Tras el rastro de Chester Himes
Moraira recuerda al gran escritor de novela negra muerto allí hace 25 años
El 13 de noviembre de 1984 apenas doce personas acudieron en el cementerio de Benissa al entierro del escritor norteamericano Chester Himes, quien desde 1969 había vivido en la cercana playa de Moraira (Teulada). Además de su mujer, Lesley, sólo estaban su médico, varios vecinos, el escritor Bernat Capó y el entonces alcalde de Teulada, Miguel Martínez Llobell. Veinticinco años después, y cuando se cumple el primer centenario del nacimiento de Himes, Teulada se ha decidido a reparar la imagen de aquel exiguo cortejo fúnebre y homenajear a uno de los autores con más personalidad -y de prosa más descarnada- de la novela negra.
Los diversos actos institucionales que conmemorarán ambas efemérides parecen una excusa idónea para rastrear los motivos por los que Himes, después de una azarosa vida repleta de excesos y escándalos, eligió una adormecida playa de un país que aún vivía bajo una dictadura para pasar los últimos años de su vida y escribir sus memorias. Con el fin de desvelar este enigma, hasta Teulada se ha desplazado el profesor de la Universidad de Atlanta Lawrence P. Jackson, quien se propone escribir una nueva biografía de Himes y ha mantenido diversas entrevistas con su viuda, Lesley, que aún reside en Benitatxell.
"Los americanos blancos nos han dejado a los negros sin nada en que creer"
Esta inglesa blanca de rasgos delicados que en la actualidad tiene 81 años y cuida con celo de la herencia literaria de Himes, fue la que convenció a su marido para trasladarse a Moraira en 1969 y culminar allí el exilio que el escritor había iniciado años antes para escapar de la persecución racista y social que sufría en su país natal. "Los americanos blancos nos han dejado a los negros sin nada en que creer", opinaba Himes. Su obra denuncia el estigma que suponía haber nacido negro en Estados Unidos: "Himes pertenecía a la tercera generación posterior a la esclavitud", ha recordado Jackson.
Ni siquiera en la urbanización de Pla de Mar de Moraira desde la que contemplaba el Penyal d'Ifac, el escritor pudo verse libre de la lacra de desencanto y desarraigo que marcó su vida. En los años veinte, Himes compaginó diversos oficios con sus estudios de la Universidad de Columbus, de la que fue expulsado tras una detención por robo. En 1928 fue condenado a 20 años de prisión por atraco a mano armada. En la cárcel leyó a Dashiell Hammett y empezó a escribir relatos. Salió en libertad en 1935 y en 1945 publicó su primera novela, Si grita, déjalo ir, en la que una mujer blanca acusa de violación a un negro al que en realidad desea. Tuvo éxito pero perdió una beca después de que un miembro del jurado "sintiera náuseas" con su lectura.
Himes jamás volvió a sufrir problemas de dinero y pudo vivir de lo que escribía, pero fue ya un maldito. Su forma de abordar sin tapujos los abusos de poder, la hipocresía del sistema social, el sexo, las violaciones y la miseria de los barrios pobres americanos le valió la condena de la conservadora sociedad estadounidense de posguerra, que le masacró con la censura en Por el pasado llorarás, novela autobiográfica en la que aportó una visión tolerante de la homosexualidad en la cárcel. "Vivir en América no te convierte en americano", dijo Himes con laconismo mientras emprendía una larga diáspora que le condujo primero a Francia en 1956, donde se haría mundialmente famoso con una serie de novelas policíacas protagonizadas por Sepulturero Jones y Ataúd Johnson, nombres que dan cuenta del descarnado cinismo sin concesiones con el que abordó los inviernos helados y los olores nauseabundos del Harlem neoyorquino. En Francia, donde años antes otros escritores americanos como Hemingway habían sido "muy pobres pero muy felices", Himes, que no era pobre, tampoco fue feliz: "Sin la adversidad, hubiera sido un escritor mucho mejor". En 1969 se fue con Lesley a Moraira. En aquella sociedad aún ñoña y conservadora tras décadas de tiniebla franquista, pocos podían imaginar que aquel señor negro, rico y aparentemente discreto había creado una obra literaria tan desgarrada. Los más viejos del lugar, eso sí, lo recuerdan como alguien muy enfermo: a partir de 1976 empezó a sufrir parálisis y Parkinson que lo postraron los siete últimos años de su vida en una silla de ruedas. Así, hasta aquella mañana de 1984 en la que sólo doce personas fueron al cementerio.
Mientras prepara para noviembre unas jornadas culturales sobre el novelista organizadas por la Universidad de Alicante, Moraira recupera ahora a Himes del olvido para hacer lo que todas las poblaciones del mundo sueñan: asociar su nombre al de un escritor mundial.
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