Francisco García Torcal, pintor y escultor

Francisco García Torcal había legado al museo de su ciudad, Calatayud, toda su obra. En esa ciudad donde nació, murió el pasado 14 de julio. El azar que es caprichoso ha querido que su donación -más de cien cuadros y una docena de esculturas- no haya tenido acomodo fijo hasta que el mes pasado el Ayuntamiento bilbilitano encontró sede definitiva para lo que él soñó: "El espacio torcaliano", un convento que acogerá sus piezas.

De formación autodidacta su última exposición se mostró en una antológica que organizó la Diputación de Zaragoza en las salas de Sástago en el año 1997. Su comisario fue el crítico de arte de Heraldo de Aragón, Ángel Azpeitia. García Torcal, firmaba "Torcal" en sus cuadros, obras de pintura cósmica en las que trabajó hasta 1973. En ese tiempo se centró en paisajes urbanos de extraña apariencia.

A partir de ese año el pintor se interesó por la materia y trabajó las texturas en una aventura de investigación permanente en la que siempre defendió la imaginación, el lirismo y su admiración por la naturaleza y el cosmos. Sus azules eran hermosos y fácilmente reconocibles, formaban parte de la personalidad de su obra como los arabescos, los círculos y los cuerpos diminutos.

Alejado de las formas clásicas de la pintura, García Torcal siempre sostuvo que un artista nacía aunque era necesaria una etapa de formación e investigación para lograr su meta. Quizá por eso fue alumno de la academia de Fidel Bueno, se trasladó a Zaragoza en los años cincuenta, y comenzó su formación.

Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis ha sido uno de los artistas aragoneses más reconocido fuera de de Aragón. Su empeño por el lirismo fue una constante de su obra. Ha muerto a los 81 años y a sus pinturas se unen, a partir de 1991, sus esculturas. Todas ellas tienen como base un tronco de árbol que rematan piezas metálicas.