creando recreativas como Drum mania, Dance dance revolution o Guitar freaks. Lejos de aburrir, algunos de estos títulos van ya por su decimoséptima versión. Es el caso de Beatmania. La idea aquí es pulsar las siete teclas de un sintetizador y scratchear [rayar] un plato al ritmo de 20 cortes diferentes firmados por artistas de la electrónica nipona, como DJ Taka o Sota Fujimori, que trabajan casi en exclusiva para Konami —lo que no impide que sean superventas en las tiendas de discos.

Los hay pensados exclusivamente para sacudirse el estrés diario aporreando los mandos a conciencia. Manic panic ghost parece hecha a medida de aquellos que gustan de estampar el mando de la consola cuando pierden. La mecánica no puede ser más simple e intuitiva; funciona con un martillo de plástico con el que hay que atizar furiosamente la pantalla para aplastar a los cientos de fantasmitas que van apareciendo. Taiko no tatsujin es otra de las más sencillas y divertidas. Consiste en apalear un tambor tradicional taiko con grandes baquetas de madera mientras van apareciendo animaciones de lo más alocado. Aquí sí abundan los dos jugadores: es una actividad obligada para las jóvenes parejas niponas en sus primeras citas.

<b>Las recreativas musicales causan furor en Japón desde hace una década. En primer plano, un tokiota aporreando el <i>Drum mania,</i> y al fondo, otro jugando al <i>Guitar freaks.</i></b>
Las recreativas musicales causan furor en Japón desde hace una década. En primer plano, un tokiota aporreando el Drum mania, y al fondo, otro jugando al Guitar freaks.DAVID COLL BLANCO
<b>Un tambor tradicional preside <i>Taiko no Tatsujin,</i> una de las pocas máquinas pensadas para disfrutar también en pareja.</b>
Un tambor tradicional preside Taiko no Tatsujin, una de las pocas máquinas pensadas para disfrutar también en pareja.DAVID COLL BLANCO
<b>Un panel táctil se convierte en el campo de batalla del juego de Sega <i>The key of Avalon.</i> Los usuarios gastan auténticas fortunas en cromos que mueven a velocidad vertiginosa para hacer que sus tropas les obedezcan. Estas guerras <i>online</i> pueden extenderse durante años; por eso, los jugadores acumulan sus logros en tarjetas de memoria.</b>
Un panel táctil se convierte en el campo de batalla del juego de Sega The key of Avalon. Los usuarios gastan auténticas fortunas en cromos que mueven a velocidad vertiginosa para hacer que sus tropas les obedezcan. Estas guerras online pueden extenderse durante años; por eso, los jugadores acumulan sus logros en tarjetas de memoria.DAVID COLL BLANCO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_