El regreso del lobo
El depredador, extinguido en la región hace 40 años, ha sido visto en el último año en zonas fronterizas con Segovia y Ávila
Canis lupus, ojos encendidos, piel parda, cola oscura como la raya que a veces se dibuja sobre sus zarpas, cuarenta kilos de peso... Es el lobo ibérico. Consolidada su presencia en Castilla y León desde unos de los últimos reductos en los que logró sobrevivir en la península Ibérica, la zamorana sierra de la Culebra, y tras sortear mil obstáculos como el río Duero, hace ya algunos años que consiguió asentarse en manadas en Valladolid. Luego se extendió a Ávila y Segovia y en los últimos tiempos explora el territorio madrileño, en el que desapareció hace 40 años.
El lobo, según fuentes del Patrimonio Nacional, ha sido visto en el último año en localidades segovianas limítrofes con la región. En la anterior primavera fue en Riofrío, en otoño en Cerezo de Abajo y en invierno en Cerezo de Arriba, asegura la bióloga Yolanda Cortés.
Ejemplares del depredador también han sido avistados en Somosierra, sobre el túnel de la A-1, ya en territorio de la Comunidad de Madrid, según Teo Oberhuber, de Ecologistas en Acción. Y la pasada semana, en Santo Tomé del Puerto, en el linde segoviano con la región, un investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, ingeniero de Montes y una de las principales autoridades españolas en la materia, Fernando Palacios, también lo vio. Todos aseguran que el trasiego de ejemplares por los límites de la Comunidad de Madrid es un hecho que jalona un proceso.
Lo interpretan como un hito ecológico favorable desde la perspectiva conservacionista, ya que reaparece en un hábitat del que había desaparecido. El retorno es fruto del tesón de aquellos científicos y activistas civiles con sensibilidad ecológica que no se rindieron ante la deriva hacia la extinción que esta especie de depredador emprendió cuatro décadas atrás por innumerables causas, quizá con la caza por ganaderos airados como la más importante.
Pero los expertos avisan de que, a pesar de la buena nueva, aún existen riesgos que pueden obstaculizar su viabilidad como especie. "El principal riesgo que puede empañar este éxito es el carácter de la ganadería en Madrid que, por su dispersión, carece de pastoreo", explica Fernando Palacios. "El lobo vive bien en ámbitos humanizados", señala Oberhuber. "Le basta con que le dejen en paz y tener alimentos".
Yolanda Cortés, destaca que tal cercanía hace a los lobos merodear sin grandes problemas en torno a vertederos suburbanos, donde se alimentan de restos orgánicos. "Pero ello es una perversión", señala Palacios. "El lobo es un depredador que se alimenta de animales salvajes, no domésticos; suele comer corzos o jabalíes y no necesita recurrir a otro tipo de alimento a no ser que se le fuerce a ello; por esta razón, cuando recurre a alimentarse de animales de granja o al ganado bovino u ovino, es porque algo ha alterado la cadena trófica natural", matiza.
Los lobos que ahora transitan por Madrid tuvieron que sortear una cadena de obstáculos de extraordinaria dificultad, ya que las principales colonias que lograron sobrevivir en España se hallaban en el extremo noroccidental, Galicia y Zamora. Desde allí se expandieron hacia el Sistema Central, al sur, y al este, donde habían residido durante siglos.
En toda Europa el lobo cuenta hoy con protección plena. Sin embargo, en Castilla y León, de donde proceden los ejemplares que llegan a Madrid, es considerada una especie animal "susceptible de ser cazada", lamenta Palacios. Allí viven, entre Zamora y Galicia, la mayoría de los ejemplares que hay en España, entre 1.400 y 2.000, aunque donde más rápidamente crece la especie es en Asturias gracias a la prohibición de su caza.
"Castilla y León ha establecido un sistema de cuotas o subasta mediante el cual cazar un lobo es posible por un precio de entre 8.300 y 9.100 euros. "Tal como era de esperar, de este sistema ha surgido un circuito paralelo que desemboca en el furtivismo y, como todo cazador de caza mayor anhela poseer el trofeo de un lobo en su haber, se desembolsan entre 1.000 y 2.000 euros para conseguirlo de manera ilegal", explica Palacios.
Así, cada año mueren abatidos en toda España entre 300 y 400 lobos, cifra muy similar a la de cachorros que se calcula que es capaz de sacar adelante cada año la población de lobos españoles. Es decir, se estanca la población y en algunos lugares, como Castilla y León, desciende un 20% anual.
"Con objeto de facilitar la caza subastada, en las zonas donde acuden los lobos se instalan comederos con restos de animales de granja cuya ingestión desvertebra sus hábitos alimenticios y les inocula la querencia por este tipo de alimento que, a su vez, trasladan luego en ataques a granjas y rebaños, lo que a su vez desencadena la furia de granjeros. Ése es el circuito perverso", explica Fernando Palacios.
Yolanda Cortés, por su parte, asegura: "Los ataques de perros asilvestrados son más graves que los de lobos, porque aquéllos conocen al hombre y el lobo, no". Pero subraya que en el límite de Segovia con Madrid se combaten estos ataques con mastines y vallas electrificadas.
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