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Reportaje:

Los enfermos sudan la gota gorda

El hospital General de Valencia se queda sin aire acondicionado en pleno agosto

Primer domingo de agosto. 35 grados centígrados al sol y ni un alma en las calles. En Valencia el calor es más insoportable debido a la humedad. A la sombra refresca, pero el sudor sigue salpicando la piel. El aire acondicionado se convierte, entonces, en una bendición. ¿Y cuando no funciona? ¿Qué pasa con los más de 300 enfermos del hospital General de Valencia que llevan tres días sin aire acondicionado?

"Lo pasamos mal", dice una enfermera, "pero lo peor es para los pacientes"
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Bodas de plata entre goteros

"Nos dijeron el sábado que el sistema de ventilación general se había roto y que tenían que esperar a que cambiasen las piezas", explica Isidoro Ramos, ingresado desde hace varios días en la planta de oncología, en el pabellón B. Su esposa, que aprovechó el día de ayer para visitarlo, puntualiza que no saben cuándo van a solucionar el problema, ya que el hospital tiene que esperar a que se acabe el fin de semana para pedir las piezas. "Igual las tienen que solicitar fuera", augura. Entonces la reparación tardará más.

Mientras habla, Isidoro se seca la frente con una servilleta (y eso que está en el jardín del hospital, a la sombra). Sentado en una silla de ruedas, se ha desabrochado el pijama. A su lado, su mujer y sus hijos, adolescentes, le pasan el agua. "Tampoco les dan agua en las comidas", se queja la esposa de Isidoro. "¡Y con este calor!". Ellos han optado por comprar un ventilador. Pero de poco sirve. En un hospital lleno de enfermos, enfermeras, visitantes y máquinas que constantemente desprenden calor, la fuerza de un ventilador portátil casi no alivia.

En los pasillos del hospital General casi no corre el aire. Pero el trajín no para. Algunas mujeres, armadas de abanicos, se defienden en las esquinas contra el sofoco. Algunos hombres se limpian el sudor con pañuelos. Los más pequeños beben agua. "Nosotras lo pasamos mal", comenta una enfermera con el pelo húmedo por el sudor, "pero lo peor es para los pacientes". ¿Qué pasa con los pacientes? ¿Y con aquellos que no pueden salir al jardín a refrescarse, como hace Isidoro, porque su situación es muy delicada?Los pasillos de oncología están llenos de enfermos que no pueden salir al jardín. Se trata del pabellón A, uno de los más angostos y sobrecargados del hospital General de Valencia. Las puertas de las habitaciones están abiertas y, dentro, los ventiladores portátiles mueven el aire incesantemente. Pero ni de este modo se consigue hacer corriente. Las ventanas están cerradas y muchas de las persianas, estropeadas, por lo que es imposible esconderse del sol del mediodía.

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"Nos dijeron que abrir las ventanas está prohibido", comenta José Vicente Segarra. Su padre lleva 20 días internado en la planta de oncología. "A medida que pasan las horas, el calor se hace insoportable", cuenta. Mientras habla, la enfermera entra en el cuarto para cambiar las sábanas a su padre. Chorrean el sudor de una larga noche pasada en un auténtico microondas. Una vez cambiado el paciente, José Vicente entra a darle la medicina. Las ventanas de la habitación, que su padre comparte con otro paciente, están tapadas con papeles blancos. Ingenios para sobrellevar el verano sin climatización y sin persianas.

El ingenio es la única arma de los pacientes para combatir el silencio de la administración del hospital. "Los asmáticos lo están pasando fatal", continúa José Vicente, "y en algunas plantas las toallas ya se han acabado, porque los enfermos no paran de limpiarse el sudor del cuerpo". "Menos mal que aquí somos casi como una familia y nos ayudamos", afirma José Vicente, cuyo hermano, que es sacerdote, ofició hace pocos días las bodas de plata de José Navalón, el otro enfermo de la habitación, y su esposa Marcela Jara.

La situación no es nueva en el hospital General de Valencia. El año pasado también se estropeó el aire acondicionado. La excusa de la dirección a los casi 600 pacientes que puede albergar el centro -ahora está ocupado al 50%-, fue similar. Entonces como ahora, hacían falta piezas y personal para reparar el sistema de ventilación. El servicio de climatización está en manos de contratas externas, por lo que el nivel de reacción ante situaciones de emergencia es muy lento, y más en verano. Al desespero de los pacientes y empleados se ha de sumar el peligro de infecciones, que se agudiza con el calor.

¿Qué hacer? El centro hospitalario carece de un protocolo de emergencia para este tipo de situaciones, o su personal lo desconoce. La única recomendación de las enfermeras es beber agua, mucha agua. Pero, como comentan muchos de los familiares, el hospital ni siquiera da botellines de agua a los enfermos con las comidas. Tienen que arreglárselas para que, quien los visite, se los traiga de fuera.

Marcela Jara se abanica junto a su esposo, José Navalón, mientras que otro paciente intenta refrescarse con un ventilador.
Marcela Jara se abanica junto a su esposo, José Navalón, mientras que otro paciente intenta refrescarse con un ventilador.JOSÉ JORDÁN

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