El periodismo hecho historia
La Asociación de la Prensa expone la obra de Enrique Meneses, uno de los grandes reporteros gráficos del siglo XX
El Periodismo, en su expresión gráfica suprema, goza de buena salud. Prueba de ello es la viveza con la que recibe al visitante la exposición que la Asociación de la Prensa de Madrid dedica hasta el mes de septiembre al español Enrique Meneses Miniaty (Madrid, 1929), uno de los grandes del fotoperiodismo mundial. Lástima que la sede profesional se encuentre en obras y que las fotografías, soberbias, hayan sido desplegadas por la planta más baja del palacete de la calle de Juan Bravo, escalera incluida. Pero se trata de una cita obligada para todo amante de esa mixtura de luz y penumbra esmaltada por plata que, en manos de Meneses, se convierte en arte.
Pese a que sus placas datan de los luminosos años cincuenta y sesenta del siglo XX, cuando el planeta Tierra se asemejaba a una fruta en sazón de esperanza, tanta es su fuerza y el poder persuasivo que destilan, tanto, que su vitalidad se prolonga hasta hoy mismo, en que la mirada del visitante las acoge, las invierte en su retina y las incorpora a su memoria gráfica.
La muestra compone una de las mejores galerías de retratos del fotoperiodismo
Las fotografías aquí seleccionadas componen una de las mejores galerías de retratos surgidas del fotoperiodismo del siglo XX: John Fitzgerald Kennedy y su bella esposa, Jackie Bouvier; Nina Jruschova y su orondo marido, Nikita, el ucraniano que zarandeó los oídos de las Naciones Unidas con su zapato; Sofía de Grecia, en su más cándida adolescencia o Martin Luther King, en el día mismo en que soñó con el horizonte, son algunos de los personajes captados por Meneses con su prodigiosa pupila.
Hay una extraordinaria toma que agrupa a los actores Charlton Heston, Marlon Brando y Sammy Davis, jr. Los tres, cariacontecidos, se muestran signados más que por el miedo, por la responsabilidad política asumida por ellos en una tensa marcha que les comprometió en la defensa valiente de los derechos civiles de las gentes de color en Estados Unidos, donde Meneses ha vivido, al igual que en Francia, Portugal y Egipto.
Dicen algunos médicos que durante la noche, en la fase más honda del sueño, el ojo humano realiza una serie de movimientos incesantes y aparentemente caprichosos. Pero el capricho no es tal: la retina, aseguran, escarba entonces en su entraña para proveer al soñador de imágenes que alimenten el relato de su viaje libérrimo por el éter. Algo similar sucede con las fotografías de Enrique Meneses.
Sus imágenes, al modo de las que el ojo humano selecciona en el silencio de la noche, nutren la memoria de aquellos años de anhelos de paz y de cambios con su abrir de tragaluces abre al compás del latir de su corazón de reportero, bravo y comprometido.
Meneses iba para diplomático. Por fortuna, torció aquel designio paterno para consagrarse a contar, con una Olympus 54 en la mano, la historia de su tiempo y explorar el África que se adentra en el pecho, la América insondable... Su nombre ha blasonado desde las páginas de Paris Match, "el mejor periodismo gráfico estático de todos los tiempos", al decir de Eugenio Suárez, quien fuera ocho años corresponsal en Madrid del cosmopolita semanario francés. Desde su magisterio, como director de Sábado Gráfico y creador de El Caso, Suárez subraya que Meneses "adquirió nombradía mundial, nunca perdida, desde finales de la década de los cincuenta" en la entonces atribulada isla de Cuba. Subió a la sierra donde un hijo de gallego, Fidel Castro Ruz, formó una partida guerrillera para derrocar a un tirano, Fulgencio Batista, y hacer una revolución que sería luego paradigma del comunismo tan sólo a 70 millas de Estados Unidos.
En la ardiente Sierra Maestra, Meneses no sólo se granjeó la confianza de los rebeldes para permitirse fotografiarles y convivir con ellos: también se las ingenió para hacer llegar desde la selva hasta su redacción en París las fotos de Fidel y Raúl, su hermano; de Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Vilma Espín, Celia Sánchez... Además de la de Crescencio Pérez, un campesino trígamo, bonachón y astuto, sin cuyo apoyo a los barbudos desembarcados del Granma, sus pollinos y sus tretas, la revolución cubana hubiera fracasado. La plana mayor de la guerrilla se muestra como era entonces, disciplinada y valiente, abnegada y estudiosa de cada movimiento del enemigo, sabedora de que la muerte acechaba a cada cual en cada esquina. Por haber compartido aquel mismo vértigo de riesgo y de aventura, la obra de Meneses mantiene el gozoso elevamiento de aquellas vísperas memorables, testimonios donde la Historia se hizo Periodismo. "Nunca sentí la soledad en escenarios peligrosos", explica hoy Meneses. "El ritmo del trabajo me impedía deprimirme al perder intensidad las emociones vividas". Cuando se le pregunta si volvería a fotografiar a Castro, responde: "Hoy sólo fotografío chicas guapas". Sobrio, vivaz, humano: Enrique Meneses, periodista.
Cien miradas de Enrique Meneses. Asociación de la Prensa. Juan Bravo, 6. De 9.00 a 20.00.
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