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Reportaje:PURO TEATRO

Una razón más para hacerme navarro

Marcos Ordóñez

1 Cara. Como tengo más prejuicios que Dios talento y cada semana hay dos kilos de estrenos, pensé que una obra con el bazofioso título de Sí, pero no lo soy sería otra cosa como moderna y que si tenía tiempo ya iría a la sala pequeña del María Guerrero. Al final, gracias a mi mujer, que tiene el olfato de una perra perdiguera, hemos ido. Digo al final porque acaba esta semana (aunque, ojo al dato, empieza megagira por España, y en otoño va al Lliure) y de paso también les digo que no hagan como yo, que vayan rápido, que no se la pierdan. Razón fundamental: que tiene mucha gracia, que te ríes mucho, que te sorprende, que te lleva al huerto. Y, sobre todo, que no aparece un autor (y director) de comedia como Alfredo Sanzol todos los días. Más razones: que los actores están estupendos y que, aunque les cueste creerlo, sólo dura una hora. Una hora que es como pegarse una ducha de agua fresca, de talento, de originalidad. El escenógrafo, Alejandro Andújar, ha convertido la claustrofóbica sala de la Princesa en una disco de los sesenta, con su globo giratorio y centelleante, sus espejos, sus mesitas y sus sofás riñoneros de terciopelo rojo. Sólo falta que te sirvan un Pilé 43. Rosana Torres, que lo sabe todo, me cuenta que ésta es la segunda obra de su autor, Alfredo Sanzol, y que la primera, del año pasado, se llamaba Risas y destrucción, y que pronto llegará la tercera, Días estupendos, que ése sí es un título bueno. Le digo que voy a enmendarme y que no pienso perderme nada de este tío. Sí, pero no lo soy tiene mucho de lo que en los setenta dio en llamarse "café-teatro". Muy a la francesa en este caso. ¿Alguien se acuerda del Café de la Gare, la factoría de la que salieron Depardieu, Miou-Miou, Dewaere, Rufus y cincuenta más? Yo no sé si Sanzol ha frecuentado a los maestros franceses del género, pero su humor recuerda muy mucho a Dubillard, a Raymond Devos, a Jolivet. Y a Queneau, que sí. De hecho, la obra acaba con una canción suculenta, Les jours magnifiques, que ha escrito el propio Sanzol y que es puro Trenet. Por la facción patria, Sanzol está cerca de los descomunales Montero y Maidagán, manes tutelares de Camera café, hasta que dejaron de tutelarlo, y de los cuentos de Mercedes Cebrián y Monzó. Situaciones cotidianas que te llevan a la dimensión desconocida. El calcetín al que le dan la vuelta y se cuela en la lavadora y lo tiñe todo de rosa felicísimo. Sí, pero no lo soy es una obra de sketchs. Quince historias como quince soles. Arranca con el discurso de agradecimiento de una actriz a la que le cascan el Premio Revelación a los setenta años. Y sigue con otro cómico al que le ofrecen el papel de Batman cuando lo que quiere es hacer de Catwoman. Sanzol y su troupe tocan todos los palos. Hay un sainete ultrasónico en el que un treintañero comunica a su familia su recién estrenada condición gay: fantásticamente escrito y ritmado. Y episodios estremecedores: los padres escrutados por su bebé, el amigo que se aleja y se borra literalmente del mapa de la memoria, y el invento de los Muñecos Delirantes, que producen brotes psicóticos en los críos. Y una joya, casi una parodia de Veronese, donde una familia de políticos argentinos decide hacerse española para trincar a gusto. Mi favorito, sin embargo, es el episodio navarro. Alfredo Sanzol es navarro. Una razón más, me dije, para hacerme yo navarro, algo que vengo pensando muy en serio últimamente. Desde que conocí a su tocayo, el gran Landa, que se ha ofrecido a hacerme de avalista. No sé si llegaré a ser navarro honorario, pero Sanzol explica muy bien la esencia del asunto en ese episodio donde a un pamplonica, atravesado de dolor telúrico, se le aparece el mismísimo san Fermín y le dice: "Escúchame atentamente, que voy a decirte una cosica". El cuitado está de crucero. Lejos, muy lejos de casa y del 7 de julio. Su mujer comprende el drama, y lo expone con este párrafo capital: "Si alguien te dice que es de Pamplona, es de Pamplona y de ningún otro sitio, aunque sus padres sean de Pekín. Si no me creéis, id a cualquier restaurante chino de Pamplona y preguntad a los niños que corretean entre las sillas de dónde son. Son navarros. Son de Pamplona, porque en Pamplona hay algo que abduce. Hay algo que hace que la gente se convierta a una religión extraña: la religión de ser de Pamplona". Esto, queridos lectores, es lo más verdadero y profundo que he escuchado en un teatro en los últimos tiempos. Sólo por esa revelación valdría la pena ir a aplaudir a Sanzol y a sus actorazos: Paco Déniz, Natalia Hernández, Juan Antonio Lumbreras, Lucía Quintana y Pablo Vázquez. Olé por ellos.

Paco Déniz, Natalia Hernández, Juan Antonio Lumbreras, Lucía Quintana y Pablo Vázquez. Olé por ellos

2 Cruz. Asombro grande, y cruz de la semana: ¿qué le habrá visto Mario Gas a Las cuñadas, del canadiense Michel Tremblay, un sainetillo barato hasta decir basta, para programarlo en el Español, coliseo del arte? Barato pero no precisamente en el apartado actoral: quince cómicas quince, perdidas en este ejercicio de marujismo exasperado que parece escrito, a) por Alfonso Paso en horas bajas, o, b) por el autor de cualquier teleserie española "de gran éxito popular" (rellenen la casilla con la que más odien). Premisa: el prehistórico (por no decir cavernícola) lugar común de que a la que se juntan más de seis señoras cualquier reunión se convierte en un gallinero. Un gallinero aburridísimo (dos horas agónicas, apenas aireadas por cuatro coplas vagamente brechtianas) y cuajado de clichés machistas: histéricas, beatonas, cotillas, pijas de barriada y demás etcéteras. Pasmo definitivo: que Natalia Menéndez haya escogido y dirigido este engendro desaprovechando puniblemente a actrices de la talla de Julieta Serrano, Mariana Cordero, Lola Casamayor y, ay, María Pujalte, que da vida, en sentido literal, al único ser humano, una golfanta caída, de carne y sangre. Las risas se concentran en el glorioso programa de mano, que habla, con un par, de "personajes de enorme complejidad" y nos informa de que la cosa, que pasa en 1965, "investiga [sic] las mujeres en la vida moderna, con todos los conflictos de la autoestima, la sexualidad y la religión".

Sí, pero no lo soy. Texto y dirección de Alfredo Sanzol. Teatro María Guerrero (CDN), Madrid. Hasta el 4 de mayo. http://cdn.mcu.es/tmg.php Las cuñadas. De Michel Tremblay. Versión de Itziar Pascual. Dirección de Natalia Menéndez. Teatro Español. Madrid. Hasta el 18 de mayo. www.teatroespanol.es

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