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Columna
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Los indomables Iker e Iker

Andoni Zubizarreta

Bueno, parece que definitivamente esta Liga tiene más convidados que los que en el último mes nos habíamos empeñado en ver. Al finalizar el magnífico partido del Sánchez Pizjuán, me quedó la sensación de haber disfrutado de un enorme espectáculo, lleno de pasión, de juego, de errores (también los errores entran en el espectáculo) y de emoción. Disfruté con el despliegue físico y táctico del Sevilla, unido a la enorme calidad de sus bandas y de sus jugadores de ataque, que me recordaron, todos juntos y a toda máquina, a aquellos maravillosos equipos alemanes que podían con todo, bien por poderío, bien por juego, bien por las dos cosas juntas.

Del Real Madrid me quedó en el recuerdo el carácter indomable de Casillas, que le permitió sacar dos balones que eran gol. Hubo en ambas paradas velocidad de reacción, reflejos, pero me parece que lo que sustentaba las acciones era una firme determinación para mantener a cero la puerta sabiendo que su equipo encontraría algún resquicio para convertir un gol. Disfruté con los centrales blancos y con el inmenso trabajo de los mediocentros, esos tipos que muchas veces pensamos que están sólo para el trabajo calmado, para transportar la pelota a los delanteros, pero que tuvieron 94 minutos de contención, creación y llegadas al remate.

En las paradas de Casillas hubo reacción, reflejos y determinación; Muniain tiene el valor de emocionar

Ya les digo, grande, muy grande el partido. Nos deja la conclusión unánime de que, efectivamente, donde caben dos caben tres. Y ojalá esto abra la ambición de otros equipos para soñar con batir a los más grandes, por lo que, se me ocurre, algo de todo lo anterior podría acompañar al Valencia en estos días de reposo para presentarse en Mestalla dentro de dos semanas dispuesto a discutirle todo y en todas partes del campo al impecable Barcelona. De todas formas, permítanme una pequeña licencia, ya que en esta Liga, que muchos veían como un debate a dos entre Barça y Real Madrid, en cuanto ha caído el equipo blanco no se ha llegado a la conclusión de que de los dos grandes quedaba sólo uno como aspirante único al título, sino que este premio tiene más candidatos, más pretendientes. Una conclusión positiva y amplia sobre el tema, una mirada que, espero, se mantenga cuando sean los azulgrana los que salgan de sus 90 minutos sin sumar puntos.

Y aquí llego a un punto complicado en mi reflexión sobre este pasado fin de semana. Se lo cuento: a principio de temporada, cuando el Athletic comenzaba su preparación, un amigo mío me hizo prometer que no escribiría nada sobre las jóvenes perlas de la factoría rojiblanca. Dice y cree mi amigo que cada vez que el nombre de uno de ellos sale en las letras grandes de la prensa su precio se incrementa para el Athletic en un porcentaje alto y, además, levantamos la liebre sobre jugadores que otros equipos, más ricos, con más presupuesto que el nuestro (tendrán más dinero, pero no tanto pedigrí, le digo yo para consolarle) se los pueden llevar dejándonos con unos cuantos euros, pero con la plantilla vacía de talento.

Y ahora me veo en el brete de contarles que en el cedazo de Lezama ha quedado una pepita de oro de ésas que dan la impresión de ser únicas en la especie, de ésas que tiene el valor de emocionar, animar, llenar San Mamés entero de vibraciones positivas, de ésos que hacen que sus compañeros sean mejores. Otro espíritu indomable y determinado como el que mencionaba, con todos los respetos y manteniendo las distancias entre proyectos y realidades absolutas, al referirme a Iker Casillas. Uno en la portería, el otro en la punta de ataque. Y, por cierto, se llaman igual, Iker [Muniain]. Ya ves Lander, he cumplido mi palabra, pero lo del chaval ya es vox populi.

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